Desaparecidos: la espera interminable para 6.000 casos sin respuesta
- Cada año se denuncian en España unas 25.000 desapariciones, la mayoría se resuelve en pocas horas
- El Ministerio del Interior prepara un protocolo para agilizar las búsquedas con más colaboración ciudadana
Juan Bergua lleva una fecha tatuada en la muñeca: 9 de marzo. Es el día que vio a su hija Cristina por última vez, hace ya 27 años. "Aquel día era domingo", recuerda. Una tarde sin nada extraordinario. Es lo habitual, el día en que alguien desaparece es uno más, lleno de rutina. Sin avisos.
Cristina —una adolescente entonces de 16 años— salió a dar una vuelta por su barrio, en el municipio barcelonés de Cornellà de Llobregat. "Tenía por norma llegar a las diez de la noche", cuenta Juan Bergua a Informe Semanal. "A esa hora siempre encendía la luz del recibidor y así ya sabíamos que ella llegaba. Pero aquel domingo, desgraciadamente... no se encendió la luz".
Su hija siempre avisaba si iba a retrasarse. Por eso se inquietaron enseguida al ver que no aparecía. "Le dije a mi mujer que llamara a sus amigas... que preguntara si la habían visto, si habían estado con ella", rememora. Esa misma noche acudieron a la comisaría: "Me dijeron que fuera al día siguiente para poner la denuncia porque había que darle un margen de tiempo, por si la cría aparecía".
“Las primeras horas son fundamentales, porque normalmente contienen la clave de la desaparición“
Entonces, aún era frecuente escuchar que para denunciar una desaparición debían pasar 24 horas. Algo, que hoy es impensable. "Desterramos ya los mitos de las 24 horas o aquello de 'váyase a casa que su familiar vendrá'. Hoy en día las denuncias hay que interponerlas cuanto antes", explica Manuel Pérez Mier, jefe del grupo de desaparecidos de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional. "Las primeras horas son fundamentales, porque normalmente contienen la clave de la desaparición, hay que tomar declaración y hablar con las personas que fueron las últimas con las que tuvo contacto esta persona", añade.
Cristina Bergua, el caso que marcó un antes y un después
La investigación quedó pronto en vía muerta. Solo hubo un sospechoso, el novio de Cristina, diez años mayor que ella, pero nunca se hallaron pruebas contra él. En su desesperación por tener algún indicio, Juan y su mujer, Luisa Vera, recurrieron al programa 'Quién sabe dónde' del periodista Paco Lobatón. Se llegaron a gastar más de un millón de las antiguas pesetas en carteles con la foto de su hija, con el que inundaron media España.
“Nos llamaban a las dos o los tres de la madrugada, en plan de cachondeo sin pensar en el sufrimiento que teníamos “
No encontraron ni una pista, pero sí muchos desalmados: "Cometimos un error muy grande y es que cuando publicamos la fotografía de nuestra hija pusimos nuestro número de teléfono de casa", recuerda. "Nos llamaban desde la zona del Maremágnum, la zona de copas del puerto de Barcelona, a las dos o los tres de la madrugada, en plan de cachondeo... sin pensar en el sufrimiento que teníamos en ese momento".
Inter-SOS y el CNDES
Entonces no había móviles ni cámaras de seguridad que permitieran seguir un rastro. Tampoco protocolos de búsqueda. Nadie sabía muy bien cómo proceder. Por eso, en 1998 Juan y Luisa fundaron Inter-SOS, la primera asociación de familiares de personas desaparecidas que se creó en España.
Entre sus logros, que el Congreso de los diputados declarara en 2010 el 9 de marzo el Día Nacional de las Personas Desaparecidas sin causa aparente. Su insistencia por coordinar mejor a las fuerzas de seguridad consiguió que se creara una base de datos unificada con todos los casos de desapariciones, y también que tomaran muestras de ADN a los familiares para compararlas con los restos humanos sin identificar que fueran encontrándose.
Medidas que sentaron las bases del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES), creado en 2018 para coordinar la información sobre los casos. Su directora, Pilar Muniesa, tiene muy presentes las cifras de esta realidad: "En 2023 se interpusieron algo más de 25.000 denuncias por desaparición, y el 95'4% están cesadas, lo que quiere decir que se ha localizado a la persona desaparecida".
