'El baño del diablo', el horror tras los infanticidios a cargo de mujeres que querían suicidarse sin ir al infierno
- Se estrena la película ganadora del Festival de Sitges y elegida por Austria para los Oscar
- RTVE.es entrevista a los cineastas Severin Fiala y Veronika Franz
Con la premisa de que el peor terror es el real, los cineastas austriacos Severin Fiala y Veronika Franz encontraron los horribles hechos que sucedieron en Europa Central entre el siglo XVII y XVIII. Cientos de mujeres que deseaban su muerte, pero querían evitar la condena eterna para los suicidas de la religión cristiana, encontraron un solo modo de acabar con su angustia: asesinar a niños, bebés en muchos casos, y lograr el perdón de un sacerdote antes de ser ajusticiadas con la pena de muerte.
El baño del diablo sumerge en ese oscurísimo rincón de la historia, que los cineastas han potenciado con una desasosegante y pictórica atmósfera, en una obra que ganó el Premio a la mejor película en el Festival de Sitges, premio a la mejor fotografía en el Festival de Berlín, y ha sido seleccionada para competir a los Oscar representando a Austria.
Los dos cineastas, autores de La cabaña siniestra, hallaron investigando en la abundante documentación histórica sobre los procesos penales de las mujeres una metáfora sobre la depresión y la sanción social extrema que, creen, conecta con cualquier tipo de opresión.
PREGUNTA: ¿Qué fue lo que más os llamo la atención al investigar sobre los suicidios indirectos de ese período histórico?
SEVERIN FIALA: Creo que nos enfrentamos a tres enormes sorpresas. La primera fue descubrir este fenómeno, que existía por toda Europa y duró bastante tiempo. No teníamos la menor idea. La segunda sorpresa fueron los interrogatorios, las transcripciones eran modernas, nos parecían muy actuales: la sensación de no estar a la altura, de no cumplir con las expectativas de la sociedad, de la iglesia y de sus familias. Sentimos que era alguien de hoy que nos estaba hablando, porque solemos pensar que el que en otros tiempos eran más tontos y no tan civilizados. Y justamente era lo contrario: eran mujeres realmente interesantes, muy modernas, que sufren exactamente los mismos problemas que hoy en día.
VERONIKA FRANZ: Y la tercera sería la violencia de estos crímenes. El lugar común es que las mujeres usan veneno, pero aquí eran crímenes horrorosos, realizados con una violencia física tremenda.
PREGUNTA.: ¿Cómo se relaciona una historia así con el presente? ¿Dónde está el dogmatismo ahora en la sociedad?
SEVERIN FIALA: En todas partes. Ya no es la Iglesia, que no es tan fuerte, incluso en España. Pero creo que en la sociedad hay muchas reglas que no se dicen ni verbalizan siquiera, pero están. Todas las sociedades creen que deben ser la mejor versión de sí mismas y eso hace que la gente se sienta muy presionada: es lo que le ocurre a Agnes en la película. Y en todas las transcripciones que leí, quería ser perfecta, pero no lo consiguió. Sentía que había fallado y que era culpa suya, eso la destruyó. Y pasa lo mismo hoy: la sociedad nos dice que es culpa nuestra si no somos realmente perfectos y a mucha gente le destruye sentirlo.
VERONIKA FRANZ: Sí, hablas del capitalismo y, por desgracia, es algo tanto de la izquierda como de la derecha. Hay conceptos que te hacen sentir en una cárcel más pequeña, más reducida: porque te dicen cómo debes comportarte, qué debe decir, qué palabras puedes usar, cuáles no. Y acabas pensando que no puedes hablar abiertamente porque te da miedo equivocarte, ser políticamente incorrecto. Me parece que es la mayor de las cárceles porque si te equivocas te va a caer un montón de mierda por encima. Ahí nacen los tabúes. Necesitamos intercambiar opinión con la gente que tenga opiniones diferentes. Esto es lo importante porque de ahí podrá salir algo nuevo.
PREGUNTA: He leído que vuestra filosofía sobre la representación de la violencia es que, "si algo existe en el mundo real, muéstralo". ¿Creéis que los creadores tienen que tener algún límite?
SEVERIN FIALA: Sí, el límite es hacer algo a alguien u obligarle a hacer algo que no quieren, hacerles partícipes de algo en lo que no quieren participar. Ese sería el límite, jamás nos atreveríamos a pasar. Pero, aunque la película parezca muy violenta, todo el mundo estaba perfectamente prevenido. Creo que hay muchos límites en lo que se muestra.
VERONIKA FRANZ: Los límites pueden diferir según la persona o creador. No se puede establecer una regla para todos. Es tu responsabilidad lo que muestras y lo que no. Y luego es diferente para cada espectador, también depende de ellos.
PREGUNTA: Los cineastas austríacos más internacionales, como Michael Haneke, Jessica Hausner o Ulrich Seidl, tratan, como vosotros y cada uno con su estilo, temas nada complacientes y reflexiones sobre aspectos muy oscuros del ser humano y de la sociedad. ¿Por qué creéis que es algo tan austriaco?
VERONIKA FRANZ: Quizá es una pregunta para historiadores o analistas del cine, pero creemos que quizá tenga que ver con nuestro posado. Austria fue hace 110 años un gran imperio enorme y se fue reduciendo hasta quedar un país muy pequeño. Eso dañó la confianza de la gente. Y es el país donde nació Hitler, y aunque su poder creció en Alemania, también conquistó Austria.
SEVERIN FIALA: No conquistó, nos unimos tranquilamente.
VERONIKA FRANZ: Sí, lo que quería decir es que también elegimos. Tras la II Guerra Mundial conseguimos pensar que fuimos la primera víctima de Hitler, y no lo éramos porque le elegimos.
SEVERIN FIALA: Tenemos una enorme tradición de jugar al escondite, de escondernos de la verdad. Siempre somos las víctimas y siempre escondemos el cadáver en el armario. Nunca reconocemos nada en Austria, no nos gusta excava los cadáveres.