Alemania, un gobierno con los días contados en medio de una crisis económica
- Tras el colapso de la coalición, el canciller se muestra dispuesto a adelantar la fecha de las elecciones, como exige la oposición
- La falta de apoyos para sacar adelante los proyectos previstos hasta enero podría estar detrás de esta decisión
A un acto sin precedentes le siguió un discurso también inaudito en boca de Olaf Scholz. Pareciera que el canciller alemán hubiese dicho genug (suficiente). Tres años marcados por los desencuentros con su socio liberal (y minoritario) han terminado con el colapso de la primera coalición semáforo de la historia de este país. La situación había llegado a un punto de no retorno tras semanas de rumores. Se había definido este otoño como el otoño de las decisiones y el mes de noviembre, en concreto, cuando debían resolverse los presupuestos de 2025, como la fecha decisiva.
En ese discurso, pasadas las nueve de la noche del miércoles y recién destituido el ministro de Finanzas Christian Lindner, Scholz mostraba un tono duro contra su ya ex socio del Ejecutivo, el socio de la discordia. “Ha roto mi confianza demasiadas veces (…). Cualquiera que se sume a un Gobierno debe actuar con seriedad y responsabilidad; debe estar dispuesto a hacer concesiones en pro de los ciudadanos. Pero eso no es lo que le interesa a Christian Lindner en este momento. Le importa su propia clientela, le preocupa la supervivencia a corto plazo de su propio partido”. El canciller alemán canalizaba a través de esas palabras todo lo callado anteriormente.
Tras la salida de los liberales, Alemania está regida ahora por un Gobierno en minoría. Lo estará, en principio, durante unos meses; más tiempo del que le gustaría a toda la oposición (incluido el socio saliente) y a casi dos tercios de la sociedad que, según una encuesta encargada por la televisión pública ARD, querrían que las elecciones se celebrasen cuanto antes. Por el momento, los tiempos establecidos inicialmente por el canciller se mantienen: moción de confianza el 15 de enero (que por falta de mayoría parlamentaria no superará) y elecciones en marzo o, como tarde, principios de abril. Sin embargo, el viernes, desde Budapest, a donde viajó para asistir al Consejo europeo, Scholz anunció por primera vez su disposición a debatir una fecha más temprana para la moción y, por ende, las elecciones. Este domingo ha dado un paso más y, en una entrevista con la televisión pública ARD, ha asegurado que no ve "ningún problema" en plantear la cuestión de confianza en diciembre "antes de Navidad", si los grupos del Parlamento así lo acuerdan.
Las dificultades de un Gobierno en minoría
La razón de que en un primer momento Olaf Scholz se agarrase a esa moratoria de dos meses, cuando las dificultades de gobernar en minoría son evidentes, la explica, en una entrevista al programa Cinco Continentes de Radio Nacional, el politólogo y profesor de la Universidad Libre de Berlín Günther Maihold: “Para Scholz esto le ofrece la posibilidad de recuperar aceptación entre los ciudadanos (ahora mismo el SPD está estancado en un 16%), a través de una política menos compleja que la llevada a cabo hasta ahora, en la que no podía demostrar su función de canciller”. Es decir, intentará en este tiempo –si los plazos se mantienen- sacar adelante políticas más acordes con su partido socialdemócrata, sin la presión (y bloqueo) de un ministro de finanzas liberal que abogaba por “una disciplina fiscal estricta”.
Pero ante el deseo, se impone la realidad. Y esta pasa por un Ejecutivo que, ahora, sin mayoría parlamentaria, tiene que esperar que los partidos de la oposición apoyen sus propuestas. Difícil. El líder democristiano Friedrich Merz, cuya formación, la CDU, es la favorita en las encuestas, insiste en que la moción de confianza debe celebrarse cuanto antes, pone incluso una fecha, este miércoles 13, cuando está prevista una declaración gubernamental del canciller en el Bundestag.
“Es una buena oportunidad para Merz, para él es más importante aprovechar el momento, quiere el voto ya para disolver el Parlamento, eso a Scholz no le favorece”, dice Maihold. Por lo que esa reciente flexibilidad mostrada por el canciller para finalmente adelantar las elecciones puede ser su forma de reconocer que su plan de sacar adelante proyectos pendientes de aquí a enero (pensiones; política de asilo; ayuda a la industria…) no es realista.
Coyuntura económica desfavorable
Los pronósticos del Gobierno, también de los principales organismos económicos del país, prevén que Alemania cerrará 2024 con una nueva recesión, con una contracción de su riqueza del 0,2 por ciento, lo que aumenta la necesidad de tomar medidas para impulsar los sectores clave, tarea que solo un Gobierno estable puede asumir. “Cada mes que pasa, es una oportunidad perdida para la recuperación económica”, advierte el politólogo de la Universidad Libre de Berlín. La industria automovilística es uno de esos sectores.
El principal fabricante de coches de Europa, Volkswagen, atraviesa una crítica situación financiera, con conflicto laboral incluido, pero a otras marcas alemanas no les va mucho mejor. A la dura competencia china y los aranceles impuestos por la UE sobre ese país (a los que Alemania se oponía) se suma ahora otra derivada: los resultados electorales en EEUU. La sombra del proteccionismo es alargada con la victoria aplastante de Donald Trump. Los líderes europeos, incluido Olaf Scholz, se han apresurado estos días a remarcar la importancia de mantener las buenas relaciones con EEUU, con su futuro presidente. Aunque aquí, realmente, la última palabra la tiene Trump.
De hecho, en ese discurso sin precedentes contra Lindner el ‘día D’, el día que colapsó la coalición, el canciller hizo referencia a esos resultados al otro lado del Atlántico: “Especialmente hoy, un día después de un acontecimiento tan importante como las elecciones estadounidenses, tal egoísmo es completamente incomprensible”. Pero además del económico, podríamos hablar de otros impactos, como el político. Casualidad o no, en cuanto se conoció la victoria de Trump, saltaron por los aires las conversaciones para formar un Gobierno en el estado de Sajonia por decisión de Sahra Wagenknecht, líder del partido que lleva su nombre. Esta formación populista y pro rusa, y clave en las negociaciones para poder mantener el cordón sanitario a la extrema derecha, está en contra del envío de armas a Ucrania, entre otras cosas, y con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, quizás ya no era necesario acceder a ciertas condiciones.
Para más inri, uno de los hombres más cercanos a Donald Trump, el controvertido multimillonario Elon Musk, no parece tener demasiada simpatía por Olaf Scholz. Tras conocerse la ruptura del gobierno germano, escribió (en alemán) en su cuenta de X, plataforma de la que es propietario (también de Tesla, que tiene su mayor fábrica de Europa en este país), “Olaf ist ein Narr” (“Olaf es un idiota”). “En el mundo en que vivimos, las empresas de Internet no son órganos del Estado. Por eso ni me había enterado“, ha contestado el canciller, preguntado al respecto durante la rueda de prensa en Budapest este viernes. Al menos al jefe del Ejecutivo alemán no se le puede negar su capacidad para la ironía. Soplen los vientos que soplen.