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De la Guerra Civil al exilio: Teresa Pàmies, una mujer que transformó la adversidad en literatura

  • La activista política, periodista y escritora recibió el Premio Josep Plá por su libro Testament a Praga

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Teresa Pàmies
Foto de archivo de la escritora Teresa Pamies tras ser galardonada con el XXXIII Premio de Honor de las Letras Catalanas. EFE/Toni Albir

Teresa Pàmies, activista política, periodista y escritora nació en Balaguer, en 1919. Su padre, Tomás, fue un dirigente sindicalista local, que tuvo una enorme influencia sobre ella. "Ella recordaba a su padre en la lucha, los primeros de mayo prohibidos, afrontando las fuerzas del orden público y movilizando a los campesinos para la lucha por sus reivindicaciones", explica el periodista y escritor Jordi Corominas.

Corominas señala que esa experiencia de defensa —de aquellos considerados como más débiles— fue esencial para formular qué tipo de comunismo predicaría en el futuro. A los 18 años, Pàmies ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña, organización de la que fue dirigente y, en paralelo, participó en la Alianza Nacional de la Mujer Joven. El Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) había nacido en julio de 1936, y ella fue una de sus más férreas militantes. "Más allá de la creencia que tiene en la victoria y en la Revolución, la escritora también ve en el conflicto una oportunidad para desarrollar políticas sociales".

Tras la derrota republicana, Pàmies y su padre se unieron al medio millón de españoles que huyeron a Francia en condiciones durísimas. "Ingresó en el campo de refugiados de Magnac-Laval, cerca de Limoges. Allí contribuyó a la creación de una escuela hasta que, con la ayuda del PSUC, consiguió escapar", subraya el escritor. Entonces viajó al París previo a la ocupación nazi, donde fue encarcelada durante tres meses, por indocumentada.

La vida de Pàmies en el exilio

Una vez en libertad, viajó a Burdeos, para unirse a los republicanos que trataban de viajar a República Dominicana. De allí se trasladó a Cuba y, de la isla caribeña a México, que la acogió como a miles de republicanos. Su estancia, durante cerca de ocho años, se convirtió en algo simbólico, según subraya Corominas. "Fue el gran país de acogida a los republicanos españoles. De hecho, fue también la nación que durante más tiempo aceptó el Gobierno de la Segunda República como legítimo". Como muchos de sus paisanos, Teresa encontró un espacio donde poder desarrollar una vida casi normal, estudiando Periodismo, pese a la marca del exilio.

Teresa Pàmies, en un míting a la Monumental de Barcelona a les Jornades de la Dona Antifeixista, el 1936 / Agustí Centelles

Teresa Pàmies, en un míting a la Monumental de Barcelona a les Jornades de la Dona Antifeixista, el 1936 / Agustí Centelles

En 1947 consiguió regresar a Europa. Primero, Yugoslavia, donde trabajó durante un año en Radio Belgrado y, después, a la República Checa donde, en Radio Praga, participó en sus emisiones en castellano y catalán.

Premio Josep Plá

Consiguió regresar a España en 1971, gracias a un visado, para recibir el Premio Josep Plá por su libro Testament a Praga, escrito de forma conjunta con su padre. "Es un intercambio epistolar con su padre Tomás en torno al comunismo y cuestiones de su presente", explica el escritor Corominas.

Con todo, el ansiado regreso a su tierra, fue duro, eludiendo siempre la censura y cuestionada por su partido, por su tono autocrítico. Teresa tenía miedo que, durante los años en el exilio, hubiera perdido parte de la riqueza de la lengua que, día a día, va mutando. "Pero, finalmente, ganó uno de los premios más importantes de la literatura catalana con 51 años". Un hecho que permitió elevar la lengua catalana a lo más alto.

Según destaca Corominas, Pàmies reúne todas las contradicciones y muchas bellezas a partir de las causas que defendía. "Defendía el comunismo y el feminismo, que también reforzó a partir de la lección de las jóvenes del 68 y la defensa de todas las naciones a partir de sus lenguas".

Esta mujer, a la que su profesión de modista le sirvió en muchas ocasiones para poder comer, también hiló palabras. Sus obras nos revelan importantes hechos históricos —la Primavera de Praga, Mayo del 68— de los que fue testigo de excepción. Murió en 2012, a los 92 años, aunque su lucha por reflotar y hacer brillar su lengua sigue estando más viva que nunca.