Las trabajadoras de la residencia de Massanassa que salvaron a sus ancianos: "No nos hemos ido desde el martes"
- Consiguieron subir a los residentes uno a uno hasta el piso superior justo antes de que llegase la riada
- Sigue en directo el minuto a minuto sobre las inundaciones en Valencia y resto de España
El pasado martes 29 de octubre, cuando la DANA comenzó a golpear salvajemente a la provincia de Valencia, saltó a las redes sociales un video que rápidamente se hizo viral por su dramatismo, en el que aparecía una residencia completamente inundada. Los ancianos, muchos en silla de ruedas, aparecían en las imágenes con el agua hasta la cintura, mientras esperaban a ser evacuados. En un primer momento, se apuntó a que la residencia estaba en Massanassa, aunque en realidad se encontraba en Paiporta, la población vecina, y finalmente fallecieron seis de los residentes.
Massanassa es otra de las localidades que está en la considerada como zona cero del temporal más destructivo que ha azotado al Levante español en décadas. Pero en su centro de mayores no hubo que lamentar ningún fallecimiento. Después de más de dos días trabajando sin apenas descanso, sus empleadas pueden decirlo con una mezcla de alivio y orgullo, sin poder evitar que se les salten las lágrimas al hacerlo, porque es ahora cuando comienza a aflorar la angustia de todo lo que han vivido.
Quien primero dio la voz de alarma fue María José, que trabaja en la recepción, situada en la planta baja. "El tiempo no estaba muy bien pero tampoco llovía mucho. De repente, alcé la vista y vi que estaba subiendo muy rápido el nivel del agua en la calle", recuerda sobre el comienzo de todo. Sin pensárselo dos veces, avisó por megafonía al resto de sus compañeras, que bajaron corriendo y comenzaron a poner a salvo uno a uno a los residentes, todos ellos con problemas de movilidad.
"Empezó a entrar el agua por todos los sitios y nosotras a subir a todos los abuelos desde la planta baja a la primera planta con el ascensor, porque no había otra manera de hacerlo ya que la mayoría está en silla de ruedas", relata María José. Todo el personal que se encontraba en aquel momento en la residencia se coordinó, entre enfermeras, auxiliares, cocineras... " Éramos 8, y ellos entre 60 y 70. Tuvimos que achicar el agua de los pasillos para que no entrase en el ascensor, y cuando subimos por fin a la última persona, escuchamos un estruendo enorme, y era que la riada había reventado las puertas de la enfermería. Aquello era como un tsunami, igual que en las películas", revive.
Después, se quedaron toda la noche vigilando, preparadas para evacuar a los ancianos a la segunda planta si seguía subiendo el nivel del agua. "Llevamos aquí desde el martes, aún no nos hemos ido", confiesa María José, quien no oculta que está agotada, pero que aún le quedan fuerzas para seguir ayudando en todo lo que haga falta. Sobre los primeros momentos, reconoce que pasaron "mucho miedo", aunque ahora siente "mucha satisfacción de haber reaccionado tan rápido y haber salvado a todos, sin que haya muerto nadie".
A Sole, la supervisora de la residencia, le flaquea la voz cuando habla de sus compañeras. “Ellas han tenido la fuerza para ponerles a salvo. Todo el mundo está bien, gracias a Dios", expresa con emoción. "El equipo hizo un trabajo excepcional. Gracias a su profesionalidad ha ido todo bien", reconoce por su parte Inma, la directora del centro.
Ayuda de voluntarios
Los ancianos, más de 130 en total, ya están ubicados en las habitaciones, aunque ahora hay que ir planta por planta, dándoles de comer, cambiándoles los pañales, proporcionándoles su medicación... En principio, no les falta de nada, y el edificio en el que se encuentran se ha convertido en una burbuja protectora que los mantiene aislados del resto de Massanassa, un pueblo reducido prácticamente a escombros y barro, con una gruesa capa marrón cubriéndolo todo, bajos reventados y amasijos de automóviles hasta en la copa de los árboles.
"Ha venido muchísima gente a ayudarnos. Voluntarios, bomberos, personal médico, personal del Ayuntamiento… Nos traen la comida, la cena, los medicamentos de los pacientes", cuenta con gratitud Sole, la supervisora del centro.
En la planta baja, junto a la recepción desde la que María José dio la voz de alarma, ahora un grupo de voluntarios trabaja para retirar el lodo y los restos de la riada, que se han quedado adheridos al suelo y las paredes como una alfombra viscosa. Es la cara amable de la tragedia, la de la solidaridad. También la del agradecimiento a estas ocho mujeres valientes que consiguieron poner a salvo hasta la última vida que dependía de ellas.