La perseverancia de los olivareros palestinos frente a los ataques de los colonos: "Es nuestra tierra"
- Los soldados de Israel impiden que los palestinos lleguen a sus tierras o lleven la aceituna al mercado
- Durante la primera semana de noviembre, la OCHA recogió 177 incidentes protagonizados por colonos
Sumud es una palabra árabe que significa firmeza y perseverancia. Los palestinos la utilizan para expresar la idea de mantenerse en su tierra pero, también, la de resistir. Suele ir representada de dos maneras. Una de ellas es como una madre y más en concreto como una mujer campesina. La otra es el olivo. "En árabe decimos los olivos son los cimientos de la casa", explica Ghassam Olyan "así que valoramos mucho los olivares, como familia, como vecinos de Batir, como agricultores y como palestinos".
Ghassam es un palestino de Battir, una aldea próxima a Belén declarada patrimonio de la humanidad. Allí cultiva dos centenares de olivos. Los de su familia superan el millar. "Somos agricultores por defecto. Mi abuelo, mi padre... Eran agricultores. También lo son mis hermanos. Para nosotros", dice Ghassam, que añade que "es como respirar".
Resistencia frente a los ataques israelíes
Pero recoger la aceituna se ha convertido en un negocio ruinoso. Muchas veces, los agricultores palestinos tienen que hacer hasta tres intentos antes de que los soldados de Israel les permitan llegar a sus tierras o llevar la aceituna al mercado. Desde hace semanas, en Battir, la recogida de la aceituna es peligrosa por la violencia de los colonos.
Hace apenas 10 días, los colonos armados increparon a Ghassam cuando intentaba trabajar sus tierras: "Me dijeron: regresa a la Meca, a Arabia Saudí. Tú no eres de aquí. ¡Vete a tu país!", recuerda el olivarero. "Pero nosotros", explica, "somos de aquí, aquí tenemos raíces profundas. Los colonos me decían que esta no era mi tierra, que esta es la tierra prometida y que ellos son los elegidos".
A Hassam le empujaron, le tiraron al suelo y le golpearon con el arma en la cabeza y en una pierna, incluso a pesar de la presencia de activistas que trataron de evitarlo.
Es solo una de las últimas agresiones, por eso sumud es también la palabra que mencionan los activistas para referirse a su actividad en los olivares, intentando, con su presencia, minimizar las agresiones de los colonos. "Es nuestra forma de cambiar la ocupación o, incluso, acabar con ella", explica Eszter Koranyi, de la ONG israelí Combatientes por la paz. Dice que apoyan "a las comunidades palestinas que están en el área C, controlada por Israel, y que están en peligro y sufren la violencia de los colonos y, a veces, también del Ejército".
Este verano, el gobierno de Israel inició los trámites para legalizar un nuevo asentamiento en la zona, Nahal Heletz. Son 60 hectáreas dentro del área de protección. De esa forma, según la ONG israelí Paz ahora, Israel pretende interrumpir la continuidad territorial entre varias aldeas próximas a Belén, en las que residen 25.000 palestinos.
Desde entonces, como cuenta Eszter, las cosas no han dejado de empeorar: "Básicamente, han elegido la cima de una colina que aún estaba libre y han dicho, venga, vamos a establecer un asentamiento. Y lo han hecho en una de las pocas zonas próximas a Belén que aún permanecían en calma, donde los palestinos aún podían ir a sus tierras, trabajar el campo, mejorar su vida. El gobierno ha decidido acabar con eso".
Más de 60 palestinos heridos por colonos en una semana
Durante la primera semana de noviembre, la OCHA, la oficina de coordinación de asuntos humanitarios de Naciones Unidas, recogió 177 incidentes protagonizados por colonos y vinculados con la cosecha de la aceituna en propiedades palestinas. Casi 130 de esos incidentes terminaron con víctimas o con daños materiales. Unos 1.200 olivos fueron quemados, vandalizados o cortados. Hubo robos en los cultivos y de herramientas agrícolas y 63 palestinos resultaron heridos por los colonos israelíes.
En Battir, ayudando a Ghassam en sus olivares, hemos conocido a Hiba y a sus hijos adolescentes. Ya habían ido dos semanas antes, pero los colonos les impidieron trabajar: "Nos dijeron que nadie podía recoger la aceituna y que nos teníamos que ir de esta zona. Nos dieron un minuto para irnos y nos advirtieron de que, si no lo hacíamos, nos lanzarían bombas de humo. Estábamos asustados. Mis hijos lo estaban, por supuesto", cuenta Hiba a RNE.
Durante el último año, se han producido más de 1.600 incidentes, la mayoría en las zonas de Nablus, Ramala y Hebrón. "Esta es nuestra situación, así es nuestra vida", dice Hiba, que vive en Jericó.
Todo cambió desde el 7 de octubre
Entre los activistas que tratan de proteger a los olivareros estaba Nami. Esta norteamericana llegó con su familia a Jerusalén poco antes del ataque de Hamás del 7 de octubre. Desde entonces, dice, se ha sentido parte del tablero de juego: "Estoy feliz -contaba-, por haber sido capaz de conectar con los palestinos y hacer algo que esté, aunque sea remotamente, conectado con lo que tiene que ver con la paz". "Hay pocos sitios en los que puedas hacer algo por la paz", añade.
La jornada que compartimos con Ghassam en sus olivares fue tranquila, a pesar del tortuoso camino para llegar a sus campos, porque el Ejército impidió al acceso por el trayecto habitual: "Intentaron asustarme", asegura el olivarero. "Hacerme sentir que tenía que irme de mi tierra. Pero no voy a dar un paso atrás. Esta es nuestra tierra, tenemos que sobrevivir. Tenemos que resistir", concluye.