Enlaces accesibilidad
DANA, zona cero (IV)

Una riada que nadie esperaba: "Predicen una DANA, y se entera todo el mundo menos nosotros"

Por
DANA: Benetússer y Alfafar.
Vecinos de Benetússer trabajan para limpiar las calles de lodo. S.A.P.

La DANA que se ha ensañado con la provincia de Valencia se recordará como uno de los episodios más destructivos de la historia reciente de España y, al menos, como el peor del siglo XXI. Debido a una combinación de factores geográficos y meteorológicos, la Comunidad Valenciana sufre con frecuencia episodios de gota fría, caracterizados por lluvias torrenciales que pueden provocar crecidas de ríos y barrancos. Sin embargo, en la región de l'Horta Sud, golpeada sin piedad por las inundaciones, nadie se esperaba que algo así pudiese suceder.

"Esto es algo impensable. Cuando la 'riuà' aún no había nacido, pero tengo 58 años y en toda mi vida es la primera vez que veo algo así", asegura Dolores, que ha bajado al portal para hablar con sus vecinos, que viven en una casa baja y ahora están sacando todos sus enseres cubiertos completamente por el barro.

El acontecimiento al que se refiere esta vecina de Benetússer es la gran riada de Valencia. Ocurrió el 14 de octubre de 1957, cuando una sucesión de lluvias torrenciales provocó el desbordamiento del río Turia. La crecida fue devastadora: causó al menos 81 muertos, afectó a miles de personas y ocasionó incalculables daños materiales. Hasta ahora, era la mayor catástrofe natural que se recordaba en la zona.

DANA en Alfafar y Benetússer.

Tres jóvenes de Alfafar trabajan para retirar el barro acumulado.

Escenas de horror

Benetússer y Alfafar están muy cerca de la ciudad de Valencia, de la que les separa el río Turia y poco más de 5 kilómetros en línea recta. Estas dos poblaciones, pegadas una a la otra hasta el punto de que sus calles encajan como piezas de un puzzle, han comenzado a quitarse de encima la gruesa capa viscosa que lo embadurna todo, pero el desastre es absoluto y las escenas de horror se alternan con la lucha de los vecinos por salir del infierno en el que están sumidos. Hace escasas horas, un equipo de bomberos ha conseguido por fin acceder al túnel subterráneo que conecta ambas localidades por debajo de las vías del tren, y ha encontrado allí decenas de vehículos atrapados. Ahora comprueban si hay cuerpos en su interior.

En las calles, convertidas en un gran vertedero, el panorama sigue siendo desolador. Los vecinos que viven en plantas bajas, así como los dueños de locales y comercios, han sacado al exterior muebles y electrodomésticos para comenzar a sanear. No ha quedado prácticamente nada recuperable, y los objetos ahora inservibles se amontonan sobre el barro como el testimonio roto de múltiples vidas. Los automóviles arrastrados por la riada no han sido retirados aún, y se han convertido en el paisaje más visible del desastre, junto con el color marrón omnipresente. Muchos callejones de Benetússer aparecen taponados por montañas de coches, que se apilan los unos sobre los otros hasta alcanzar los pisos superiores de los edificios.

DANA: coches en Benetússer.

Automóviles arrastrados por la riada se amontonan en una calle de Benetússer. S.A.P.

Mientras tanto, los habitantes de l´Horta Sud siguen sin dar crédito a lo sucedido, intentando encajar el brutal mazazo que recibieron en cuestión de minutos. "Yo sabía que desde arriba ese barranco se iba a llenar, pero no podía imaginar la magnitud que ha alcanzado", afirma Manuel, quien vive en Alfafar y ha salido a la calle en busca de agua para beber y asearse, porque la mayoría de los hogares siguen sin los servicios más básicos.

