Bakú huele a petróleo: el oro negro corre por las venas de la sede de la cumbre del clima
- RTVE.es visita Villa Petrolea, icono del emporio fósil de los hermanos Nobel en la capital de Azerbaiyán
- La primera ciudad petrolífera del mundo muestra orgullo por su industria pero busca una nueva imagen ante la cumbre
Lo primero que siente el visitante al llegar a Bakú es el olor a metano. Este, como de azufre, proviene de las explotaciones gasísticas y petroleras que rodean la capital de Azerbaiyán, dentro y fuera de las aguas del Mar Caspio que bañan la ciudad.
La cumbre del clima tiene este año como sede un escenario particular: la que se considera como la ciudad petrolífera del mundo, de un orgulloso pasado, pero también presente, profundamente ligado a los hidrocarburos.
Cuando el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, aseguró en su discurso inaugural de la COP29 que "el petróleo y el gas son un regalo de Dios", sus palabras sacudieron la cumbre, indignando tanto a activistas como incluso a delegaciones de otros países, pero no hacían más que reflejar la idiosincrasia de este Estado del Cáucaso, en el que se instaló el primer pozo petrolífero industrial.
Villa Petrolea, símbolo del poder de los magnates del oro negro
En pocos sitios se aprecia mejor este histórico vínculo de Bakú con el oro negro que en un lugar con el clarificador nombre de Villa Petrolea. Esta mansión, un coqueto edificio de estilo bizantino que contrasta con los modernos bloques y amplias avenidas de alrededor, fue construido en 1884 por los hermanos Nobel, magnates del petróleo, como su "segunda casa" en Bakú.
Los hijos del sueco Alfred Nobel, creador de la dinamita y de los famosos premios con su nombre, fueron los pioneros en explotar industrialmente el petróleo que se acumulaba en los suelos y aguas de esta península en el Caspio con su compañía Brothers Nobel Oil Company (Branobel).
En su momento, la casa, rodeada de jardines, era todo un oasis de paz en pleno distrito petrolero, llamado Black City ("Ciudad Negra") por la manera en la que la contaminación impregnaba todo. Allí, en unos salones de estilo de club inglés, se reunían los grandes ejecutivos petroleros, mientras que los empleados vivían en barracones en los alrededores.
No ha cambiado tanto la función de este chalet, que ahora, además de museo, acoge el exclusivo Club del Petróleo Nobel Bakú, y que el día de la visita de este periodista acoge un encuentro privado al más alto nivel. No dejan de llegar coches de alta gama, mientras sus antiguas chimeneas funcionan a pleno rendimiento para tratar de calentar el interior en una fría mañana de noviembre.
De la "Ciudad Negra" a la "Ciudad Blanca": la gran transformación de Bakú
"Todo es negro: las paredes, la tierra, el aire y el cielo. Puedes sentir el petróleo e inhalar los humos, y el hedor te ahoga. Caminas entre nubes de humo que cubren el cielo". Así narraba un viajero turco cómo era la "Ciudad Negra" en 1890.
Y aunque se mantenga un cierto olor, prácticamente todo ha cambiado desde entonces. A principios de este siglo el Gobierno se propuso una transformación total de este distrito, del que ya solo queda en pie residencia de los Nobel, para limpiar su oscuro pasado y que pasase a llamarse la "Ciudad Blanca", un "nuevo y moderno centro de la ciudad", según el actual presidente del país. Esta reconstrucción abarcará 1.650 hectáreas y acogerá a 280.000 residentes cuando se concluya, según los datos oficiales del Ejecutivo azerí.
"La que ha sido la "Ciudad Negra" durante siglos se volverá blanca, limpia, crecerán las flores y será un bonito lugar que visitar de Azerbaiyán", pronosticaba su padre, el histórico dirigente azerí Heydar Alíyev.
Allí quedan, además de Villa Petrolea, vestigios de algunos de los primeros tanques de petróleo del mundo, de mediados del siglo XIX. La ciudad los muestra con orgullo, del mismo modo que varios carteles recuerdan que aquí también nacieron las primeras refinerías o el primer oleoducto. A finales de ese siglo, Azerbaiyán producía el 90% del petróleo del mundo.
Edificios parisinos y cabinas británicas con refinerías de fondo
En su lugar, ahora en estos terrenos descontaminados hay parques en los que campan los omnipresentes gatos callejeros de Bakú, que alegran la visita de las adineradas familias de turistas, nacionales, rusos y turcos, sobre todo.
También hay edificios de estilo moderno y otros que, aunque se acaban de construir, imitan las históricas avenidas de París o de Londres, hasta el punto que disponen de las características cabinas y buzones ingleses.
Todo ello no oculta que, allá donde se ponga la vista, la industria fósil sigue presente en Bakú. En las aguas del Caspio asoman las agujas de los pozos petrolíferos, y muchas refinerías siguen funcionando a pleno rendimiento a apenas unos kilómetros de distancia.
El 90% de las exportaciones y cerca de la mitad del PIB del país corresponde al gas y el petróleo, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, lo que demuestra por qué Bakú se resiste tanto a abandonar su histórica fuente de riqueza, incluso en plena COP. El Gobierno azerí, según la BBC, ha buscado aprovechar esta cumbre para expandir su producción gasística.
De la nacionalización soviética a la decadencia
El dominio de los Nobel terminó con la Revolución Soviética de 1917, que nacionalizó la industria petrolera en un país que entró a formar parte de la URSS. En los años previos, la "Ciudad Negra" y los pozos petrolíferos habían sido escenario de huelgas, secuestros y atentados contra los magnates del petróleo, organizados por uno de los líderes de esta revolución, Iosif Stalin.
Tras el fin de la URSS y la independencia de Azerbaiyán, en los años noventa, este distrito agudizó su decadencia y la misma Villa Petrolea estaba al borde de la ruina tras años de abandono, hasta su reforma en 2008.
Ahora, el Gobierno quiere que la "Ciudad Blanca" sea punta de lanza de una operación de lavado de imagen que va más allá de un barrio: es la de todo un país.
La cumbre del clima, como ha ocurrido en anteriores ocasiones, será una parte fundamental de esta nueva cara hacia el exterior, aunque el éxito diplomático dependerá de si es capaz de lograr un acuerdo ambicioso para el futuro del planeta, que supere la necesidad del petróleo que durante siglos ha corrido por las venas de Bakú.