Líbano, un futuro roto con la mirada puesta en el pasado: ecos de un inalcanzable alto el fuego
- La guerra golpea a este país, que padece una crisis económica y una inestabilidad política sin precedentes
- El gabinete de seguridad israelí se reúne este martes para "discutir y aprobar" la tregua con Líbano
En la guerra, el humor deja de ser un arma vital. Amar Al Sukhn tiene 34 años, su nombre significa luna y lleva semanas con el corazón encogido. Es cómica y, antes de la escalada del conflicto de Israel con Líbano, recorría las escuelas de barrios humildes para robar sonrisas a los más pequeños. Sin embargo, desde el 17 de septiembre, cuando fueron detonados miles de buscapersonas usados por Hizbulá, provocando 2.000 heridos y más de una decena de muertos, supo que marcaría un punto de inflexión en la vida de los libaneses. Al día siguiente, el 18 de septiembre, otra ola de explosiones de walkie-talkies dejó a unos 25 muertos y cientos de heridos e Israel movilizó sus tropas desde Gaza hacia el frente norte. Y, aunque el intercambio de fuego entre Hizbulá e Israel nunca ha cesado desde el comienzo de la guerra en Gaza en octubre de 2023, las últimas semanas han sido las más mortíferas para el país de los cedros.
La lluvia de bombardeos aéreos y las incursiones terrestres han provocado el asesinato de al menos 3.700 personas, mientras 15.000 han resultado heridas y más de un millón se han visto obligadas a desplazarse de sus hogares. El pequeño país mediterráneo, de unos 250 kilómetros cuadrados, cuenta con poco más de cinco millones de habitantes. La destrucción reina en la periferia de Beirut y la incertidumbre se apodera de la población. "En las escuelas dónde hacíamos espectáculos para los niños son ahora refugio para miles y miles de desplazados", explica la activista social. "Los incesantes ataques israelíes provocan desplazamientos continuos, la gente se ha desplazado una, dos y hasta tres veces", asegura.
"Las consecuencias de la guerra son terribles y vivimos en un Estado que no tiene capacidad de respuesta", denuncia Al Sukhn. "El pueblo ayuda al pueblo, estamos organizados en pequeñas asociaciones y hay una solidaridad muy fuerte que nos impulsa", añade. Esta nueva ola de violencia golpea fuerte a un país que ha vivido en la inestabilidad permanente: una guerra civil resultado de las tensiones internas, un conflicto abierto con el vecino Israel, recelos reiterados con Siria, atentados que se añaden a la fragilidad política desde la salida hace dos años del expresidente Michel Aoun, económica y social. "Nuestra vida ya estaba al límite. Vivíamos en una calma tensa que en cualquier momento podía estallar. ¿Cuál es el futuro? ¿Qué es lo siguiente? ¿Qué más nos puede pasar?", se pregunta la joven.
La propuesta de alto el fuego
Amar aún no cree que vaya a haber un alto el fuego. "El después será mucho más difícil, cuando toda la gente desplazada vuelva a sus casas y se encontrará a sus barrios y su vida convertida en escombros", concluye la humorista. No obstante, este lunes según varias agencias internacionales el Gabinete de Seguridad de Israel se reunirá este martes en Tel Aviv para dar el visto bueno a la propuesta estadounidense de alto el fuego. Los diarios Ynet y Haaretz adelantaban que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, habría aceptado la propuesta. De confirmarse esto llega un día después de la visita a Beirut del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, desde allí aseguró: "Solo vemos un camino: un alto el fuego inmediato y una total implementación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad. Un alto el fuego inmediato y simultáneo de todas las partes".
"Estamos asistiendo exactamente a la misma escenografía de lo que ocurrió en la Franja de Gaza. Se produjeron negociaciones, conversaciones y se decía que la tregua era prácticamente inminente y finalmente ese alto el fuego nunca llega", explica escéptico Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios árabes e islámicos de la Universidad Complutense de Madrid. El analista argumenta que Israel tiene aún objetivos muy concretos en Líbano y no los va a abandonar hasta que no los consiga. De alcanzarse una tregua, apunta, sería hacerle un regalo al presidente saliente Joe Biden y no podría rentabilizarla el próximo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump.
