Más inflación, menor crecimiento y riesgo de una guerra comercial: qué hay detrás de los aranceles de Trump
- El magnate promete gravar las importaciones chinas con un arancel del 60% y con hasta un 20% las del resto del mundo
- El país asiático será el más afectado, aunque también tendrá consecuencias en la economía europea y en la de España
Para Donald Trump, la palabra “arancel” es “la más bonita del diccionario”. La frase, habitual en esta campaña, es toda una declaración de intenciones de lo que será su política económica en los próximos cuatro años, aunque está por ver qué será capaz de implementar. De momento, el presidente electo de Estados Unidos ha prometido que impondrá una tasa del 60% sobre las importaciones procedentes de China y de entre el 10% y el 20% sobre las del resto del mundo, en línea con la ofensiva comercial iniciada durante su primer mandato.
Entonces, Trump gravó las importaciones de aluminio, acero o paneles solares, entre otros. Inicialmente, estas medidas estaban pensadas para China, pero fueron ampliadas a la Unión Europea, México o Canadá. Y, lejos de eliminarse, con la Administración Biden se extendieron a vehículos eléctricos o baterías.
Durante décadas, la balanza comercial de Estados Unidos (que mide las exportaciones e importaciones de bienes y servicios de un país) estuvo en equilibrio, pero hacia finales del siglo pasado los déficits comenzaron a aumentar, alcanzando un nivel récord en 2022. Esto implica que las importaciones superaron a las exportaciones o, lo que es lo mismo, que desde entonces el país consume más de lo que produce.
“Cuanto más alto sea el arancel, más probable es que la empresa venga a EE.UU., y construya una fábrica para no tener que pagar el arancel”, señaló el magnate en una entrevista en Bloomberg, argumentando que una política proteccionista incentivará la producción local y volverá a equilibrar la balanza comercial del país. A su vez, Trump sostiene que los nuevos aranceles ayudarán a financiar los recortes fiscales anunciados durante la campaña, que desde el Comité por un Presupuesto Federal Responsable cifran en 7,5 billones de euros.
Sin embargo, los expertos consultados por RTVE.es alertan del efecto “boomerang” que puede tener en la economía estadounidense y de las probabilidades de que se reavive una guerra comercial de consecuencias todavía impredecibles. “Nadie se va a quedar de brazos cruzados viendo como Estados Unidos impone una política arancelaria contra productos de China o Europa”, advierte a RTVE.es el director del máster en Supply Chain de EAE Business School, Miquel Serracanta.
Y, de nuevo, el gran perjudicado volverá a ser el consumidor local. “Tendrá que pagar más por adquirir un producto extranjero, lo que inflacionará la economía doméstica, porque el consumidor tendrá que dedicar parte de sus ahorros y su salario a comprar un producto importado que será más caro”, explica. Precisamente una de las claves de la derrota demócrata ha sido el repunte de los precios, que alcanzaron cifras no vistas en cuatro décadas.
China concentrará el grueso de las sanciones
De cara al exterior, China volverá a concentrar el grueso de las sanciones. El país -al contrario de Estados Unidos- presenta un superávit comercial (exporta más de lo que importa) y ostenta, a su vez, el mayor mayor déficit comercial de EE.UU., aunque en los últimos años la diferencia se ha reducido como consecuencia de la política proteccionista implantada durante la primera presidencia de Trump (2018-2021), en favor de México.
Entonces, se pusieron en marcha varias tandas de aranceles a productos chinos por valor de unos 350.000 millones de dólares anuales, unas tres cuartas partes de las exportaciones del gigante asiático, según las estimaciones de Tax Foundation. Biden mantuvo el grueso de estas medidas en pie y elevó en 18.000 millones dicha cantidad.
“Si finalmente Trump cumple con lo prometido, China podría contraatacar con aranceles más altos a la entrada de productos americanos en el país, adentrándose en una dinámica de guerra comercial que también tendría un efecto rebote en Europa”, sostiene el profesor de EAE Business School. Y es que, en su opinión, si el gigante asiático desembarca en la UE para recuperar el terreno perdido en Estados Unidos, esto generaría “para los fabricantes europeos una complicación mayor, porque tendrían más competencia en su propio mercado”.
Desde China, por el momento, muestran cautela. En un mensaje de felicitación por la victoria, Xi Jinping instó al magnate a trabajar en una “relación estable, saludable y sostenible” entre ambas economías: “Se espera que las dos partes defiendan los principios de respeto mutuo (...) y encuentren una forma correcta para que China y Estados Unidos se lleven bien en la nueva era, a fin de beneficiar a ambos países y al mundo", expresó el presidente chino.
