Estados Unidos: la dura digestión demócrata
- Los simpatizantes demócratas, perplejos por la poca movilización contra Donald Trump
- Reproches demócratas a los hombres hispanos y a los negros, así como a las mujeres blancas
En una rotonda de la avenida Massachusetts de Washington había hasta el miércoles un cartel en el centro con una pintada que decía "Madam President". El cartel estaba encarado de manera que lo viera la comitiva de la vicepresidenta, Kamala Harris, al desplazarse desde su residencia en esa avenida hacia el centro de la capital.
Washington DC, la capital de los Estados Unidos, es apabullantemente demócrata. Harris ha ganado aquí por más del 92% de los votos, tal y como lo hizo Joe Biden hace cuatro años y antes, Barack Obama. Pero hoy, del cartel en aquella rotonda quedan solo los soportes. Kamala Harris no será presidenta.
"Otra vez, no. ¿Cómo es posible?"
Los simpatizantes demócratas creyeron en 2020 que la derrota de Donald Trump frente a Joe Biden era la demostración de que la presidencia Trump había suspendido y de que pasaban página a una pesadilla. Y hete aquí que cuatro años después su pesadilla vuelve y vuelve reforzada.
Porque a diferencia de su primera victoria en 2016 frente a Hillary Clinton, esta vez Donald Trump ha ganado los votos de los Estados y también el voto popular. No hay duda posible, la mayoría de los estadounidenses que han ido a votar han preferido a Trump. Conociéndolo. Sabiendo cómo se comporta con las mujeres, cómo habla de los hispanos, sabiendo cómo gobernó durante cuatro años, sabiendo los delitos de los que lo han encontrado culpable, habiendo sido testigos de cómo alentó una revuelta contra la democracia.
Los matices de los números: Donald Trump igual, pero reforzado
Con el recuento de votos casi finalizado, los números cantan y lo que dice es que Donald Trump ha sacado mejor resultado que hace cuatro años, pero no ha subido en votos.
En 2020, frente a Joe Biden, Trump consiguió 74,2 millones de votos, y en esta ocasión, los mismos. ¿Por qué ha ganado? Porque Joe Biden logró 81,2 millones de votos, 7 millones más que Trump, pero Kamala Harris apenas va por los 70,3 millones. Es decir, en el momento de cerrar esta crónica, los datos dicen que hay 11 millones de electores que se movilizaron contra Donald Trump hace cuatro años y no lo han hecho esta vez. Con los datos que tenemos hasta ahora en 2020 votaron 152 millones de ciudadanos, en 2024, lo han hecho apenas algo más de 140 millones.
¿Por qué? Esta es la pregunta que tortura a los simpatizantes demócratas y a los conservadores anti trumpistas. La sorpresa por la victoria de Donald Trump no es tanta como fue en 2016 porque esta vez sabían que si entonces pasó podía volver a pasar, lo que les obsesiona es la pregunta de cómo ha sido posible, a pesar de todo lo negativo que se sabe sobre Trump.
Demócratas: perplejidad, traición y autocrítica
La perplejidad aumenta a medida que se van conociendo los detalles de esta victoria, sobre todo y muy especialmente el hecho de que no se haya producido la movilización de mujeres que se esperaba y que algunos sondeos permitían esperar. ¿Cómo es posible que a tantos miles de mujeres Trump no les produzca el rechazo suficiente para ir a votar contra él? Esa falta de movilización la sienten como una traición, el mismo sentimiento que les produce la cantidad de hombres hispanos que se han pasado a las filas republicanas.
Según el análisis demográfico del voto de la agencia Associated Press publicado por PBS, el porcentaje de voto a Trump ha crecido en dos grupos que tradicionalmente votan en mayoría por el Partido Demócrata:
- Donald Trump ha pasado de un 8% en 2020 a un 16% del voto afroamericano.
- Entre los hispanos su porcentaje ha subido del 35% al 42%.
La diferencia en apenas cuatro años es mayor si se cuenta solo el voto masculino:
- Trump ha logrado el 24% del voto de los hombres negros.
- Trump ha logrado el 38% de los hombres hispanos.
Entre los blancos, la predilección por Donald Trump es clara: entre los hombres, 59%. Entre las mujeres, 53%.
