Abucheos a Kamala Harris y gritos de "luchad, luchad, luchad": la retórica inflamada de un mitin de Donald Trump
- El expresidente congrega a miles de personas el último día de campaña, por donde también ha pasado Kamala Harris
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"Trump, Trump, Trump, Trump". El grito sincopado del nombre del candidato, con miles de personas levantando el puño en alto, es uno de los cánticos preferidos de los seguidores del candidato republicano, reunidos en un céntrico pabellón deportivo de la ciudad de Reading en Pensilvania. El entusiasmo solo es comparable cuando alguno de los oradores nombra a Kamala Harris o a Joe Biden, lo que desata abucheos unánimes, y, sobre todo, cuando se lanza la gran consigna de estas elecciones, nacida de la reacción de Trump cuando una bala le atravesó la oreja en el intento de asesinato de Butler: "Fight, fight, fight" ("Luchad, luchad, luchad").
Tanto Trump como Harris han estirado todo lo posible la víspera de la jornada electoral, con varios actos a lo largo del día, aunque ambos se han cruzado en Reading, en el corazón de la comunidad latina de Pensilvania. Aquí, el 69% de los 95.112 habitantes, según el censo de 2020, son latinos, lo que lo convierte en un lugar clave para intentar atraerse los últimos votos de un segmento crucial para atrapar la victoria en el estado decisivo.
Sin embargo, no eran demasiados los latinos que hacían cola desde horas antes de que empezara el mitin, aunque algunos eran muy ruidosos: un puñado de puertorriqueños, ataviados con las gorras rojas que llevan muchos de los simpatizantes republicanos y enarbolando una gran bandera que rezaba "Trump 2024" con banderolas boricuas engarzadas, coreaban al candidato desde el primer momento. Junto a ellos, una veintena de estadounidenses de origen asiático también mostraba su apoyo, ondeando banderas de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos.
Algunos vecinos de Reading se saludan entre ellos y muchos de los asistentes comentan sobre política. "Con lo que hace el FBI con los negros, y a nosotros nos llaman racistas", se queja una señora, al tiempo que un grupo de jóvenes despotrica contra el gobierno federal. Una vez abiertas las puertas, en cualquier caso, la fila avanza rápido y en menos de una hora, tras superar un control de seguridad, el público está dispuesto en el recinto. La música a todo volumen no da tregua, con preferencia por los temas rockeros, desde Led Zeppelin o AC/DC a Guns and Roses, aunque el grupo que más temas coloca en la lista es un clásico americano: The Beach Boys. La espera es larga y muchos la entretienen bailando.
Enardecer al público
El mitin propiamente dicho da comienzo a mediodía, con una oración, el saludo a la bandera y el himno nacional, momento en que toda la concurrencia se pone en pie, con la mano derecha en el corazón. Todavía faltan horas para que aparezca la gran estrella, pero, mientras tanto, los oradores se suceden en el escenario: varios representantes republicanos, dos senadores, el ex secretario de Estado Mike Pompeo y el aspirante republicano al escaño del Senado Dave McCormick, que cierra la primera tanda.
Los temas son recurrentes: el aumento de la inflación, del que culpan al tándem Biden-Harris; la inmigración ilegal y las promesas de endurecer los controles en la frontera; las regulaciones que impiden explotar el abundante gas de esquisto de Pensilvania mediante el fracking; y, por supuesto, las imprecaciones contra Kamala Harris y Joe Biden. Cuando se alude al actual presidente y a su vicepresidenta, muchas veces se oyen gritos desde los asientos: "Traidores".
Lo que mejor funciona, en cualquier caso, es enardecer al público prometiendo una gran victoria electoral, como hace Glenn Thompson, miembro de la Cámara de Representantes por Pensilvania, que hace gritar a los asistentes la versión ampliada de esa nueva consigna: "Fight, fight, fight. Vote, vote, vote. Win, win, win" ("Luchad, luchad, luchad. Votad, votad, votad. Ganad, ganad, ganad"). En un tono más moderado, los oradores también repiten el lema que aparece en los anuncios electorales del expresidente: "Kamala broke it, Trump will fix it" ("Kamala lo ha roto, Trump lo arreglará").
Tras una pausa -que muchos aprovechan para comer algo-, abre una nueva ronda Marco Rubio, senador por Florida y una de las principales bazas republicanas para atraerse el voto latino. Él fue uno de los oradores del mitin de Allentown, otra ciudad de Pensilvania con gran cantidad de hispanos, de hace una semana, cuando Trump intentó congraciarse con la comunidad puertorriqueña, ofendida por un chiste lanzado por un cómico en un acto anterior, en el que llamaba "isla flotante de basura" a Puerto Rico. "Nadie ama más a los puertorriqueños que yo", aseguró entonces Trump.