En menos de dos meses, las Fuerzas Armadas israelíes han matado a los principales líderes de Hizbulá y ha arrasado con su feudo Dahiye, en la periferia de Beirut. "Israel pone unas condiciones inasumibles para Hizbulá y culpa así a la organización chií de haberse plegado a firmar un alto el fuego", expone. "Tel Aviv no quiere mostrar que es la parte que no quiere la tregua y tiene así un pretexto para continuar de manera indefinida la guerra", añade Álvarez-Ossorio.
Israel, para detener su ofensiva, exige la retirada de Hizbulá de algunos puntos al norte del río Litani. Además, pretende que países como Estados Unidos o Francia supervisen la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) para garantizar que la milicia chií no pueda reabastecerse de cohetes y otras armas por tierra, aire o mar. Fuentes del Ministerio de Defensa, aseguraban que este cese de las hostilidades podría incluir una retirada de 60 días de las Fuerzas Armadas de Israel del sur del Líbano.
El mediador de la Administración de Joe Biden entre Israel y Líbano, Amos Hochstein, estuvo el fin de semana de visita en Israel, tras haber visitado a los dos países, para impulsar el alto el fuego. Los expertos recuerdan que en un primer momento se negocian unas condiciones que van cambiando a medida que evolucionan los acontecimientos sobre el terreno. Tel Aviv siempre ha reclamado la retirada de Hizbulá del río Litani y la aplicación de la resolución 1701, pero las condiciones en los últimos meses de conflicto han cambiado. El asesinato de los principales líderes de Hizbulá, hoy por hoy, hace que la organización se encuentre en una situación de debilidad para imponer condiciones y "esto le permite a Israel ir más allá con sus demandas como la de exigir el desarme de Hizbulá, algo que es inasumible porque supondría su irrelevancia tanto en el ámbito militar como en el ámbito político", zanja el catedrático de Estudios árabes e islámicos.
La milicia con sede en Líbano está sometida a mucha presión, tanto a nivel nacional como internacional. Las condiciones impuestas por Netanyahu impactan en el ADN de la organización y a su sentido de existencia. "Hizbulá surgió para combatir a la ocupación israelí y no es tan fácil que renuncie a su seña de identidad, también porque supondría un riesgo para su propio futuro dentro del Líbano", concluye.
¿Se repite el mismo escenario que en 2006?
La historia de la región ha demostrado que nunca es la última guerra de Israel en el Líbano. El Ejército hebreo penetró en el sur del país de los cedros en 1978, en 2000, en 2006 y ahora en 2024. "Netanyahu ha demostrado su disposición de mantener abiertos varios frentes de guerra", asegura el investigador sénior asociado al Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) y especializado en Oriente Medio, geopolítica global y seguridad, Pere Vilanova. Asegura que en 2006 parecía una incursión muy controlada: "Aguantaron 33 días y muchos soldados se tuvieron que ir". Este año ha vuelto a entrar para "neutralizar a Hizbulá, pero hay otra situación sobre el terreno", añade. La gran diferencia, es que en 2006 se veía a las tropas israelíes entrar y salir para "demostrar que si querían podían".
Álvarez-Ossorio se detiene en el impacto: "Hace 18 años fue mucho más limitado y Hizbulá consiguió venderlo como una derrota de Israel y una victoria que causó muchos daños al enemigo", analiza. Sin embargo, el logro israelí en esta ocasión ha sido acabar con toda la cúpula de la organización chií y, además, haber destruido buena parte de su capacidad militar. Es difícil para la milicia libanesa aceptar las condiciones de la tregua porque no puede "proclamar ninguna victoria".
La "urgencia" de un alto el fuego puede que se deba a la elección de Trump. "Ha dicho que no quiere guerras", recuerda el catedrático, aunque será un buen aliado de Netanyahu para imponer una nueva realidad territorial. "Tengo claro que Israel no pondrá fin a su ofensiva ni contra Gaza ni contra el Líbano y desde luego se apoya en su posición de fuerza", aclara. Tel Aviv quiere reducir la influencia de Hizbulá en la escena política libanesa. Quiere convertirle en un actor irrelevante y sin capacidad de decisión en los futuros gobiernos del país.
