La radio lo hizo posible: "A través de la radio tocamos y nos tocan como ningún medio es capaz"
- En 2024 ponemos la radio para ver cómo está el mundo, pero también para buscar cobijo
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En Fallen leaves de Aki Kaurismaki —una de las películas más hermosas y esperanzadoras de los últimos años—, la protagonista malvive de su precario empleo como reponedora en un supermercado. Al salir de trabajar, como nadie la espera en casa, Ansa va al cine. Cuando prepara la escasa cena enciende la radio que informa de la guerra en Ucrania, así sabemos cuándo sucede esta preciosa historia de amor con conciencia de clase, anticapitalista y, por supuesto, antibelicista. La radio es para Ansa, a diferencia de la cueva escapista del cine, un ancla en el mundo con su guerra, pero también sus canciones, sus historias, su relato en definitiva, porque la radio es un relato, el que venimos contándonos los seres humanos desde que al acabar de cazar nos reunimos entorno a la hoguera para contarnos lo que habíamos visto en la jornada, desde que empezamos a pintar bisontes y a esculpir figuras para venerar la fertilidad.
Hace algunos años, cuando Carmen Machi interpretó a La Régula en la versión radiofónica de Los Santos Inocentes que emitimos en RNE, la actriz me contó que actuar para esta ficción no fue muy diferente a cualquiera de sus otros trabajos, que para transmitir con la voz ella usaba igualmente todo el cuerpo, al fin y al cabo, recuerdo que pensé, la voz es cuerpo y, además, las ondas son físicas, por eso a través de la radio tocamos y nos tocan como ningún medio es capaz. Por eso Ansa enciende la radio cuando llega a casa y está sola, para que alguien le dé la mano, y con ella le arañe o acaricie, dándole la última hora desde Kiev, la noticia del León de Oro de Almodóvar o la nueva canción de Joaquín Sabina.
Hace unos días, al acabar El Ojo Crítico, un oyente me mandó un mensaje que resume lo que el cine ha intentado contar tantas veces sobre la radio, desde Woody Allen, David Lynch o Doctor en Alaska. El oyente, Antonio, me decía: “Llegar de currar repartiendo cartas y paquetes bajo intensos aguaceros y ponernos a comer en familia escuchando a Santero y Los Muchachos en El Ojo Crítico es una preciosa forma de ver el arcoíris aunque el cielo sigue negro”. Aquel día, es verdad, nos habíamos empapado todos llevando a los niños al colegio y la mañana estaba algo torcida, pero a medida que iba escuchando en la redacción las canciones de Santero y Los Muchachos y pensaba en la alegría de poderlas compartir en la radio, la jornada se me iba iluminando, aunque las nubes siguieran sobre nosotros.
Cuando comenzó el programa y empezaron a sonar las canciones, antes de saludar a la banda valenciana yo bailaba en el estudio, con el micrófono aún cerrado, deseando transmitir al otro lado de la radio esa misma pasión por la vida, la que contagiaban aquellas canciones. Lo hicieron, la música me tocó a mí y luego la radio hizo que tocaran a más gente. La música, que a veces nace de heridas, nos curó las de aquel día y la radio lo hizo posible.