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Objetivo Igualdad

Violencias invisibles: cómo condicionan a las víctimas para que no denuncien

  • La violencia psicológica, la dependencia económica o la luz de gas anulan la autoestima y la voluntad de las víctimas de maltrato
  • Las expertas advierten que hay que tenerlas más en cuenta en la lucha contra la violencia de género y los procedimientos judiciales

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Mujer joven con gesto triste y preocupado sentada en un sofá, representando la violencia invisible.

*Objetivo Igualdad, sábados a las 11h en La2 y domingos a las 14,40h en Canal 24 horas

La mayor parte de las mujeres asesinadas en casos de violencia de género no había denunciado a su agresor. Este dato, que suele acompañar las primeras informaciones sobre estos crímenes puede hacer pensar que el maltrato era reciente, o que el asesino actuó de forma impulsiva o fruto de un rapto de violencia pasajero. Nada más lejos de la realidad. Las mujeres soportan el maltrato algo más de ocho años de media hasta que consiguen denunciar. Y esto es una media temporal que se amplía en ciertos casos, como cuando se vive en el medio rural.

De las 58 mujeres asesinadas por hombres que eran sus parejas o exparejas en 2023, el 75% no había presentado denuncia. Ni ellas mismas ni su entorno habían denunciado tampoco en el 59% de los 49 feminicidios que se produjeron en 2022. De las 49 asesinadas en 2021, en el 79% de los casos no había denuncias previas. ¿Por qué sucede esto?

Según las personas expertas, es importante considerar que en la violencia de género no sólo existe maltrato físico. Antes de los golpes, o aunque no haya golpes, las víctimas sufren varios tipos de violencias que no se ven y que les impiden salir del círculo vicioso en el que se convierte la relación de maltrato.

Atrapadas en el maltrato

La violencia psicológica y el control que el maltratador ejerce sobre su víctima es el primero de los elementos a tener en cuenta: “Hace que la mujer pierda absolutamente su autoestima y, por tanto, sea incapaz de tomar decisiones entre ellas romper ese ciclo de la violencia”, explica Susana Martínez, presidenta de la Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres.

La violencia psicológica hace que la mujer pierda absolutamente su autoestima y por tanto sea incapaz de tomar decisiones

La psicóloga clínica Sonia Vaccaro compara la estrategia de violencia emocional que sigue habitualmente el maltratador con la del “poli bueno-poli malo” de tantas películas: “Fractura la mente de la mujer, que es lo que en términos técnicos se denomina disociación cognitiva, porque, por un lado, queda la mano que acaricia y, por otro lado, la mano que pega o que amenaza. No necesariamente se llega al golpe clásico, que es lo que las mujeres aprendieron para denunciar. Ella no denuncia porque cree primero que lo puede seguir controlando. Segundo, se queda esperando que vuelva el bueno, el que la caricia, le dice cosas bonitas, de quien ella se enamoró y no logra comprender que son la misma persona”.

Violencia económica y violencia vicaria

En muchos casos, además, entra en juego la dependencia económica. “Rompe la capacidad de decisión de las mujeres y coarta su libertad, porque quien no tiene una independencia económica, personal y emocional no puede elegir y que no puede elegir carece de libertad”, explica Susana Martínez.

La estrategia del maltratador puede incluir amenazas no sólo contra la propia mujer, sino contra sus seres queridos, en primer lugar los hijos, pero no sólo ellos. Es la violencia vicaria. “Estos individuos violentos también utilizan a gente muy cercana, puede ser incluso un familiar que la mujer cuide con alguna discapacidad, tiene que estar el factor de vulnerabilidad, que él tenga fácil acceso a esa persona y que sepa que la mujer la quiere mucho”, explica Sonia Vaccaro. Esta psicóloga y perita forense añade que el maltratador puede extorsionar a la mujer también con sus animales de compañía: “Tenemos casos ya descritos donde él se ensaña con el animal de compañía de la mujer y digo animal de compañía porque no es solo el perro o el gato, sino cualquier animal que ella tenga cuidado y algún afecto apego”.