Líbano: inestabilidad política y falta de gobernanza
Por su parte, la población libanesa se ha visto obligada a convivir con la incertidumbre constante. El 27 de abril de 1975 comenzó una guerra civil que duró hasta 1990, cuando unos activistas cristianos atacaron a un autobús de refugiados palestinos y murieron 27 personas. El pequeño país de Oriente Próximo se ha levantado sobre una identidad diversa y fracturada que ha llevado a imponer la presencia de todas las comunidades en las instituciones del Estado. Por lo que rige en el país un sistema multipartidista enmarcado por un marco confesionista en el que los cargos están repartidos proporcionalmente entre las comunidades religiosas. El último censo en vigor corresponde a 1932, cuando los cristianos maronitas eran una mayoría en el país. "La realidad demográfica seguramente ha cambiado", matiza el especialista en Oriente Medio, geopolítica global y seguridad, Pere Vilanova. Hoy por hoy, el presidente tiene que ser un cristiano maronita y el primer ministro un musulmán suní.
"El problema del Líbano es que la inestabilidad política actual y la falta de gobernanza han mermado a un país que funcionaba normal y democráticamente", apunta Vilanova. Recuerda que la libra libanesa fue una de las monedas más estables del mundo y que desde 2019 ha perdido más del 98% de su valor frente al dólar estadounidense. "Aquella época de bonanza y equilibrio institucional queda muy lejos. Tenían elecciones abiertas y competitivas, aunque cada ciudadano sabía muy bien a quién tenía que votar, lo vivían como una especie de lealtad grupal como garantía de protección", explica el investigador sénior del CIDOB.
En las últimas décadas, mientras la sociedad sufría una metamorfosis político social, Hizbulá ha ido ganando músculo. Hay dos vertientes de la milicia: una militar y la otra política. "No se trata de un movimiento de liberación porque el Líbano ya está liberado, es más bien un actor organizado que lucha contra la amenaza de Israel y actúa con lealtad a las instituciones del Estado libanés", argumenta Vilanova. Recuerda que la organización cuenta con un fuerte apoyo social porque ha mantenido a flote la supervivencia con su red de apoyo a los estratos más desfavorecidos.
En 2018, la deuda pública libanesa alcanzó un 148%, lo que le convirtió en uno de los países más endeudados del mundo. Además, la población se ha enfrentado a cortes eléctricos diarios y programados por el gobierno. Hay localidades que se enfrentan ya a la escasez de agua, que en la próxima década podrá extenderse a todo el territorio debido al incremento del gasto de agua para los hogares y las actividades de irrigación. A día de hoy, no existen suficientes mecanismos para conservar y tratar el agua, lo cual supondrá un reto. Aún perdura en la memoria colectiva la explosión en el puerto de Beirut, el 4 de agosto de 2020, que provocó la muerte de 218 personas y más de 7500 heridos y desaparecidos. "Líbano es un país que históricamente ha tenido muy mala suerte por todo lo malo que ha vivido, pero casi nunca por culpa suya", ha asegurado. Los hospitales en Líbano estaban en modo supervivencia por la falta de suministro eléctrico y medicamentos.
En la actualidad, la sociedad vive polarizada en dos bloques: pro occidental y pro regional. Dos visiones antagónicas. La Alianza del 8 de marzo y el bloque del 14 de marzo, no se ponen de acuerdo. "No hay un mínimo consenso sobre quién tiene que presidir el país”, concluye el profesor de la UCM. Mientras el desempleo, la pobreza, la inflación no hacen más que agravarse. "Desde la explosión de Beirut, muchos libaneses han emigrado, pero otros siguen y luchan para mejorar la situación y restablecer la normalidad", dice la activista libanesa. “Es un país hermoso por su gente y muchos no queremos abandonarlo”, concluye Al Sukhn.
"Yo creo mucho en la resiliencia libanesa y entiendo muy bien su cabreo porque a ellos les pasa todo y casi todo es malo", concluye. "No queremos ser resilientes, queremos ser normales", zanja la joven.