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Análisis

Moldavia: un corazón partido con muchas cicatrices

  • Un país muy pequeño y muy pobre, atrapado entre la Unión Europea y lo que Rusia considera su zona de influencia
  • Una mitad de Moldavia ve en la UE y la OTAN su seguro de vida y prosperidad, otra siente nostalgia del imperio ruso y la URSS

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Moldavia: Un corazón partido con muchas cicatrices
Fachada de la sede del Gobierno moldavo en la capital, Chisinau ANNA BOSCH

Estuve en Moldavia en junio del año pasado y tuve ocasión de participar en varias reuniones con representantes del Gobierno, incluida la presidenta, Maia Sandu, que ahora se juega la reelección. Tuve ese acceso privilegiado porque el viaje lo organizó el centro de análisis CIDOB en colaboración con el instituto moldavo IPRE. Visitamos también la región autónoma —y prorrusa— de Gagauzia, pero no pudimos acceder a Transnistria, la parte del país que está bajo ocupación rusa.

De todos aquellos encuentros me quedó la imagen de un país pequeño, consciente hasta la desesperación de su pobreza y de la corrupción que lo carcome todo, y una sociedad dividida entre quienes ansían la entrada en la Unión Europea como el náufrago un tablón que lo mantenga a flote, y quienes anhelan volver a estar bajo la protección de Moscú, la metrópoli en tiempos de los zares y de la Unión Soviética.

Moldavia: Un corazón partido con muchas cicatrices

Estatua de Lenin frente al parlamento autonómico de Gagauzia ANNA BOSCH

Una idea que se nos repitió, tanto por parte del gobierno europeísta como de políticos prorrusos, fue que un referéndum sobre la Unión Europea, que se planteara como disyuntiva, UE o Rusia, sería un riesgo muy alto para los europeístas. Año y medio después el referéndum no se ha plateado como disyuntiva, en la pregunta no había alternativa rusa, pero el resultado confirma aquella advertencia, la población de ese pequeño país (apenas tres millones de habitantes), esa franja atrapada física, histórica, étnica e ideológicamente entre Rumanía y Ucrania, entre Europa y lo que Moscú considera su zona de interés e influencia. Como toda esa zona de Europa, como la misma vecina Ucrania, la historia de Moldavia es un relato de fronteras cambiantes, de conquistas y cambalaches entre imperios, a la vez fuente de riqueza cultural y maldición.

Ahora o nunca

Los sectores europeístas de la sociedad moldava son contundentes, viscerales, incluso desesperados en sus declaraciones. Están convencidos de que Moldavia será la próxima pieza en caer bajo dominio total ruso si Ucrania pierde la guerra, de ahí la urgencia con que el Gobierno actual y la UE han iniciado las negociaciones de adhesión con el horizonte de 2030. "La integración no es un objetivo, es una urgencia, nuestra única posibilidad de sobrevivir", es otra idea que transmite el Ejecutivo de Maia Sandu a sus interlocutores occidentales. La urgencia, además, se debe a que si este Gobierno cae en las próximas elecciones, y es muy posible visto el resultado de la consulta, lo harán también el europeísmo y atlantismo, pro OTAN, oficiales. Más citas: "Geopolíticamente, es el momento propicio, ya que a los países del este en la UE les interesa nuestra integración en la UE".

Nos describieron una sociedad dividida, donde los proeuropeos no llegan a la mitad, un 40%, y el resto son nostálgicos de la Unión Soviética, que, por ejemplo, han demostrado querer ayudar a los refugiados ucranianos, pero rechazan la idea de apoyar a Ucrania contra Rusia.

La mano de Rusia

"Somos un país pobre, no tenemos dinero para competir con la propaganda rusa que inunda los medios de comunicación moldavos y compra a los magnates, los oligarcas, y los políticos de este país" fue la declaración de un dirigente. Varias fuentes contaron la historia de cómo Rusia usa a personas de correo con el máximo de dinero en efectivo permitido para llevarlo a la embajada de Rusia en Chisinau, y como luego políticos prorrusos acuden a esa legación a percibir su paga. Igual que hoy, cuando algunos corresponsales en Moldavia han recogido el testimonio de votantes que reclaman quién les paga lo prometido por emitir su voto.

En la región de Gagauzia, "Turquía invierte también mucho dinero, pero la lengua que se habla y se enseña es el ruso en detrimento de las lenguas autóctonas. Y se informan sólo a través de medios rusos, están convencidos de que la guerra en Ucrania es culpa de los ucranianos. Viven aquí físicamente, pero mentalmente viven en Rusia". Otro dirigente lo resumió así: "De la UE se acepta el dinero que llega, pero el mérito se lo lleva Rusia. Declararte proeuropeo aquí es muy impopular".

Además del dinero y los medios de comunicación, Moscú cuenta con otro instrumento para influir en la opinión pública moldava, la Iglesia ortodoxa rusa, religión del 90% de la población y, tal vez, la institución socialmente más respetada. Como en Moscú, en Moldavia presentan a la Unión Europea y a Occidente como sociedades inmorales, contrarias a los valores cristianos.