La inestabilidad se asienta en Francia tras la caída de Barnier: "Solo la acción política puede ponerle fin"
- La propuesta de la coalición de izquierdas, apoyada por el partido de Le Pen, ha tumbado el Ejecutivo
- La moción, dicen los expertos, no era tanto contra Barnier, como contra Macron
Michel Barnier es ya el primer ministro más breve de la V República de Francia. Apenas tres meses después de su nombramiento, la moción de censura impulsada por la izquierda triunfó el miércoles con el apoyo de la extrema derecha de Marine Le Pen, de quien había dependido hasta ahora un Ejecutivo en minoría. El presidente, Emmanuel Macron, regresa ahora al punto de partida y tendrá que designar, otra vez, a un jefe de Gobierno en el complicado escenario que dibujaron las elecciones legislativas de julio.
Francia se enfrenta, por lo tanto, a un futuro político incierto. El mandato de Macron, quien ha tachado de "política ficción" las peticiones para su dimisión, finaliza en 2027 y el país no puede volver a convocar legislativas hasta el próximo verano. Además, como señalan los expertos consultados por RTVE.es, no hay garantías de que el equilibrio de fuerzas vaya a cambiar sustantivamente en caso de volver a las urnas y la salida del presidente tampoco solucionaría la división en el Parlamento.
"Puede salir una Asamblea aún más difícil de manejar, o la misma, y aun así no resolvería los interrogantes sobre qué hacer durante los siete u ocho meses que faltan", explica el investigador en Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid Jaime Coulbois. En los últimos comicios, el macronismo perdió la mayoría en la Asamblea Nacional —ahora cuenta con 167 escaños— y el Nuevo Frente Popular (NFP) —con 182 parlamentarios— se convirtió en la primera fuerza de una Cámara profundamente dividida.
La formación de Le Pen, Agrupación Nacional (RN) fue la más votada, pero su victoria no se materializó en el Parlamento —tiene 143 escaños— por el pacto entre el resto de partidos para frenar a sus candidatos en la segunda vuelta. A la hora de la verdad y pese a los buenos resultados, las largas semanas de negociaciones entre Macron y las distintas fuerzas no dieron frutos ni para la ultraderecha, ni para el NFP, y ambos se quedaron con las ganas de alzar a uno de los suyos hasta el Hotel de Matignon, residencia oficial del primer ministro.
La ley de presupuestos, el principio del fin de Barnier
Nombrado por Macron para sortear la inestabilidad, la de Barnier fue una elección que enfureció a la izquierda —que había propuesto como candidata a Lucie Castets y cuyo enfado impulsó una primera moción de censura que no salió adelante— y que tampoco convenció a la ultraderecha. "Los franceses han tenido suficiente", decía el lunes Le Pen, que aseguró que con Barnier todo había ido a "peor". La formación del primer ministro, Los republicanos (LR), solo cuenta con 50 diputados en la Asamblea.
El frágil vínculo que unía a RN con los macronistas y que mantenía a flote al Ejecutivo se rompió por la ley de presupuestos de la Seguridad Social para 2025, que avivó las diferencias entre los tres bloques parlamentarios. Barnier recurrió a un mecanismo constitucional, el artículo 49.3, que permite la aprobación de una ley esquivando su votación en la Asamblea, pero que también le exponía a la moción que, finalmente, ha derribado su Gobierno.
"Barnier entró en la Asamblea pisando fuerte. Dijo que negociaría los presupuestos, pero avisó de que aplicaría el 49.3" de todas formas, argumenta Coulbois, que explica que se trata de un mecanismo que normalmente se utiliza para sacar adelante "textos delicados". Al advertir de que el proyecto de ley saldría igualmente adelante por esta vía "los otros partidos dicen: 'Entonces, ¿qué quieres que negociemos exactamente? Si después vas a aprobarlo por la fuerza'", añade el experto.
Para el profesor de historia de Science Po Pascal Cauchy que Barnier hablara sobre la aplicación del 49.3 "fue una forma de poner límites" para que las negociaciones no se convirtieran en "imposiciones". "No cometió un error político, en todo caso fue un error de comunicación", apunta el experto, que menciona que el primer ministro contó con apenas 15 días para preparar los presupuestos y que hizo lo posible para maximizar los contactos, encontrándose con el rechazo de algunas fuerzas desde el primer día.
Una moción "anti-Macron"
"No es una moción anti-Barnier, es una moción anti-Macron, aunque no afecte de forma directa a la Presidencia", expone la politóloga Françoise Boucek, del centro de investigación europea de la Queen Mary University. Esta idea, aunque sin mencionar al presidente francés, fue repetida por Barnier tanto en el debate del miércoles como en la entrevista concedida el martes en prime time en la que intentó lanzar una última llamada de auxilio para salvar la votación.
"No es un voto contra Barnier", sino contra el texto de presupuestos, fue lo que dijo el jefe de Gobierno antes de advertir de que todo sería "más difícil" si la moción triunfaba. La votación ha derribado también la ley presupuestaria a la que iba ligada, pero el texto aún podría salvarse. La Constitución francesa, en el artículo 47, contempla que puede salir adelante mediante ordenanza, sin votación en la Asamblea, si esta no se ha pronunciado sobre el tema después de setenta días. Mientras tanto, seguirán vigentes los de 2024.