Las redes sociales van llenas de reproches a esos dos grupos, las mujeres blancas y los hombres (jóvenes muy especialmente) latinos que han preferido a Donald Trump, a pesar de sus expresiones misóginas y racistas.
Abundan, por ejemplo, los testimonios hispanos o latinos —aquí usan ambas denominaciones— que se dirigen a esos votantes trumpistas con esta reflexión: "¿Os creéis que por votarle os van a considerar como iguales? ¿Creéis que no os incluye a vosotros cuando se refiere a los inmigrantes latinos como violadores y asesinos? ¿Creéis que porque os hayáis naturalizado ya os considera como iguales, como ciudadanos estadounidenses?".
Viví en Washington, esta ciudad demócrata y alienígena que describí en mi artículo anterior, y por lo tanto casi todas mis amistades aquí son votantes demócratas. Están abatidos. Sobre todo las mujeres. Les cuesta asimilarlo. La mayoría, hombres incluidos, no encuentran otra explicación que el hecho de que la alternativa a Donald Trump era una mujer. Da igual lo calificada o no que esté, era una mujer. Es una explicación demasiado simple, raramente una derrota o una victoria se explican por un solo factor, pero definitivamente la misoginia, el machismo, ha sido un factor.
Dice una influencer de origen colombiano: "¿Les extraña que los hombres latinos se estén pasando al campo de Trump? ¿Han visto nuestros países? ¿Han visto cómo están los derechos de la mujer en nuestros países? ¿Han visto cómo se considera el aborto en nuestras sociedades?". En la misma línea fue el expresidente Barack Obama cuando en campaña abroncó a jóvenes negros por su apatía o resistencia a votar por una mujer.
Un analista republicano lo resumió de esta manera: "Los latinos vuelven a casa". La campaña de George W. Bush en 2000 fue de las primeras en caer en la cuenta de que si al electorado hispano, en lugar de dirigirle un mensaje sobre la economía y las protecciones sociales, se lo abordaba con cuestiones morales como el aborto y el matrimonio homosexual era un votante potencial republicano y no mayoritariamente demócrata como hasta la fecha. Veinticuatro años después, más el discurso de la inmigración como una amenaza en el mercado laboral han hecho el resto.
Ahí entra la autocrítica demócrata. No han sabido conectar con el malestar ciudadano por la pérdida de poder adquisitivo. La macroeconomía va bien, pero todo es más caro que hace cuatro años.
Otro factor es el de los ya mencionados valores morales y la cultura denominada woke. Una promesa exitosa de Trump en sus actos de campaña ha sido que él no permitirá que hombres compitan con mujeres en el deporte. Los derechos trans no van en sintonía con la mayoría de la sociedad, hay que concluir.
Otra conclusión es que el Partido Demócrata sea el favorito de las estrellas de Hollywood y de la música no ha hecho sino cimentar esa idea que repiten los republicanos de que es el partido de las élites alejadas de la vida de la mayoría de la ciudadanía. Y materia de estudio tiene que ser también cómo sí se consideran cercanos a las clases trabajadoras a un multimillonario desde la cuna, Donald Trump, y al hombre más rico del mundo, Elon Musk.
Respetar la democracia es noticia
Al día siguiente a la jornada electoral hablaron el presidente Joe Biden, cuyo legado será en buena parte esta derrota, y la candidata vencida y vicepresidenta, Kamala Harris. Ambos afirmaron con solemnidad que reconocen el resultado de las urnas y que garantizan una transmisión pacífica de poder. Y eso ha sido lo más destacado. Que en la mayor democracia de occidente haya que explicitar que se respetaran los dos pilares de la democracia y que hacerlo sea noticia ilustra a qué punto ha llevado la política la irrupción de Donald Trump y su movimiento.
Han pasado cuatro años desde la derrota clara de Donald Trump y ni él ni los suyos lo han aceptado todavía. En un desplante a la democracia y al mínimo respeto institucional, el expresidente Trump no acudió el 20 de enero de 2021 a la toma de posesión de su sucesor. Y dos semanas antes alentó una revuelta violenta para revertir el resultado de las urnas.
Salvo imprevisto Joe Biden y Kamala Harris sí estarán el próximo 20 de enero para entregar pacíficamente el poder a Donald Trump y JD Vance. Respetar lo básico en democracia es hoy noticia en la que sigue siendo la primera potencia de Occidente.