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Análisis

Siria, el callejón sin salida de su agujero negro

  • La denominada Operación freno de la agresión ha centrado de nuevo la atención internacional en el país árabe
  • Siria es actualmente un país dividido y repartido en zonas de influencia entre grupos rebeldes y el régimen de Bachar al Assad

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Siria, el callejón sin salida de su agujero negro
Combatientes toman posiciones en Alepo después de que las fuerzas rebeldes tomaran el control de la ciudad BILAL AL HAMMOUD

La Operación freno de la agresión saltaba el pasado viernes 29 de noviembre a las primeras páginas, centrando de nuevo la atención internacional en Siria. Desde que las ocupara trágicamente desde la Primavera de 2011, hasta el cierre en falso de 2019, el país árabe había prácticamente desaparecido de las crónicas periodísticas.

Siria es un país dividido, seccionado, repartido en zonas de influencia desde las revueltas contra el régimen de Bachar al Asad, en principio pacíficas, de hace casi 14 años. Eso llevó a deserciones en el ejército, la creación de facciones armadas rebeldes y las sucesivas intervenciones regionales e internacionales. En la década siguiente, con más de medio millón de muertos, Siria quedaba dividida en cuatro partes: una bajo el control de Estados Unidos, otra de Rusia, una tercera de Irán, y de Turquía, superponiéndose a menudo, cuando no compitiendo por una zona u otra. Ahora hay que añadir a Israel la "new entry" por el sur del país.

Letrero de señalamiento en una carretera siria entre Homs y Palmira en el que muestra destinos hacia Deir Ezzor, Irak y Damasco, la capital del país

Letrero de señalamiento en una carretera siria entre Homs y Palmira en el que muestra destinos hacia Deir Ezzor, Irak y Damasco, la capital del país ÁNGELA RODICIO

Hasta el 29 de noviembre, el régimen de Bachar al Asad, aliado con Rusia e Irán, dominaba tres cuartas partes de Siria. Al Asad, oculista de profesión, es la segunda generación de un clan asociado con la mano de hierro de la que siempre han hecho gala desde la llegada al poder de su padre, Hafez, en 1971. Su muerte en junio del 2000 supuso el comienzo del poder absoluto de Bachar.

La familia de los Assd procede del pueblo de Qardaha, en la provincia de Latakia, plaza fuerte de Vladímir Putin que no perdió un minuto para levantar bases y puertos en el Mediterráneo, el sueño jamás cumplido de los zares, como pago por su ayuda contra los levantamientos de la Primavera Árabe. Cuando visitamos Siria en 2019, pudimos atestiguar la omnipresencia miliar rusa en Alepo, Homs, o Palmira.

Las minorías en el poder

El clan de los Asad pertenece a la minoría alauita, una rama del islam que los chiitas solo reconocieron bajo cuerda en la década de los 80. Su falta de número la suplieron con un feroz ejercicio del poder, equivalente a la otra cara de la moneda socialista panárabe del Partido Baz, la de Sadam Husein en Irak y la de Hafez al Asad en Siria. Durante más de medio siglo, sus desgraciados dos países han quedado divididos, renqueantes geográfica y socialmente; a expensas de la ley del más fuerte, como si se tratara de una maldición bíblica.

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Suleimán al Uajish, antepasado de Bachar al Asad, era conocido como "la bestia". Su tío Rifat, como "el carnicero de Hama" –tras la masacre de 1982 por otro levantamiento contra la familia. Basil el Asad, hermano mayor de Bachar, era el heredero designado, pero murió en otro accidente sospechoso. Los otros dos hermanos también son peculiares. Mayad es considerado un drogadicto con problemas psiquiátricos, y Majer es el hombre fuerte del régimen, con su Cuarta División. Además estaría a cargo de un imperio de Captagon, las píldoras a un dólar, conocidas como la "cocaína de los pobres". Siria es, gracias a los Al Asad, un narcoestado, según las Naciones Unidas. Los Asad son también por todo esto, multimillonarios.

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¿Por qué ahora?

La cuarta parte de Siria que no estaba en manos de Damasco, con el apoyo de Rusia y de Irán, se ha levantado ahora que las fuerzas pretorianas de Hizbulá, las milicias del Partido de Dios proiraní, han quedado descabezadas tras los bombardeos israelíes en Líbano, Siria, Irak o Yemen. En la cuarta parte de Siria, la zona del noroeste entre Turquía y Alepo, fuerzas armadas ligadas al PKK kurdo-turco operan respaldados por Ankara y Estados Unidos. Moviéndose a sus anchas por una franja y zona de separación que transcurre en paralelo a la frontera entre Siria y Turquía. El presidente turco llevaba más de un año ofreciendo la pipa de la paz a Asad, pero este la había rechazado en tanto en cuanto los turcos no abandonaran territorio soberano siro.

Hayat Tahrir al Sham, Organización para la Liberación de Levante –Siria-, es un grupo armado salafista presente en la zona de Idlib, y partes de Alepo, Hama, y Latakia. Junto con el ISIS operan ocasionalmente también en la región de Badiya.

¿Por qué ahora? Esa es la clave. Elementos esenciales para desentrañar la situación requieren analizar al detalle las brechas entre todos los participantes; sus alianzas repentinas; la máxima quinta esencialmente medio oriental de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Circunstancialmente.

Este nuevo intento de rediseñar el mapa de países como Siria donde sus fronteras son abstractas líneas rectas en el desierto pasa por grupos de oposición sirios cuyos intereses coinciden con los de Turquía. Las tensiones entre Irán e Hizbulá por una parte, y con el régimen sirio por otra. La tangible retirada de fuerzas rusas –debido a la guerra en Ucrania-, y de las iraníes –por los diversos conflictos armados en curso en la región-. Sin olvidar el nuevo posicionamiento al que aspiran todos de cara a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

La Operación Freno de la Agresión, como su nombre indica, tiene las marcas de un nuevo despliegue de actores buscando influencias sobre el terreno. Sus propias salidas son las de un callejón que hasta ahora parecía carecer de ellas, en el agujero negro de Siria.