Los inviernos volcánicos, no el calor, determinaron la extinción de los dinosaurios en el Triásico
- Un nuevo estudio contradice la hipótesis tradicional de que las elevadas temperaturas causaron una de las extinciones masivas
- Los aerosoles de sulfato liberados por las erupciones volcánicas bloquearon la luz solar y descendieron las temperaturas
La extinción de los dinosaurios que marcó el final del período Triásico hace más de 200 millones de años no estuvo relacionada con las elevadas temperaturas, como tradicionalmente se ha pensado, sino con el frío extremo. Así lo determina un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences y realizado por investigadores del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Escuela de Clima de Columbia, en Estados Unidos.
Este evento se considera una de las cinco grandes extinciones masivas de la Tierra y eliminó repentinamente en torno a tres cuartas partes de todas las especies vivas. Coincidió con erupciones volcánicas masivas que fragmentaron Pangea, el supercontinente que alguna vez unió casi toda la tierra emergida del planeta. Durante un periodo de unos 600.000 años, emergieron millones de kilómetros cúbicos de lava, que separaron lo que hoy se conoce como América, Europa y el norte de África.
Una nueva hipótesis sobre la extinción
Tradicionalmente, una de las teorías más destacadas sobre la desaparición de las especies ha sido la que sostiene que el dióxido de carbono liberado por estas erupciones fue el principal culpable de la extinción, al elevar las temperaturas globales a niveles insostenibles y acidificar los océanos. Sin embargo, el reciente estudio plantea que la rápida liberación de aerosoles de sulfato, resultado también de las erupciones volcánicas, tuvo otro efecto: enfrió el planeta drásticamente.
Según las evidencias que presentan los investigadores, los primeros pulsos de lava que marcaron el fin del Triásico no fueron prolongados, sino episodios breves pero intensos. Cada uno duró menos de un siglo. Esta intensa actividad volcánica dispersó partículas de sulfato en la atmósfera, que reflejaron la luz solar y provocaron un enfriamiento global. "El dióxido de carbono y los sulfatos actúan no solo de forma opuesta, sino en marcos temporales opuestos", explica Dennis Kent, autor principal del estudio.
“Nos lleva al ámbito de lo que los humanos pueden comprender. Estos eventos sucedieron en el lapso de una vida“
El experto añade que requiere mucho tiempo que se acumule el dióxido de carbono y caliente el planeta, sin embargo, la acción de los sulfatos es prácticamente instantánea. “Nos lleva al ámbito de lo que los humanos pueden comprender. Estos eventos sucedieron en el lapso de una vida", plantea.
Los inviernos volcánicos, consecuencia de estas erupciones, causaron estragos en un ecosistema que ya enfrentaba condiciones difíciles. Durante el Triásico tardío, los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera eran ya tres veces más altos que los actuales. Aunque este aumento gradual de las temperaturas pudo haber contribuido a la extinción, fueron las repentinas caídas de temperatura lo que, según apunta el estudio, terminaron previamente con muchas de las especies.
La concentración de las erupciones, un factor clave
Durante mucho tiempo, se ha atribuido la extinción que marcó el final del Triásico y el comienzo del Jurásico a la erupción de la Provincia Magmática del Atlántico Central (CAMP). En un estudio pionero en 2013, Kent y su equipo utilizaron métodos de paleomagnetismo para demostrar que las erupciones iniciales de CAMP se produjeron simultáneamente en diversas regiones del planeta. La última investigación refuerza esa conexión, al sugerir que la concentración de la actividad volcánica y la rápida liberación de sulfatos fueron factores decisivos.
Los investigadores han examinado los depósitos de CAMP en diversos territorios, como Marruecos, Nueva Escocia y Nueva Jersey. En estos sedimentos, han identificado alineaciones de partículas magnéticas que revelan que las erupciones ocurrieron en un periodo de tiempo condensado. Estas alineaciones reflejan el desplazamiento del polo magnético de la Tierra durante esos eventos. Dado que este polo no es fijo y se mueve cada año, las partículas formadas en un periodo cercano tienden a apuntar en la misma dirección, mientras que las que se formaron miles de años después presentan orientaciones diferentes. Así, encontraron cinco pulsos de lava iniciales sucesivos de CAMP, cada uno con un intervalo de menos de 100 años entre ellos. Esta secuencia permitió que los aerosoles de sulfato bloquearan la luz solar, lo que derivó en una caída abrupta de las temperaturas globales.
Aunque los aerosoles de sulfato tienden a desaparecer de la atmósfera en poco tiempo, el estudio destaca que su efecto inmediato fue devastador, debido a la rapidez y el tamaño de las erupciones. Toma como referencia la erupción del volcán islandés Laki en 1783, que causó pérdidas de cosechas en Europa. Los investigadores sugieren que los pulsos de CAMP fueron cientos de veces más intensos.
Los sedimentos justo debajo de las capas de CAMP revelan una rica diversidad de vida que existió durante el Triásico, con grandes reptiles, anfibios y plantas tropicales, que se extinguieron rápidamente tras las erupciones. Sin embargo, algunos pequeños dinosaurios emplumados, presentes durante decenas de millones de años, lograron sobrevivir, crecer y prosperar, lo que les permitió ocupar un rol dominante en el planeta durante el Jurásico.
Paul Olsen, coautor del estudio y paleontólogo en Lamont-Doherty, explica la importancia de la concentración de estos eventos volcánicos: "Los eventos pequeños que se extienden a lo largo de decenas de miles de años producen un efecto mucho menor que el mismo volumen total de vulcanismo concentrado en menos de un siglo".