Cauchy asegura que las mociones de la extrema izquierda se dirigen "claramente" contra Macron, que tiene un muy bajo índice de aprobación entre la población, aunque las razones son más complejas en el caso de RN que, además de apoyar la propuesta del NFP, también presentó su propia moción de censura. "Se trata de comprometerse con su electorado popular pero corre el riesgo de perder credibilidad ante los agricultores y los ejecutivos", que se beneficiaban del proyecto de presupuestos de Barnier.
Las mociones de censura en Francia no implican, como en España, la propuesta de un nuevo mandatario, por lo que Macron tiene que designar, de nuevo, al próximo primer ministro. Ha prometido hacerlo "rápido", incluso antes del sábado, día de la reinauguración de la Catedral de Notre Dame, según recoge Reuters, aunque todavía no hay nada decidido en el Elíseo. El presidente de la República no quiere repetir el arduo proceso que supuso la elección de Barnier, que se demoró casi dos meses desde los comicios.
¿Y ahora qué? No habrá estabilidad "sin acuerdos"
Hay nombres que ya resuenan como posibles sustitutos de Barnier, como el ministro de Defensa, Sébastien Lecornu, que despierta ciertas simpatías entre los de Le Pen; o el centrista François Bayrou, del Movimiento Demócrata. También se habla del socialista Bernard Cazeneuve, que ya ocupó el cargo con François Hollande, o del regreso del ex primer ministro Gabriel Attal.
Los dos últimos supondrían "una mejor marca en la izquierda", según Cauchy, que no ve probable la nominación como jefe de Gobierno de Jordan Bardella, el candidato de RN, porque provocaría una moción de censura "en apenas 48 horas".
Un primer ministro "de perfil tecnócrata" podría ser la solución, según Boucek. Sin embargo, los expertos están de acuerdo en que, independientemente de quién sea el próximo inquilino de Matignon —también coinciden en que la decisión que tome Macron es difícil de prever— el futuro de la política francesa pasa por la negociación entre las fuerzas para llegar a acuerdos.
"La fragilidad del Gobierno introducida por la disolución de junio y las posteriores elecciones legislativas no desaparecerá antes de la posible fecha límite de junio de 2025. Las instituciones no lo permiten. Sólo la acción política puede ponerle fin", dice Cauchy, que asegura que ese camino hacia la estabilidad implica llegar a "alianzas sobre proyectos caso por caso".
El apoyo al próximo jefe de Gobierno, sea quien sea, "no se consigue mágicamente" por nombrar a una persona u otra. "Se obtiene por alcanzar acuerdos políticos en los que se hagan cesiones e intercambios", dice Coulbois, que menciona que Macron "no está interesado" en participar en este tipo de negociaciones. Durante mucho tiempo, Francia ha sido un país de mayorías absolutas, pero ahora el sistema electoral no es capaz de garantizarlas, por lo que "los políticos tienen que acostumbrarse a lo que supone el parlamentarismo".
"Este verano, tras las elecciones, se hablaba de que teníamos que aprender a hacer política de otra manera, así que este podría ser el comienzo del proceso de aprendizaje", comenta Boucek. La profesora insiste en que Francia ha dicho adiós a las mayorías absolutas y en que la Asamblea puede quedar igual de fragmentada tras las próximas elecciones —que como pronto serán en julio— y añade: "Si miramos a Europa, tienen Gobiernos de coalición, no es algo raro, es una rutina para muchos otros países".
El gran negociador que no logró convencer a la oposición
La elección de Barnier como primer ministro no fue fortuita. Macron recurrió a él por su fama de buen negociador —fue el elegido para las conversaciones entre Bruselas y Londres para ejecutar el Brexit— en un momento en el que era esencial llegar a acuerdos. En su toma de posesión, Barnier mencionó que su llegada al Ejecutivo se producía en un momento de "extremada gravedad" y habló de la importancia de tomarse "el tiempo de escuchar" a "todas las partes", pero su corto Gobierno no ha cumplido con su propósito.
Para Boucek , Barnier "ha trabajado duro" para intentar llegar a acuerdos y ha hecho concesiones, pero en el panorama actual "ninguna opción" iba a satisfacer a todos.
"No tengo claro cuál ha sido su estrategia negociadora [...] pero era demasiado optimista", asegura Coulbois, que cree Barnier ha fallado "completamente" en entender cómo piensa Le Pen, quien "no gana nada al presentarse como una candidata moderada y responsable en la disciplina fiscal, sino que le viene bien "demostrar que está comprometida" con sus votantes. "También ha cometido un error de mentalidad política al no entender cómo funciona un sistema parlamentario con una asamblea fragmentada", añade.
"La cuestión de fondo no es el arbitraje presupuestario, sino las dudas sobre la utilización de los fondos públicos en el país con la presión fiscal más alta de Europa, de ahí la falta total de confianza en los políticos", concluye Cauchy sobre el panorama actual en Francia, donde el 80% de la población no confía en sus representantes.
A la incertidumbre política se suma, además, la tormenta financiera. Francia tiene un déficit elevado que no consigue controlar y una deuda en ascenso en una economía que crece poco; y a todo ello tendrá que hacer frente el próximo primer ministro.