¿Solo el pueblo salva al pueblo? Los peligros de la antipolítica tras la catástrofe de Valencia
- Algunos expertos advierten del riesgo de azuzar la "desconfianza" hacia las instituciones en una emergencia climática
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Las imágenes de oleadas de voluntarios accediendo a pie a las localidades más afectadas por la DANA de Valencia, dispuestos a meterse en el barro para ayudar a sus vecinos, han dado la vuelta al mundo y han conmovido a la sociedad española, que todavía procesa esta tragedia que ha dejado más de 200 muertos.
Estas fotos y vídeos corrieron por las redes sociales acompañadas, en muchos casos, con la frase "solo el pueblo salva al pueblo", un lema históricamente asociado a la ayuda mutua y la solidaridad ciudadana, pero cuyo uso en contextos como el actual y con determinados intereses puede tener peligrosas derivadas, según coinciden varios expertos consultados.
"Sobre una base de desesperación y de indignación por la situación, este tipo de mensajes que inciden en el 'todos son iguales, solo el pueblo salva al pueblo', lo que hacen es incrementar la desconfianza en las instituciones y en lo público", asegura a RTVE.es Cristina Monge, politóloga de la Universidad de Zaragoza.
En la misma línea, el profesor de Filosofía de la Universidad de Murcia Juan M. Zaragoza recuerda que "el pueblo salva al pueblo, sí, pero no solo". Asegura que "ciertos movimientos de la extrema derecha" están tratando de "capitalizar" un descontento con las instituciones que ya venía de lejos, pero que con esta tragedia ha adquirido una nueva dimensión, con el fin de lograr la "deslegitimación del Estado".
"Hay un desconcierto que puede conducir a un abandono de las instituciones y, lo que me parece más peligroso, también de la democracia", advierte. Se empieza a escuchar, sigue, un discurso según el cual "necesitamos otros políticos". "¿Qué políticos? Porque de ahí al cirujano de hierro hay un paso", se pregunta.
Las instituciones públicas, vitales frente a estas tragedias
Para Monge, no es necesario esperar al medio o largo plazo para ver los efectos de la difusión del mensaje antipolítico. Los "enfrentamientos sociales", especialmente en situaciones de catástrofe, son uno de estos efectos, y es lo que se vio el domingo en la tensa visita a Paiporta de los reyes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, quienes fueron increpados y sufrieron el lanzamiento de barro por parte de los afectados de la inundación. Sánchez incluso fue agredido y la Justicia ya investiga lo ocurrido.
Esta profesora advierte de que la desconfianza en las instituciones tiene consecuencias prácticas: "Puede desembocar en que llega un aviso de la AEMET o una alerta de Protección Civil y no me lo creo, eso es muy peligroso y puede generar mayores problemas".
Y además, recuerda, en crisis como esta las instituciones son las que tienen que hacer "una buena parte del trabajo, lo fundamental, para gestionar esta situación". El problema de frases como "solo el pueblo salva al pueblo", sigue, surge sobre todo "cuando se utiliza el pueblo como opuesto a cualquier cosa que es una representación política o institucional", y recuerda que en democracias representativas como la española "el pueblo salva al pueblo cuando paga sus impuestos".
“El problema surge cuando se utiliza el pueblo como opuesto a cualquier cosa que es una representación política o institucional“
"Hay un compromiso democrático de otorgar la confianza al personal sanitario para que gestionen nuestra salud, o a los servicios de protección civil y a los bomberos para que gestionen nuestra seguridad", cita, por ejemplo.
¿Es compatible la intervención del Estado con la de los voluntarios?
Desde Contra el Diluvio, un grupo de reflexión y acción sobre el cambio climático y sus consecuencias sociales, piden huir de "falsas dicotomías" entre la acción popular y la de las instituciones públicas. "Es urgente y necesario reforzar las estructuras del Estado (autonómico y nacional) tanto en la prevención como en la respuesta al desastre, así como las propias estructuras de apoyo mutuo que articulan un 'solo el pueblo salva al pueblo' organizado", señalan, sin que este lema sirva a la "agenda de exclusión y negacionismo de la extrema derecha".
El lema ya lo han utilizado conocidos agitadores de ultraderecha, como el eurodiputado Alvise Pérez, la Falange o la organización Revuelta, vinculada a las protestas de Ferraz del año pasado que en varios casos terminaron en violentos disturbios.
Reconocen que se ha usado en un momento en el que "el Estado, en cualquiera de sus fuentes, estaba ausente". En Chiva, por ejemplo, un pueblo a apenas 30 kilómetros de Valencia, los vecinos denunciaban que tres días después de la inundación no había llegado aún la ayuda del Ejército o la UME mientras seguían sin luz, agua, comida o cobertura.
Sin embargo, desde Contra el Diluvio puntualizan que "muchas de las personas que lo utilizaban [el lema] en un primer momento lo hacían mientras reclamaban la intervención de maquinaria pesada y personal especializado", lo que el voluntariado no puede aportar. Coincide Monge en que tanto las instituciones como las "movilizaciones sociales y voluntarios" son "imprescindibles", y estos últimos, además, "van a necesitar de la Administración para coordinar tareas".
Lecciones de la pandemia: la ayuda mutua es la primera en llegar
Para Zaragoza, profesor de Filosofía, la intervención pública y la de la sociedad no es incompatible "sino todo lo contrario". Él estudió durante la pandemia la respuesta de las asociaciones ciudadanas ante la crisis, con casos prácticos de Valencia y Murcia en España y de dos ciudades de Brasil.