Menor crecimiento para Europa
A la espera de conocer si Donald Trump cumplirá sus promesas, las bolsas asiáticas reaccionaron con caídas ante su victoria el pasado 5 de noviembre. La peor parte se la llevaron los parqués de Hong Kong y China, aunque los principales índices europeos también cerraron en rojo. A nivel nacional, el IBEX 35 firmó su peor sesión desde marzo de 2023, anotando una caída de un 2,9%, hasta los 11.495,3 puntos.
Y es que “las ramificaciones” de una fuerte ofensiva comercial contra China “irían mucho más allá” de China, señalan en un informe Judith Arnal y Federico Steinberg, investigadores del Real Instituto Elcano. En concreto, otros países asiáticos y en teoría aliados de Estados Unidos, como Japón y Corea del Sur, “exportan componentes a China, que se acaban ensamblando allí en productos finales que luego se reexporta”. Así, consideran, “el castigo comercial directo" al gigante asiático "afectaría indirectamente a sus principales proveedores de bienes intermedios”.
“Y todo esto sin tener en cuenta la más que probable adopción de medidas de represalia por los países afectados por aranceles”, sentencian, donde la UE jugaría un papel fundamental. Los Veintisiete dependen en gran medida del comercio internacional (Europa es el mayor exportador del mundo de bienes y servicios manufacturados), por lo que un recrudecimiento de las tensiones comerciales tendría un “enorme impacto” en las economías comunitarias, ya maltrechas de por sí tras el impacto del coronavirus y de la inflación. Así lo admitió el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, aunque aseguró que, por el momento, esperarán a los anuncios oficiales de la nueva Administración para tomar cualquier decisión al respecto.
"Si me preguntan: '¿Van a reaccionar de inmediato?' No, lo que haremos es incorporar en nuestras proyecciones la política comercial que anuncie la nueva Administración estadounidense. Y tomaremos en consideración todos los elementos: la política comercial, más la evolución de la demanda, más la evolución de los precios de la energía", recalcó.
El FMI, en cambio, sí pone cifras a la imposición de aranceles a los productos de la UE. Según sus últimas proyecciones, el endurecimiento de la política comercial tendrá un efecto negativo de 0,4 puntos porcentuales menos de crecimiento del PIB en 2025 y de 0,6 puntos porcentuales en 2026.
Unas 28.000 empresas españolas podrían verse afectadas
¿Y qué pasa con España? Uno de los caballos de batalla del anterior mandato del republicano fue la imposición de un arancel de hasta el 35% a la exportación de la aceituna negra de mesa española, a la que la Administración estadounidense acusó de causar “un daño material” a sus productores locales. “Fue un golpe mortal para el sector”, sostiene a RTVE.es el profesor de Economía y Empresa en la Universidad Europea, José Manuel Corrales, quien augura que las consecuencias serán “todavía peores” en caso de que “adoptemos una postura seguidista” a las políticas que promete imponer ahora el magnate.
Según Goldman Sachs, la política de aranceles supondrá como mínimo 0,6 puntos porcentuales menos de crecimiento del PIB. Es decir, más de la cuarta parte de nuestro crecimiento actual (se prevé que España crezca un 2,7% en 2024).
"Si nosotros permitimos pagar la factura de los platos rotos que se den en Estados Unidos, por ejemplo, comprando más gas licuado como ha prometido [la presidenta de la Comisión Europea] Ursula von der Leyen, estaremos cometiendo un error (...) Solamente desde la autonomía, desde una fortaleza, desde una independencia total en cuanto a los criterios a seguir en la economía, se puede abordar esto”, explica.
El experto cifra en 28.000 las empresas exportadoras afectadas. Entre otras, aquellas dedicadas a las energías renovables como Iberdrola, quienes “podrían enfrentar serios obstáculos", así como "el sector hortofrutícola y el tráfico de mercancías”.
Desde la Cámara de Comercio de España, por su parte, muestran cautela, ya que “el grueso de las exportaciones españolas de bienes se queda en Europa, concentrando más del 70%, y el 62,3% en la UE”. No obstante, admiten que “sí podría haber un impacto indirecto derivado de la menor demanda de los países europeos que más exportan a Estados Unidos, como son Alemania o Italia”. Porque ya se sabe, cuando Alemania estornuda, España se resfría.
“Con una subida de aranceles, Estados Unidos entrará en esa dinámica inflacionista y es posible que el dinero se concentre en pocas manos. Pero en Europa y en España también se puede producir esta situación, lo que no solo afecta a la economía, sino que va en contra del modelo europeo, del modelo del Estado del Bienestar, que garantiza más bienestar social, más desarrollo económico y más libertades”, sentencia.