Enlaces accesibilidad

Andrea Arnold, la poeta del realismo social inglés emociona con 'Bird': "La gente de mi entorno no suele hacer películas"

  • RTVE.es entrevista a la directora británica, cuya nueva película se estrena en España

Por
Franz Rogowski, en una imagen de 'Bird', de Andrea Arnold
Franz Rogowski, en una imagen de 'Bird', de Andrea Arnold Atsushi Nishijima

Sin darse demasiada importancia, Andrea Arnold cree que hay dos aspectos que la distinguen de la mayoría de cineastas. El primero es su capacidad de observación: “Mis amigos me dicen que incluso andando por la calle noto cosas distintas, tengo ese algo de persona muy sensible”. El segundo es su origen humilde: “Crecí en ese mundo y siento que estoy en una posición increíble, porque la gente de mi entorno no termina haciendo películas”.

Sensibilidad y realismo social, los alrededores de su Kent natal, y una emotiva historia de paso a la madurez, cristalizan en Bird, su película “más difícil” y posiblemente más personal, que se estrena en España tras competir en el Festival de Cannes. “Posiblemente” más personal porque Arnold se enroca en no arrojar ninguna luz explicativa sobre su cine, que defiende como pura intuición: “Ni siquiera me doy cuenta de lo que hago, deambulo por el guion”.

Bird acompaña a Bailey (Nykiya Adams) , una niña de 12 años que vive con su padre (Barry Keoghan)y su hermano mayor, en un entorno de extrarradio duro, violento, plagado de familias desestructuradas, pero también pintoresco y atravesado de un poco de ternura. Basta como ejemplo que su jovencísimo padre busca ganar dinero a través de los alucinógenos que genera un sapo bufo al que hace escuchar temas del brit-pop de los 90 para que suelte veneno.

Bailey, como cualquier preadolescente, se encuentra desorientada y algo sola hasta que encuentra a Bird (Franz Rogowski), un hombre extraño y tierno, ajeno a ese lugar y casi fuera del tiempo, en el que encuentra cierto consuelo y sobre el que proyectará sus propias fantasías. Sostiene Arnold que solo mirar con detalle insectos, animales y los rastros de la naturaleza que se filtran entre el urbanismo es ya suficientemente maravilloso: la poesía está en su mirada, no en la definición de ‘realismo mágico’ que pide una y otra vez que no sea aplicada a su película, que cuenta como siempre con su inseparable director de fotografía Robbie Ryan (responsable también de La favorita o Pobres criaturas).

La responsabilidad del retrato del extrarradio

Arnold viene de una biografía atípica: bailarina en su juventud (aparecía en el mítico programa Top of the pops), presentadora televisiva, su carrera parecía enclaustrada en la pequeña pantalla hasta que ganó el Oscar a mejor cortometraje en 2004 (Wasp), pistoletazo de salida de una de las filmografías más importantes del siglo, tres veces ganadora del Premio del Jurado en Cannes (Red Road, Fish Tank y American Honey).

Un camino que describe como sufrido. “Alguien me dijo que el dolor en el arte es igual a libertad. Me parece brillante. Es así para mucha gente, ¿no? Convierten en arte todo lo que les molesta y luego lo liberan”.

¿Por qué el cine británico tiene tanta riqueza en el retrato social? ¿Se siente ella heredera y parte de ese movimiento? “Es una pregunta interesante. Gran Bretaña tiene un gran sistema de clases, hay una gran división y no estoy segura de que se esté reduciendo. Crecí en ese mundo así que siento que es mi responsabilidad, de algún modo, representarlo de una manera precisa. No pretendo mostrar una visión amplia, pero sí mostrar lo que entiendo”, analiza. “Y creo que el hecho de haya tenido una carrera se debe a que había un movimiento de realismo social: es importante para el cine británico y el público lo acepta. Porque conozco gente que hace todo tipo de películas y no logran hacer carrera. En eso me siento muy afortunada”.

No solo Baily o su padre, sino Bird y prácticamente todos los personajes de la película han sido padres en su adolescencia o hijos de esos padres adolescentes. “Cuando crecí conocí a muchas familias con padres jóvenes así que es natural que me salgan al escribir. Muchos padres eran muy jóvenes en mi zona lo que era bastante fascinante y también algo normal”, describe soslayando que ella misma es hija de una madre de 16 y un padre de 17.

La fascinación por lo normal podría ser otra definición para su cine a lo que habría que sumar el humanismo: hay mucha energía positiva en Bird, punteada por esa banda sonora que se sirve de Blur, The Verve o Coldplay  -irónicamente descrita como “música de mierda” para poner nerviosos a los sapos- hasta música actual.

“Fui una gran bailarina y la música ha sido parte de mi vida. Siempre estoy buscando canciones y creo una lista de reproducción para cada personaje. Fui curioso usar canciones que son himnos porque me di cuenta de que los jóvenes también las conocían por sus padres. Ahora tenemos tanto acceso a la música que realmente tenemos todo. Mi hija escucha a The Smiths o cosas así”.

Cuesta no ver en Baily (de Kent, valiente, imaginativa y filmando belleza con su móvil para luego proyectarla en su pared) algo de la propia Arnold. “Simplemente refleja mi forma de ser. La película, lo que filmo y cómo lo filmo, reflejan lo que siento y cómo veo el mundo. Y siempre busco cosas que quiero capturar, las buenas y las malas”.