Como a muchos de sus vecinos, lo que más le sorprende es que la aciaga tarde de la riada "tampoco estaba lloviendo tanto". Allí no, pero sí más arriba, en Chiva y Buñol, donde se registraron precipitaciones monstruosas de entre 400 y 500 litros por metro cuadrado en apenas 8 horas, que cargaron el barranco del Poyo con un caudal inconcebible. "Hace unos años, el barranco se llenó hasta arriba, pero no desbordó", recuerda este hombre, quien aún se muestra sobrecogido porque "en menos de media hora, el agua subió dos metros". "No podíamos imaginar este desastre", repite una y otra vez.

Falsa sensación de seguridad

Para dar una idea de esa falsa sensación de seguridad que siempre han tenido ante las inundaciones, otro vecino de Alfafar, llamado Ismael, recuerda cómo su padre le contaba que "durante la riada de 1957, en Catarroja había dos metros de agua y aquí no había nada". "Ha habido bajadas de agua, pero ninguna como esta", comenta Juani, a su lado. "Nunca pensamos que el agua pudiese bajar así, que iba a llegar a ese nivel", agrega Arturo, un joven que está sacando el barro a paladas y se suma a la conversación.

De regreso a Benetússer, Marta trabaja para limpiar la guardería que posee en la localidad. Tiene otra en Sedaví, muy cerca de allí, que también ha quedado arrasada. Ahora no sabe qué será de su futuro, porque se trata de un negocio familiar y tiene todos sus ahorros invertidos en él.

"Nos ha sorprendido totalmente. Si a mí me cuentan esto un mes antes y me enseñan fotografías de lo que iba a suceder, no me lo creo", asegura. "Es verdad que Benetússer, cuando llueve, siempre se inunda bastante, porque entre otras cosas el alcantarillado no funciona bien, pero como mucho el agua cubre las aceras y te llega por los tobillos", explica.

Túnel Alfafar y Benetússer.

Bomberos intentar abrir un vehículo atrapado en un túnel subterráneo para comprobar si hay algún cuerpo en su interior. S.A.P.

Sobre las aceras, entre el lodo y los residuos arrastrados por la riada, se acumulan también las bolsas de basura, que llevan días esperando a que alguien las recoja y ahora despiden un olor nauseabundo. Aún quedan muchas personas dependientes que no pueden salir de sus domicilios, pero están siendo socorridas por familiares, amigos y voluntarios, que les traen la comida y los medicamentos necesarios. En algunos casos, si el portal está bloqueado, la ayuda llega a través de los patios traseros, o directamente por el balcón.

"Nadie espera algo así", coincide Juanma, quien coordina las labores de limpieza de una nave industrial, muy cerca de las vías del tren y del túnel subterráneo donde los bomberos siguen localizando coches semisumergidos e intentan acceder a ellos con separadores hidráulicos para comprobar si hay cuerpos en su interior.

"Las administraciones públicas siempre pecan de lo mismo: de tarde, mal y nunca. Solamente se acuerdan de nosotros cuando tenemos que votar", se queja este vecino de Benetússer. "Predicen que viene una DANA, y se entera todo el mundo menos la Comunidad Valenciana. Sabían en todo el mundo que venía una DANA para aquí no hicieron nada, y ahora salen a hacerse la foto", critica.

"Es algo que no esperaba nadie. Estamos acostumbrados a que caiga agua, pero nunca tanto", expone Alberto, que camina por una calle no muy lejos de allí. "No se ha podido evitar, o tal vez sí, porque alertar antes a la población hubiera evitado muertes, y se habrían salvado vidas", expresa con desconsuelo.

Aún es pronto para realizar cualquier valoración, aunque se espera que la cifra de fallecidos continúe aumentando a medida que pasen los días y se pueda acceder a sótanos, garajes y túneles subterráneos, convertidos en una ratonera para multitud de coches y sus ocupantes. Seguramente, estas personas nunca pensaron que las calles que recorrían todos los días, o esos mismos túneles que habían atravesado incontables veces, pudieran transformarse de golpe en un río descontrolado.