Aunque la mayoría de casos se resuelven, en España aún hay 6.001 desapariciones enquistadas. Son los casos de larga duración: los más complicados porque algunos datan de hasta medio siglo atrás, cuando aún no existían las pruebas de ADN. A ellos intenta dar respuesta el Capitán Herrero, un mando de la Guardia Civil con más de 25 años de experiencia en identificación de cadáveres del CNDES.
Su labor es cotejar las huellas dactilares de los cadáveres sin identificar con los de los antiguos DNI de personas desaparecidas. "Es un cotejo directo, visual", explica. De un vistazo, es capaz de identificar si dos huellas dactilares coinciden.
“Desde que iniciamos esta forma de trabajar hemos identificado en torno a 25 cadáveres“
Punto a punto, va marcando coincidencias hasta lograr la identificación. "Desde que iniciamos esta forma de trabajar hemos identificado en torno a 25 cadáveres. Todos, casos de larga duración, anteriores a 1995", asegura Herrero. "Posiblemente alguien pueda pensar que se ha tardado demasiado tiempo, pero es preferible tardar a no identificarse nunca. Y una cosa que tiene que quedar clara es que ningún cadáver, por muy lejana que sea su fecha de hallazgo, cae en el olvido", afirma.
“Hay tres tipos de desapariciones, voluntarias, involuntarias y forzosas“
El CNDES también ha elaborado el perfil de la persona desaparecida en España: varón, mayor de edad, que desaparece de forma voluntaria. Aunque esta realidad es poliédrica y engloba situaciones muy diversas. "Hay tres tipos de desapariciones, voluntarias, involuntarias y forzosas", explica Manuel Pérez Mier, Policía Nacional.
"Las fugas de menores se consideran todas voluntarias. En las forzosas estaríamos hablando de secuestros o sustracciones parentales, o derivadas de homicidios y asesinatos. Y las involuntarias pueden ser casos de personas con una enfermedad degenerativa, por ejemplo, derivadas de un accidentes y catástrofes", aclara el policía.
Desaparecido en la Sierra de Béjar
En esa categoría involuntaria se investiga la desaparición de José Antonio Martínez, un montañero barcelonés de 45 años al que se le perdió la pista el 29 de diciembre de 2022 en la Sierra de Béjar, entre Salamanca y Cáceres. "A las nueve y once de la mañana me envió un WhatsApp diciéndome que empezaba la ruta", recuerda Merche Gasco, su pareja durante 17 años. "Y ya está... nada más, hasta las seis de la tarde que ya me digo 'pasa algo'. Le llamé y ya no había cobertura".
En estos dos años las búsquedas por esas cumbres —con drones, helicópteros, voluntarios y perros de rastreo— han sido infructuosas. "Es una sierra muy complicada, hay una parte de muchas caídas y barrancos, muy abrupta. Y luego la parte de Tornavacas con mucha vegetación. Puedes estar a un metro de otra persona y no verlo", explica Merche. "Aquella noche estaban a 12 grados bajo cero con vientos de 100 kilómetros por hora, granizando... por eso yo agradezco a todas las personas que entraron esa noche a buscarlo".
La mujer aplaude el esfuerzo de los guardias que se descolgaron por las gargantas y las paredes de Béjar. Pero se pregunta si hubo suficiente coordinación y medios: "Yo pedí que viniera la UME y se me dijo que la UME solamente participa en las emergencias, en catástrofes naturales. Después he visto que se ha movilizado a la UME para la búsqueda de otras personas. Yo todavía estoy esperando que alguien me explique por qué a José no".
Sin rastro de Teodoro González
¿Qué pudo pasar? ¿Estará vivo? ¿Quién se lo llevó? Preguntas como éstas martillean el día a día de los que buscan a un desaparecido. En ese estado mental llevan ya casi tres meses Luis, Gabriel y Ángela, los hijos de Teodoro González, un hombre de 72 años de El Espinar (Segovia) al que se le perdió la pista el pasado 31 de julio durante un paseo por el campo.
"Había ido a pasar unos días a Cilleruelo de San Mamés, el pueblo donde está viviendo mi hermana", relata Gabriel. "Mi padre fue a dar su paseo de la mañana como llevaba haciendo por costumbre... sale muy pronto, a las 6:30 y hace un paseo, al parecer por una vía pecuaria rodeada de campos de cultivo y un encinar".
