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DANA, zona cero (XI)

De la destrucción de polígonos a la pérdida de negocios familiares por la riada: "Si tuviera 60 años, no volvería a abrir"

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Polígonos destrozados por la riada de la DANA
Una máquina trabaja recolectando basura tras la DANA en las inmediaciones del polígono de la Reva, a 8 de noviembre de 2024, en Ribarroja, Valencia

Vicente del Hoyo muestra una decena de cajas, húmedas y maltrechas, que se amontonan en el almacén de su nave en Catarroja, Valencia, afectada por la riada. "Ahí hay perdidos miles de euros", aclara. Contienen cientos de componentes electrónicos que diseña, fabrica y distribuye junto a sus hermanos, Juan y Ester, en la empresa familiar que fundaron hace 30 años, y que ya no servirán. El mayor golpe, no obstante, está en la sala contigua, donde tres máquinas de inserción de componentes en las de tarjetas electrónicas han quedado cubiertas de barro en cada rincón.

"Esta la compramos en enero, costó 140.000 euros", explica sobre una de las máquina, fabricada en Japón, que permite gran precisión al fabricar el 'cerebro' de aparatos tan diversos como una cafetera de hotel, un ambientador o una moto de juguete.

Kilómetros y kilómetros de polígonos como el de Catarroja y Riba-roja de Túria han quedado destruidos por las inundaciones de la DANA, otro revés económico para la región que todavía trabaja por recuperar casas y calles en los centros de las localidades. Electrónica, parachoques, extintores, alimentos o libros son solo algunas de las actividades afectadas, que se suman a los pequeños negocios de los pueblos —tiendas, panaderías, bares, autoescuelas, talleres, asesorías, peluquerías, dentistas—, que ya no existen.

"Porque tenemos 50 años y ganas, pero yo tengo 60 y no vuelvo abrir", reflexiona Juan, un pensamiento que nos confirman otros vecinos y dueños de empresas familiares de las zonas arrasadas: muchos negocios terminarán con la DANA.

Sensación de "abandono" en los polígonos industriales

Los hermanos del Hoyo han pasado 10 días limpiando su nave en Catarroja, cuatro de ellos solo sacando barro. El polígono, rodeado por varios barrancos, se inundó especialmente en su zona, por lo que el agua se filtró durante horas por debajo de la puerta, sin llegar a abrirla. La fuerza de la corriente, no obstante, sí partió el pestillo y golpeó columnas y paredes. En el interior, parece que un gigante ha cogido entre sus manos la nave y la ha agitado con fuerza hasta revolver los muebles, cajas y máquinas, dejando todo el suelo cubierto de los destrozos.

Una empresa de fabricación y diseño de electrónica arrasada por la DANA

Una empresa de fabricación y diseño de electrónica arrasada por la DANA Cedida por EHH

Ellos no supieron de la catástrofe hasta el día siguiente, porque ese día decidieron volver a casa antes y no tienen más trabajadores. Pasaron de la conmoción inicial por ver destruido su negocio de 30 años al trabajo sin descanso para limpiar. "Venir aquí es el día de la marmota y luego llegas a casa y sueñas con esto", dice Vicente.

El siguiente capítulo para estos empresarios es el de la incertidumbre. "A ver si el perito que viene entiende de esto", comenta sobre el seguro. "Una máquina nueva puede tardar más de tres meses en llegar", calcula, dispuesto a tirar de los ahorros de estos años.

Pero Vicente confiesa que la sensación en el polígono es de "abandono": "Lo primero eran las vidas y las casas, por supuesto, pero también somos personas las que hemos perdido todo esto".

La pérdida emocional de los negocios: "Tu vida cotidiana se ha roto"

Caminar por los pueblos más afectados por las inundaciones, como Paiporta, Catarroja, Massanassa, Alfafar o Benetússer, es encontrarse con personas que limpian sus locales comerciales, en algunos casos, después de haber atendido sus casas afectadas o haber corrido para salvar la vida. La historia se repite en polígonos y barrios: stocks perdidos y mobiliario echado a perder cuando todavía se estaba pagando. 

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Además del impacto económico de la catástrofe, los vecinos nos hablan de la pérdida emocional e identitaria de estos pueblos, asociada también a los negocios viejos y nuevos. La ilustradora Cristina Durán, vecina de Benetússer, le puso palabras en una conversación con RTVE.es: "Tenemos la costumbre de todos los viernes hacer el esmorssaret valencià en el bar Las Palmeras, al veterinario lo conocemos desde hace 30 años, yo acababa de empezar a hacer yoga, íbamos a la piscina… ¿Dónde vas a comprar ahora el pastel de cumpleaños?, ¿a qué librería vamos a ir? La farmacia, la imprenta… es que es todo. Toda tu vida cotidiana se ha roto". 

Es la otra cara de la moneda de las pérdidas económicas que la Generalitat Valenciana cuantifica en 12.000 millones de euros en un primer balance que incluye industria y educación. Según el Banco de España, además, hay 23.000 empresas afectadas con préstamos financieros.