Aurora, la bebé que se salvó de la DANA en Valencia metida en una maleta
- Una vecina ayudó a la madre del bebé y a su abuela en la riada en Paiporta
- Después de 20 días de la DANA, se han reencontrado para recordar esa noche
Aurora no va a acordarse de nada, pero con menos de un mes de vida ha abierto telediarios y ha dado luz a una noche tenebrosa. Pasó la DANA arropada dentro de una maleta gracias a Azahara, una vecina que logró ayudar a su madre y a su abuela cuando intentaban huir de la fuerza del agua. Habían salido del coche como pudieron y trataban de subirse a la valla de una nave industrial. La madre de Aurora, todavía con dolores de la cesárea, cuenta Azahara, no quería soltar a la pequeña. Pero la vio alta, pensó que estaría a salvo y se la dejó en brazos.
"Por altura me la cedió a mí, y como pudimos entramos a este local (el agua llegaba a la rodilla) nos subimos a la segunda planta". Ahí estuvieron durante horas, a oscuras, viendo cómo subía el nivel. Rompieron una ventana para escapar si subía el agua y agarraron cualquier cosa que pudiera flotar. "Preparamos palés, preparamos dos ruedas, una puerta desencajada. Antes de morir ahogado, no lo piensas. Para la bebé preparamos la maletita, con ropa, tener para cambiarla y que estuviera caliente y ya".
Aurora no lloró en ningún momento, recuerda Azahara. Estuvo dentro de la maleta varias horas, mientras su madre, su abuela y ella misma intentaban superar el pánico y tomar decisiones de supervivencia. Hasta que empezó a bajar el nivel y al poco escucharon a la Guardia Civil.
La ayuda de la Guardia Civil, la luz al final del túnel
"Tengo la estampa de cuando salimos: un guardia civil que abraza a la criatura se la pasó a otro por la verja hasta que llegó al sargento y la cogió, la besó y empezamos a salir todos de la nave."
Después de 20 días, Azahara y el sargento primero Jesús del Río, del puesto principal de Paiporta, han vuelto a encontrarse a las puertas de la misma nave. Ella ríe y llora a la vez. Él bromea: "Tendrás que ir de madrina al bautizo".
"La desesperación que sufrieron fue muy grande. No sabían ni dónde se metían, era verse en una ratonera", explica el sargento. Esa imagen del bebé en una maleta entre prendas de ropa resume toda la angustia de una noche que no tuvo ese mismo final feliz para todos.
"Fue lo más reconfortante de la noche para los que estábamos ahí: sacar a Aurora y ponerla a salvo en casa de la prima de Azahara. Nos dio algo de luz en esa noche tan ‘jodida’ en la que perdimos al compañero Adolfo y a Nieves. No se pudieron salvar, no pudimos salvarlos, más otras 43 personas que no pudimos hacer nada por ellas".
En varias horas, salvaron a incontables personas. Las rescataron de árboles, de coches, de vallas. "El instinto de supervivencia lleva a hacer cosas que seguramente en otra situación no se hubiesen hecho, no sé ni cómo aguantamos esa noche", explica. "Pensamos que era como otras veces, salimos para intentar acotar calles o evitar daños personales, sin saber lo que se nos venía encima". Le vienen a la cabeza las imágenes de los compañeros nadando entre coches, hierros y palos, entre todo lo que arrastraba el agua, también otro agente que se jugó la vida para salvar los transformadores y las baterías mientras la gente gritaba ayuda por todas partes con las luces de los móviles.
"Fue desgarrador, las tres o cinco horas que estuvimos allí, no poder ayudar a todos. Hicimos lo que pudimos".
Al día siguiente, con luz, al ver por dónde habían pasado y cómo se pusieron en riesgo, pensaron que era casi un milagro. "Todo lleno de hierros, pasamos a medio metro de las alcantarillas abiertas, si alguno hubiese caído no lo hubiese contado".
Estos días ponen cara y nombre a las personas que pudieron salvar, como a Azahara. No es la primera vez que volvía a la nave. "Me supo mal el destrozo que hicimos, el desastre que dejamos, dejar todo tirado, quería que supieran lo que había pasado". Así que regresó para darles las gracias y contarles que había sido una emergencia.