La impotencia, el miedo, la culpa frenan a la mujer a la hora de denunciar, pero también sucede que gran parte de ellas no se reconocen como víctimas de violencia de género. “Estas violencias silenciosas son las más difíciles de detectar y de probar. Si ellas no detectan la violencia o si han normalizado el comportamiento del agresor hacia ellas, es muy difícil que lo afloren y, por tanto, que se detecte y se pueda investigar”, reflexiona la fiscal de sala de violencia contra la mujer, Teresa Peramato.

Incertidumbre frente al futuro

Esa dependencia económica puede también frenar a las mujeres, que se ven impotentes porque desconocen incluso cuantos son los ingresos familiares o qué saldo puede haber en las cuentas, como explica Susana Martínez: “Dicen, bueno, si yo rompo con mi pareja, si yo rompo con el padre de mis hijos, dónde voy a ir, qué voy a hacer, cómo voy a vivir, cómo voy a alimentar a mis hijos o a mis hijas. Eso es un obstáculo a veces muy, muy difícil para que salgan del ciclo de la violencia”.

Si yo rompo con mi pareja, si yo rompo con el padre de mis hijos, dónde voy a ir, qué voy a hacer, cómo voy a alimentar a mis hijos o a mis hijas

La presidenta de la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos señala la importancia del 'efecto luz de gas', esa estrategia que consiste en confundir a la víctima, distorsionando la realidad y el relato de los hechos cotidianos hasta el punto de que ella llega a cuestionar su salud mental: “Ella piensa: Yo estoy muy mal, yo soy una ansiosa, tengo depresión, no voy a poder tener la custodia de mis hijos porque en este estado en el que me encuentro es imposible que un juez me dé la custodia. Todas esas son realidades inducidas por el agresor que al final la víctima las asume tanto, que igualmente acaba dependiendo también de la visión de la realidad que le da el agresor y acaba siendo absolutamente controlada por él”.

Tras la ruptura

Estas violencias invisibles también influyen tras la denuncia e incluso con el procedimiento en marcha. “Tras la ruptura, la violencia económica también tiene mucha importancia. Supone el impago de pensiones, o impago de las hipotecas, lo que provoca una asfixia económica importantísima a la mujer, que puede redundar no solamente en que pueda volver a retomar a relación con el agresor por no quedarle otra, sino también la retirada de denuncias o cambiar su declaración en el juzgado”, señala Teresa Peramato.

Como explica Sonia Vaccaro, la violencia vicaria puede emerger precisamente en el marco de la separación o el divorcio: “Cuando él no tiene acceso a la mujer de modo directo como para ejercer el poder y el control, lo ejerce a través de los hijos y las hijas de modo preferente. Como la justicia y el sistema le sigue permitiendo tener acceso y poder sobre ellos, entonces los utiliza como objetos para continuar mostrándole a esa mujer quién es el que continúa teniendo el poder y el control”.

La culpabilización de la víctima las lleva a que a lo largo del proceso tomen posición a favor del agresor incluso disculpándole.

Teresa Peramato explica otros efectos de la violencia psicológica y la dependencia emocional en la que se ha visto inmersa la víctima, durante años en los que el agresor la culpabilizaba de la situación: “La culpabilización de la víctima las lleva a que a lo largo del proceso tomen posición a favor del agresor, incluso disculpándole. Tenemos que tener en cuenta que las víctimas de violencia están sometidas a una vulnerabilidad específica, de forma que a veces asumen comportamientos que presuntamente son libres y las ponen en situaciones de mayor riesgo.

No solo que vuelvan a vivir con el agresor, aunque existan medidas cautelares que prohíban esa cercanía o convivencia, sino que se retracten en el procedimiento. En muchas ocasiones solo tenemos la declaración de la víctima y el hecho de que se retracten determina que no se pueda pueden perseguir al individuo”.

Por ello, según las expertas, es fundamental dar a conocer este tipo de violencias y trabajar para que tanto la sociedad como el sistema las tenga en cuenta y no identifique la violencia solo con los golpes. “Tenemos que aguzar un poco el sentido y la mirada para ver que la violencia es algo más que el golpe, si no que es control y poder sobre una persona a la cual se termina anulando. Yo creo que si pudiésemos equipararlo a la tortura tal vez quedaría un poco más claro este tipo de violencia”, reflexiona Sonia Vaccaro.