Arranca la COP29 en Bakú: una cumbre centrada en la financiación climática bajo la tormenta geopolítica
- La llegada de Trump al poder empaña la cumbre del clima que comienza este lunes en la capital de Azerbaiyán
- La clave del éxito será alcanzar un nuevo objetivo de financiación que multiplique por diez el actual
Bakú, la primera ciudad petrolífera del mundo, acoge desde este lunes a representantes de 200 países que negocian cómo frenar el cambio climático. La capital de Azerbaiyán es la sede de la cumbre del clima, la COP29, un encuentro organizado por la ONU que cada año reúne a decenas de miles de personas en una ciudad distinta del mundo para hacer frente al mayor reto para la humanidad.
Este año el foco de la cumbre, que tendrá lugar entre el 11 y el 22 de noviembre —salvo previsibles retrasos— estará puesto en la financiación, el dinero que los países ricos deben dar a los menos desarrollados para ayudarles a adaptarse al cambio climático y a mitigar sus emisiones.
La DANA de Valencia, ejemplo de la importancia de los fondos para el clima
La reciente gota fría de Valencia, alimentada por el cambio climático, es "un ejemplo claro" de la importancia de estos fondos para reconstruir un territorio devastado y prepararlo ante futuros fenómenos extremos, explica a RTVE.es Javier Andaluz, uno de los representantes de Ecologistas en Acción en esta cumbre y veterano participante de estos encuentros. "De lo que estamos hablando es de que cómo respondemos internacionalmente a fenómenos como la DANA", apunta.
“Tenemos que repensar nuestros sistemas humanos para adaptarnos a nuevas realidades“
"Tenemos que repensar nuestros sistemas humanos para adaptarnos a nuevas realidades", señala por su parte Mariana Castaño, también veterana de estas cumbres, a las que lleva asistiendo desde 2014, primero como representante de la agencia de la ONU para cambio climático y luego al frente de la consultoría ambiental 10 billion solutions.
Siguiendo el ejemplo de Valencia, resalta también la relevancia de los fondos para adaptar modelos de "desarrollo urbanístico y gestión de los ríos y las crecidas que se pensaron para una situación de hace 20 o 30 años" y que se han demostrado ya desfasados.
La clave del "éxito" de la cumbre: multiplicar por diez la financiación
El "éxito o fracaso" de esta cumbre, para Castaño, lo va a determinar la aprobación del nuevo objetivo de financiación climática (el Nuevo Objetivo Colectivo y Cuantificado o NCQG por sus siglas en inglés).
Hasta ahora, los países se habían comprometido a entregar 100.000 millones de dólares anuales al Fondo Verde para el Clima para los países con menos recursos, que son también los más vulnerables al cambio climático. A esta cantidad, fijada en 2009 para que se alcanzara en 2020, se ha llegado "tarde y mal", mientras que se espera que el nuevo objetivo, que debe ser aprobado en Bakú y que estará vigente durante los próximos cinco años, sea mucho más ambicioso.
Los países más afectados por el cambio climático, como los de África o las islas del Pacífico que ven amenazada su propia existencia, reclaman que sea de al menos un billón de dólares anuales, lo que equivale a multiplicar por diez la cantidad del objetivo que se había marcado en la cumbre de 2009, mientras que un estudio de expertos independientes para la ONU eleva a 2,4 billones la cantidad necesaria de aquí a 2030.
Un conflicto de "bloques" entre los países desarrollados y los del Sur global
Hasta ahora, las negociaciones previas sobre financiación han mostrado "un bloqueo" y "un conflicto de bloques muy grande", según Andaluz. Por un lado, un bloque formado por países desarrollados que "se intenta escaquear", encabezado por Estados Unidos, Japón y Australia, y por el otro "el Sur global" que reclama que los países con mayor responsabilidad histórica en las emisiones cumplan con su parte.
A las discusiones sobre la cantidad se unen otras sobre quién debe pagar y sobre la estructura de este nuevo fondo. Países históricamente donantes, como EE.UU., dicen que "no pueden pagar la cuenta solos", como explica Castaño, y piden que a este grupo se una China, que hasta ahora había quedado al margen al considerarse un país en desarrollo, pero que ahora es la principal economía del mundo y el país más contaminante en términos absolutos.
Y en cuanto a la estructura, de nuevo los países menos desarrollados reclaman que el grueso de la financiación sea pública, estatal, y en forma de ayudas directas, que no genere más deuda, mientras que los más industrializados ven en general con buenos ojos que haya una parte importante de la financiación que provenga de donantes privados.
