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México: futuros en tránsito (III)

Esperando en La Soledad: malvivir en la calle en Ciudad de México anhelando una cita en Estados Unidos

En la plaza de la Soledad, en pleno centro de la capital mexicana, 2.000 personas malviven en la calle esperando su cita para entrar en Estados Unidos. Adultos y menores de edad se exponen a enfermedades y violencia de todo tipo y, mientras tanto, la burocracia estadounidense y mexicana intenta evitar que los migrantes lleguen a la frontera.

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La Soledad, Ciudad de México: malvivir en la calle a la espera del sueño americano

A todos los problemas que suelen encontrar las personas en movilidad a lo largo del continente americano hay que sumar la creciente burocracia. En su afán por ordenar la llegada de migrantes y alejarlos de su frontera, hasta el pasado mes de agosto solo se podía solicitar la cita CBP One para entrar legalmente a Estados Unidos una vez llegados a Ciudad de México; ahora se puede hacer desde el sur.

Ante la falta de plazas en los saturados albergues de la capital mexicana, han proliferado los campamentos en distintos lugares, pero la Plaza de Soledad es quizá el símbolo más llamativo. Porque está apenas a un kilómetro de distancia del Zócalo, en pleno centro de la ciudad y sede de los poderes ejecutivo y religioso.

Allí, más de 2.000 personas se acumulan en plena calle en lo que es ya una auténtica ciudad trufada de chabolas y tiendas de campaña. Están conectadas al alumbrado de forma ilegal y sacan el agua de las fuentes. Los charcos y la suciedad están por todas partes, aunque los migrantes organizan equipos para limpiar. En esta plaza hay familias enteras que han recorrido miles de kilómetros para llegar hasta aquí y esperan bloqueados para poder seguir hacia el norte.

No viven en la calle por gusto, sino porque no tienen recursos para pagarse una habitación. Sorprende la gran cantidad de menores de edad que se pasan el día en la plaza correteando y jugando mientras los adultos piensan qué hacer. Como en cualquier núcleo humano, y a pesar de las condiciones, brotan los pequeños negocios. Desde 'abarrotes' (la clásica tienda para comprar cualquier cosa), bares con mesas para sentarse a comer e incluso una lavadora de pago enchufada de alguna forma. La ropa, eso sí, se seca al sol en el suelo de la plaza.

México: futuros en tránsito (III): Malvivir en Ciudad de México a la espera - Escuchar ahora
La vida cotidiana intenta abrirse camino precariamente en una plaza amenazada por la violencia.

La vida cotidiana intenta abrirse camino precariamente en una plaza amenazada por la violencia. SARA DE LA RUBIA / MSF

"Las condiciones de vida son inhumanas"

La vida se abre paso en este lugar pero a un precio muy alto. "Vemos muchas enfermedades respiratorias y malnutrición en niños. Las condiciones de vida son deplorables, casi inhumanas", explican desde el equipo de Médicos Sin Fronteras que acude dos veces a la semana a la plaza y que asegura que han tenido que atender muchos casos de violencia sexual ocurridos aquí mismo.

"De día ves una cosa, pero por la noche se vuelve más peligroso", afirma Diana. Ella es colombiana y espera desde hace semanas su cita en este campamento. "Si queremos hacer un rancho [una casucha] tenemos que pagar por el derecho a usar el espacio a personas que son migrantes revueltos con el crimen organizado de acá de México", añade. Incluso aquí, en pleno centro de Ciudad de México, los grupos tienen el control de lo que pasa en la calle.

La plaza de la Soledad en Ciudad de México, lugar de espera y de violencia

Para sus habitantes, los días pasan entre saber cómo vivir un día más y el miedo a qué pasará mañana. "Este es un sitio en el que pasan cosas. Aquí hay gente buena y gente mala, como en todas partes", explica Roberto. Es su segunda etapa en La Soledad después de un intento de entrada irregular en Estados Unidos que acabó con una deportación a Tapachula. Regresó a Ciudad de México y espera ahora el trámite legal en medio de la desesperación. "Todos los días tenemos el mismo tormento… si nos sacarán de aquí mañana. Yo ya estoy cansado. Si no consigo la cita antes de diciembre, regresaré a Venezuela y que sea lo que Dios quiera", asegura entre lágrimas al recordar a los hijos que dejó atrás.

La Soledad, escala de un viaje iniciado en África

Al pasear por los distintos pasillos que ejercen de avenidas, calles y callejones en un espacio tan limitado, lo normal es ver a venezolanos, colombianos e incluso haitianos que no quieren conversar con el periodista. Esto es una realidad habitual durante el viaje. La población haitiana que huye del caos en el que las bandas han convertido su país, desconfían demasiado de los extraños, aunque sí interactúan con los africanos que también residen en esta plaza, llegados después de un periplo inconcebible.

Además de personas de América Latina, migrantes africanos buscan un futuro en Estados Unidos y pasan por la plaza de la Soledad

Además de personas de América Latina, migrantes africanos buscan un futuro en Estados Unidos y pasan por la plaza de la Soledad. SARA DE LA RUBIA / MSF

"Migrar a Europa de forma legal es casi imposible para nosotros", explica Alex, un joven de la República del Congo que dice no ver ningún futuro en un país corruptamente gobernado por un mismo hombre, Denis Sassou Nguesso, desde hace tres décadas. "Conseguí un visado de un año en Brasil. Viajé allí y cuando expiró mi residencia empecé este camino para llegar a los Estados Unidos. Creo que es un país donde puedo tener oportunidades y vivir tranquilo", cuenta junto a Richard, un togolés que comparte motivos, esta vez por la dinastía presidencial de la familia Gnassingbé y que señala que en Colombia le robaron todo. "Luego en Nicaragua también me intentaron atracar, pero ya no me quedaba nada. He vivido gracias a la ayuda de mis compañeros de viaje", dice.

Los dos tienen muy claro que solo intentarán entrar por la vía legal y que esperarán lo que haga falta en este lugar. Alex insiste: "Hemos pasado por muchas cosas en varios países para estar aquí en la Ciudad de México. Nuestro objetivo sigue siendo el mismo. No estamos listos para bajar los brazos porque partimos del principio de que la vida es un combate y hay que pasar por muchas etapas para llegar donde queremos estar".