Poca presencia de la comunidad latina
La comunidad puertorriqueña es muy relevante dentro de los latinos, porque todos ellos tiene derecho a votar si residen en algún estado de la unión. En Pensilvania son más de 470.000, más del 40% de los hispanos, y en Reading hay casi 30.000, según los datos oficiales. Sin embargo, ninguno de los oradores -ni el propio Trump, cuando le llegue el turno- alude a la polémica, que parece estar lastrando el apoyo de parte de la comunidad latina.
A excepción de un breve saludo del congresista Dan Meuser -"Muchas gracias, mis amigos"-, Rubio es el único que se dirige en castellano a la concurrencia, aunque primero pide permiso: "Voy a decir unas pocas palabras en español a los latinos. Hablan inglés, pero prefiero hacerlo así porque luego los medios traducen mal mis palabras", desliza. Como cada mención a la prensa, el público responde con abucheos.
Sin embargo, cuando Rubio anima a que se muestren "los dominicanos y boricuas", no son demasiadas las manos que se alzan; muchas menos de las esperadas, en cualquier caso, teniendo en cuenta la cantidad de latinos que viven en Reading. "La inmigración legal es positiva para el país", afirma el senador, "pero lo que está pasando ahora es un descontrol y un caos total que está poniendo en peligro nuestras comunidades".
Tras Rubio, es el turno de la gobernadora de Arkansas, Sarah Huckabee y de uno de los hijos de Trump, Eric, hasta que, por fin, más de tres horas después de que comenzara el acto, aparece el propio Donald Trump, con el aura de una estrella del espectáculo. De camino al atril, se para varias veces para saludar a los asistentes, que le vitorean sin cesar, al menos todo lo que pueden mientras tratan de grabar y fotografiar al líder republicano con sus móviles.
Emociones desbordadas
Es el momento álgido de la jornada, aunque el Santander Arena -el banco español patrocina el recinto deportivo- no ha terminado de llenarse: el fondo opuesto al atril y buena parte de los laterales están vacíos, mientras que en el resto de sectores quedan asientos libres. El pabellón tiene una capacidad de más de 7.000 personas, pero la asistencia debe rondar las 4.500 personas. No es poco, teniendo en cuenta que tiene lugar en horario laboral, pero no alcanza los grandes llenos de la campaña de 2016, cuando Trump reventaba el aforo allí donde fuera.
En cualquier caso, quienes sí han ido están entusiasmados con el candidato. Trump no parece seguir un guion establecido, se deja llevar por su verborrea, aunque repite las ideas clave ya avanzadas: la inflación, el control de la frontera, la inevitable victoria que le va a devolver a la Casa Blanca. El público se divierte y se ríe con sus chistes, los buenos -"ella me copia todo, hasta el Saturday Night Live", dice Trump sobre la aparición este sábado de su rival en el célebre programa de la NBC- y los menos afortunados - "No he entendido la mitad de los que ha dicho Marco"-.
El momento más emotivo, sin embargo, es cuando Trump hace subir al escenario a Patty Morin, cuya hija fue violada y asesinada en agosto del año pasado por un inmigrante ilegal salvadoreño. Al borde de las lágrimas, la madre recuerda a Rachel, madre de dos niños, e insiste en la necesidad de controlar la frontera: "No estamos en contra de la inmigración, sino de la inmigración ilegal".
Trump también hace subir al escenario a su familia, y de nuevo a Dave McCormick, y acaba vaticinando una victoria incontestable este martes. "¡Hace cuatro años que espero esto! ¡Y vosotros también!", asegura entre el rugido de sus seguidores, convencidos de que esta vez, Pensilvania se teñirá de rojo para llevarle de nuevo a la Casa Blanca.
Cruce de caminos en Pensilvania
Mientras Trump celebraba su mitin en Reading, Kamala Harris estaba a apenas 60 kilómetros, en Allentown, otra ciudad en la que la comunidad latina constituye más de la mitad de la población. Su acto estaba, además, claramente orientado hacia los hispanos, puesto que se ha hecho acompañar de dos raperos puertorriqueños, Fat Joe y Frankie Negron.
La sorpresa demócrata ha sido que, poco después del mitin de Trump, Harris ha aparecido sin previo aviso en Reading, según recoge Reuters, una breve visita a un local de comida puertorriqueña, el Old San Juan Cafe, junto al gobernador de Pensilvania, John Shapiro, y la representante demócrata por Nueva York Alexandra Ocasio-Cortéz, de ascendencia boricua.
Tras cruzarse en Reading, ambos candidatos han partido hacia Pittsburgh, la segunda ciudad más poblada de Pensilvania, aunque Trump ha alargado la jornada con un último acto en Grand Rapids, en el estado de Míchigan.