A la vuelta de ese paseo, tras una llamada de teléfono a su hija, su rastro se esfuma. Nadie le ve, nadie se lo cruza. En plena ola de calor, con el temor de que pueda haber sufrido algún percance, esa misma tarde se activa la primera búsqueda.
"La Guardia Civil habla de una desaparición involuntaria no forzosa", nos cuenta Luis. "Es lógico, mi padre no lleva cartera, no lleva DNI, no lleva nada... ni documentación, ni dinero en efectivo". Pero la familia de Teodoro, un hombre sin problemas de salud, tiene dudas sobre esa teoría. Sobre todo por el terreno donde se produjo la desaparición, una zona de campos de cultivo sin desniveles. "Si se hubiese caído allí, provocado por un infarto o un golpe de calor, o un ictus o lo que fuera... se hubiera caído encima de unas encinas bajas, lo hubiéramos visto. Entonces mi hipótesis es que algo le ha pasado o alguien le ha hecho algo".
La última batida fue el pasado 5 de octubre. Desde entonces, no han recibido ninguna información. El no saber consume su día a día. Gabriel lo expresa de esta manera: "Yo estoy viviendo por vivir, realmente. Vives porque no te queda otra, porque tienes familia. Pero vamos... no tengo ninguna gana de vivir. Porque a mi padre me lo han robado".
“No tengo motivación por nada más que encontrar a mi padre“
A su hermano Luis también le cuesta mantener la esperanza: "Hasta el 31 de julio hemos estado viviendo con nuestros problemas, el día a día con sus cosas buenas y malas. Pero a partir del día 31 de julio estamos sobreviviendo, porque realmente es muy complicado. No tengo motivación por nada más que encontrar a mi padre".
El impacto psicológico
Detrás de cada caso hay un rostro y una historia distinta, pero todos comparten con un denominador común: la angustia interminable de quienes les buscan. "La desaparición de un ser querido es probablemente uno de los sucesos más devastadores que una persona pueda vivir", asegura Aida de Vicente, doctora en Psicología especialista en emergencias y traumas.
"Es mucho más impactante que vivir una muerte traumática cercana o una muerte por suicidio". El trauma, explica la experta, se prolonga indefinidamente en el tiempo, sin posibilidad de cierre, "con lo que la persona se ve envuelta en procesos de rumiación, pensamientos repetitivos, constantes... en los que repasa los últimos escenarios, las últimas conversaciones y se imagina todos los posibles escenarios".
“Es una gran losa la que llevamos encima y que pesa muchísimo. Y cuanto más años la llevas, más pesa“
"No se vive. Se sobrevive", explica Juan Bergua. "Es una gran losa la que llevamos encima y que pesa muchísimo. Y cuanto más años la llevas, más pesa. Y nos queda la triste amargura de que nos estamos haciendo mayores y no sabemos absolutamente nada del paradero de nuestra hija".
Al sufrimiento de la propia desaparición, se suma, el de tener que registrar el fallecimiento al cumplirse 10 años de ausencia. Un trance por el que ninguna familia quiere pasar, pero inevitable para evitar problemas administrativos con facturas, hipotecas o herencias. "El propio nombre es una barbaridad", considera Paco Lobatón. "Si no se ha encontrado el cuerpo ¿por qué se le hace firmar la muerte de un ser querido a esa familia? Es una crueldad añadida", lamenta.
Fundación Quién Sabe Dónde Global
Lobatón, hoy al frente de la Fundación Quién Sabe Dónde Global, lleva más de 20 años dedicado al drama de las desapariciones y conoce de cerca el sufrimiento que provocan. Cree que hace falta más acompañamiento y cambios legislativos para que los casos no se archiven ni caigan en el olvido. Para él, hay una frase que resume al mismo tiempo el dolor y la fuerza de estas familias: "Te buscaré mientras viva".
Fundación Quién Sabe Dónde Global
Lobatón, hoy al frente de la Fundación Quién Sabe Dónde Global, lleva más de 20 años dedicado al drama de las desapariciones y conoce de cerca el sufrimiento que provocan. Cree que hace falta más acompañamiento y cambios legislativos para que los casos no se archiven ni caigan en el olvido. Para él, hay una frase que resume al mismo tiempo el dolor y la fuerza de estas familias: "Te buscaré mientras viva".