El "último momento para fijar expectativas" sobre los planes climáticos
Más allá de la financiación, la cumbre también es relevante porque es la última antes de la actualización de los planes climáticos de los países, que deben presentarse como máximo antes de febrero del año que viene y que marcarán la acción climática de la próxima década.
"Esta es una COP muy importante, muchísimo más de lo que nos pensamos", asegura Marta Torres Gunfaus, directora del programa de Clima del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) de París. "Es el último momento que tenemos como para fijar las expectativas, para poner presión" y lograr unos objetivos climáticos nacionales (NDC por sus siglas en inglés) ambiciosos.
Según el último análisis de la ONU, los planes actuales solo permitirían una reducción de las emisiones del 2,6% para 2030 respecto a los niveles de 2019, cuando lo que se necesitaría es que descendiera un 43% para evitar los peores impactos del cambio climático.
Con las políticas actuales y las promesas para los próximos años, el calentamiento será de entre 2,6 °C y 3,1 °C, según otro informe de Naciones Unidas, lo que tendría "enormes consecuencias", según Torres, que recuerda además que Europa se calienta al doble de la media mundial. Temporales como el de Valencia serán, bajo este escenario, "más frecuentes y virulentos", advierte.
Castaño alerta de que "el cambio climático es exponencial, no lineal": un grado más no significa que los impactos aumenten "un 10% por ejemplo", sino que se multiplican sus efectos.
La vuelta de Trump al poder ensombrece la cumbre
Las cumbres no son ajenas además a lo que ocurre en el mundo, y esta llega en un panorama internacional fracturado y en tensión, con dos grandes guerras en marcha (en Ucrania y Oriente Próximo) y con la llegada al poder de un negacionista climático confeso como Donald Trump en Estados Unidos.
Su anterior presidencia ya supuso una fuerte sacudida para la diplomacia climática, con la salida del segundo país más contaminante del mundo del Acuerdo de París. "Va a influir en el ambiente y en la negociación", asegura Castaño: aunque Trump no tomará posesión hasta enero, el actual equipo negociador estadounidense, todavía bajo la Administración Biden, va a ser "casi interino", ya que su sucesor podría dar vuelta atrás a cualquier medida ambiciosa a nivel climática cuando llegue al poder.
Esto ya ocurrió con la anterior presidencia de Trump, entre 2016 y 2020, aunque Torres destaca que la "buena noticia" es que, a diferencia de entonces, "cuando Estados Unidos y China tenían un papel crítico en las negociaciones y todo pasaba por ellos", ahora el mundo es "mucho más multipolar y el papel de los países emergentes es notable", por lo que nuevas alianzas podrían cubrir el hueco del liderazgo que se espera que pierda EE.UU. en esta nueva etapa.
Mientras, Castaño resalta la dificultad de lograr acuerdos en un foro en el que estos se alcanzan por consenso, y un solo veto de los 198 países participantes puede hacerlo descarrilar. Todo en un año en el que ha habido 60 elecciones que han provocado cambios políticos de calado, de Washington a Bruselas pasando por Francia, México, India o Reino Unido. "Imagínate completar un puzle donde la forma de las piezas va cambiando. Cada una de las 200 piezas con 200 regímenes políticos distintos y 200 puntos de desarrollo diferentes", subraya.
Una cumbre "a medio gas" con importantes ausencias
En todo caso, Castaño cree que será una cumbre "a medio gas", lo que se aprecia en las importantes ausencias de líderes mundiales: no estarán ni Biden ni Trump, ni se espera la presencia del presidente brasileño Lula da Silva (por motivos de salud), o del presidente ruso Vladímir Putin. Será, según Castaño, una cumbre "de segundas espadas".
A todo ello se suma la polémica por el hecho de que, por tercer año consecutivo, tras Egipto y Emiratos Árabes Unidos la cumbre se celebre en un país fuertemente dependiente de los combustibles fósiles como es Azerbaiyán —el año que viene la cumbre viajará de nuevo a un país dependiente del petróleo como Brasil—. Además, y de nuevo, la COP tendrá lugar en un país autocrático, en el que organizaciones Amnistía Internacional o Human Rights Watch han denunciado vulneraciones continuas de los derechos humanos.
Aun así, Castaño destaca la parte positiva. "Ha habido un aumento real en la importancia de las cumbres y eso no podemos negarlo porque un año vayan menos jefes de Estado. La tendencia es a que cada vez haya más presión en torno a estos eventos, y eso es bueno, porque más presión significa más rendición de cuentas", asegura.
Una rendición de cuentas más importante que nunca a medida que el mundo se adentra en la década decisiva para evitar ahondar en un cambio climático que ya ha dado cuenta de su fiereza.