“ En caso de catástrofe, la primera ayuda que llega es siempre la ayuda mutua“
Una conclusión "evidente" de aquel análisis es que "en caso de catástrofe, la primera ayuda que llega es siempre la ayuda mutua". "El Estado tiene su ritmo, unos tiempos, unos protocolos", señala, como por ejemplo a los que obliga la logística de desplegar a los miles de militares presentes ahora en Valencia, mientras que los ciudadanos podemos "coger un cartón de leche y bajárselo a los vecinos" de manera mucho más veloz y eficaz en los primeros compases de la tragedia.
En localidades como Paiporta, Alfafar, o Massanassa, algunas de las más devastadas, la primera ayuda que recibieron los afectados por la DANA fue la de sus vecinos más cercanos, quienes les salvaron la vida en muchos casos resguardándolos en lugares altos y seguros, o bien les acogieron cuando perdieron sus casas.
"Cuando pasa el momento de emergencia, lo que queda ahí son las organizaciones que existían antes"
En un primer momento, en cualquier crisis de este tipo surge inevitablemente la iniciativa de ir a ayudar, una "gran explosión" que, aunque pueda ser muy efectiva, termina por diluirse con el paso del tiempo. "Y cuando pasa el momento de emergencia, lo que queda ahí son las organizaciones que existían antes, que siguen manteniendo esa ayuda", señala. Otra de las principales conclusiones de su trabajo en la pandemia fue comprobar cómo la ayuda de las organizaciones ya establecidas, fueran del tipo que fueran, es "mucho más eficaz porque está mucho más organizada".
Cita el caso de estudio de la organización Construint Malilla, una asociación juvenil que, por ejemplo, tenía ya un registro a los vecinos vulnerables de este barrio del sur de Valencia a los que poder socorrer y por tanto pudieron alcanzarles antes que llegara la ayuda de otros voluntarios o de las instituciones.
"La conclusión lógica es que un Estado que sea consciente de sus límites y que se preocupe por la respuesta a la ciudadanía en caso de emergencia lo que debe hacer es incentivar el tejido asociativo, que sabe que le dará ese colchón de respuesta, y eso también es intervención estatal", destaca.
¿Ha fallado el Estado?
¿Ha fallado el Estado en Valencia? La queja unánime de los vecinos de Chiva o Paiporta, especialmente en los primeros días, era la de sentirse "abandonados", tanto por la falta de advertencia del peligro —la alerta de Protección Civil a los móviles llegó cuando muchos pueblos ya estaban inundados—, como por la ausencia de medios para limpiar las calles o proveer de los recursos más básicos a los vecinos.
Cristina Monge coincide en que la actuación pública pudo ser tardía y mejorable, y que hay que revisar protocolos de cara al futuro, pero también destaca que "hay cosas que funcionaron". También es Estado la AEMET, recuerda, que funcionó bien porque envió alertas desde primera hora del martes, o la Universidad de Valencia, que suspendió preventivamente las clases.
La frase "solo el pueblo salva al pueblo", recuerda Juan M. Zaragoza, hay que entenderla en su contexto original. Surgió en Latinoamérica a principios del siglo XX "y allí, por desgracia, en muchos de los países no tienen un Estado como tenemos nosotros". Volviendo a su estudio de la pandemia, en uno de los barrios de favelas de Rio de Janeiro que analizaron, solo apareció "un Estado armado, represor", sin ningún otro tipo de asistencia.
"Nadie diría ahora en serio que el Estado no está interviniendo en la Comunidad Valenciana o que hay un Estado fallido. Solo hay que ver lo que está haciendo el Ministerio de Transportes", señala, en referencia a la rápida reparación de carreteras y vías de tren afectadas.
Una desconfianza que viene de lejos
En todo caso, la desconfianza hacia las instituciones públicas no ha nacido en el barro de Valencia. "Llevamos ya muchos años viendo que los índices de desconfianza institucional van al alza", apunta Monge, y Zaragoza recuerda que ya hace ocho años de la primera victoria de Donald Trump en Estados Unidos, que evidenció la magnitud de este descrédito y el empuje del negacionismo y de las fake news.
"La desconfianza hacia el Estado y las instituciones no viene del uso de un lema, viene de la incapacidad de estas para responder a las necesidades de los ciudadanos", recuerdan desde Contra el Diluvio, "ya sea en una crisis atroz y fulgurante como la de estos días, en la prolongada crisis de la vivienda, o la climática que es y será causa de desastres meteorológicos como el que estamos viviendo". Esta desconfianza, recalcan, viene azuzada por el interés de ciertas partes de la sociedad en que "lo que queda del Estado del bienestar caiga".
Está por ver cómo se articula este descontento a largo plazo, más allá del shock de esta primera semana de tragedia. Este colectivo pide "aprovechar la rabia y el dolor" generalizados de estos días para empujar a un programa ambicioso en materia de adaptación al cambio climático -que ha alimentado estas tormentas- y en mitigación del mismo.
"Lo que tenemos que hacer es organizarnos como pueblo", incide Zaragoza. Propone, por ejemplo, imaginar soluciones como un "Ejército del clima" para restaurar la naturaleza y preparar así el territorio ante catástrofes que irán a más, impulsado por el Estado pero con la intervención de "la sociedad civil organizada".