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DANA, zona cero (VII)

"¿Cómo podemos ayudar?": así se organizan los voluntarios para limpiar los pueblos y casas afectadas por la DANA

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Así se organizan los voluntarios de la DANA
Jóvenes voluntarios y militares limpian las calles de Catarroja, a 6 de noviembre de 2024

"¿Cómo podemos ayudar?". Un grupo de "chavales" cargados con palas y escobas pregunta en la calle y, tras la invitación de los vecinos, pasan a vaciar una casa de muebles rotos, barro y escombros. Los voluntarios, en su mayoría jóvenes estudiantes de Valencia y alrededores, aunque también de otras ciudades de España, se han convertido en la principal mano de obra que está intentando devolver a pueblos como Paiporta, Catarroja o Sedaví a la normalidad después la DANA.

El final de la labor todavía parece lejano, pero los ánimos no decaen. La improvisación inicial ha ido dando paso a una organización espontánea, pero relativamente armónica o, al menos, eficaz. Sin embargo, los mismos voluntarios reconocen sus límites: "En las calles en las que se acumulan dos metros de escombros o entra una máquina o no es posible. Hoy he estado limpiando una calle en Algemesí y a veces parece hasta inútil. Lo que pueden hacer 15 vecinos, una máquina lo hace mejor", lamenta Jose, que se ha acercado varios días esta semana a ayudar a las localidades afectadas. 

"La cantidad de cañas, plástico y mierda que hay, además del barro y los coches, es tan bestia que no la podemos quitar la gente. Podemos barrer casas, hacer un pasillito desde la casa a la calle, sacar cubos de barro, pero cuando el barro se seca no hay manera de moverlo", coincide Cristina, una abogada que pasó el fin de semana ayudando en Catarroja.

Pero, durante los primeros días, su ayuda ha sido la única existente en algunas zonas, especialmente en las calles interiores de los pueblos. Vecinos y voluntarios sacaban los destrozos y luego los agricultores, también altruistas, retiraban los obstáculos amontonados en las calles.

Esta semana en Paiporta, Catarroja o Massanassa ya se les ve trabajando en coordinación con los efectivos militares: los jóvenes mueven el agua bombeada en las calles con sus escobas mientras las máquinas del Ejército mueven los grandes escombros; un bombero explica a otros dos chicos cómo recoger de forma más efectiva algunos restos; y las patrullas de policía se aseguran de que los montículos no obstruyan calles para que puedan pasar los vehículos de emergencias.

"GRÀCIES VOLUNTARIS", se lee en una pancarta en el centro de Paiporta, cuelga de uno de los balcones cercano al barranco y la firman los vecinos de la comarca de L’Horta.

¿Cómo se organizan?

Las relaciones personales fueron la primera cadena de transmisión entre los voluntarios. Alguien que conoce a alguien en un pueblo y llama a otros amigos para ayudar. Una vez allí, el esfuerzo se distribuye a donde haga falta. Pero las redes sociales han sido un canal muy útil en esta ocasión. Es posible enterarse de dónde se requieren más manos a través de publicaciones en Instagram, donde se indica la ubicación y las necesidades concretas.

También en la página web ayudaterreta.com se actualiza constantemente un mapa con los lugares exactos que piden ayuda, así como los puntos de recogida. Cualquier usuario puede añadir lo que demanda u ofrece. Mientras tanto, el centro cultural Rambleta, en Valencia, centraliza también las llegadas de voluntarios y trata de darles soporte, "para recibir y distribuir suministros a las zonas afectadas".

"Los primeros días, mientras estaban los coches restringidos, tratábamos de ir a los pueblos más cerca de Valencia, como Paiporta o Alfafar, andando. Ahora ya podemos movernos en coche", nos cuenta Jose, cuya asociación de Scouts ha organizado incluso "un excel" para ordenar y distribuir sus efectivos. 

El movimiento en coche, no obstante, ha sido complicado esta semana en L’Horta, desde que el tráfico normal de la ciudad de Valencia se ha comenzado a mezclar con los servicios esenciales y las decenas de voluntarios que llegan desde toda España. En el trascurso para escribir este reportaje, nos hemos encontrado con decenas, desde un grupo de vallisoletanos que asegura que es su segundo viaje con suministros para las zonas afectadas hasta una empresa de grúas de la calle Elfo de Madrid que se ha animado a cambiar los remolques por agua para ofrecer a los vecinos y otros voluntarios cuando vuelven exhaustos de limpiar.

Entre caos organizativo

Pilar, al pie de una fontanería a la salida de Valencia, reparte bocadillos a los voluntarios que marchan hacia las áreas afectadas. Pregunta a los viandantes, porque un conocido está trayendo una furgoneta llena de suministros desde Córdoba y no sabe qué puede hacer con todo ello cuando llegue. La desorganización es la otra cara de la moneda de la ayuda voluntaria. Ayuntamientos como el de Aldaia han avisado de que están ya "desbordados" con lo que llega, no porque no haya necesidad, sino porque no se están ordenando los recursos.

Pero los intentos de organizar esta ola de solidaridad, de momento, no han sido muy positivos. El pasado sábado miles de voluntarios se presentaron en el punto de encuentro que preparó la Generalitat en la Ciudad de las Artes y las Ciencias para tratar de canalizar la ayuda. No obstante, cientos de ellos pasaron horas "parados" a la espera de poder entrar en los pueblos, según nos cuentan distintas fuentes. 

Rodrigo, profesor de historia jubilado, acudió allí junto a su hijo y algunos amigos. "Parecía todo bien organizado hasta que llegó el momento de la verdad, que era que nos dejaran trabajar", concluye, tras contar las largas horas que pasaron desde la cita a las 7:00 de la mañana hasta que les acercaron a Chiva. Volvieron a Valencia por la tarde, "frustrados" y sin haber podido hacer nada, porque el autobús de la EMT que les llevaba solo tenía permisos para conducirles hasta la localidad si le acompañaba un vehículo de Protección Civil, lo que alargó aún más las esperas. Algunos, nos cuentan, decidieron escaparse para ir por su cuenta. Desde aquel primer día, la afluencia para tomar los autobuses de voluntarios organizados por la Generalitat ha bajado notablemente y apenas se ven colas a primera hora de la mañana.

En los pueblos afectados, en cambio, la estampa es otra. Este miércoles en Catarroja o Massanassa decenas de jóvenes ofrecen a los vecinos comida y otros útiles que cargan en carretillas. Otros tantos continúan barriendo las calles. La ayuda también es fértil en medio del caos.