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Bachar al Asad, el presidente derrocado que se aferró al poder en Siria durante casi un cuarto de siglo

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El régimen de Al Asad es derrocado tras 24 años de control férreo

El presidente de Siria, Bachar al Asad, ha huido este domingo de Siria tras ser derrocado por la ofensiva relámpago de la coalición insurgente que en 12 días se ha hecho con el control de las principales ciudades del país, incluida la capital.

Hijo de Hafez al Asad, Bachar al Asad gobernó Siria con puño de hierro durante casi un cuarto de siglo marcado por las revueltas contenidas con numerosas violaciones de derechos humanos y la guerra civil que supuso el mayor éxodo de refugiados en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

Considerado por muchos "dictador", el dirigente derrocado, que el sábado trataba de dar una imagen de normalidad permaneciendo en Damasco, ha concluido su régimen huyendo en un avión con rumbo desconocido, según ha anunciado el Ejército y confirmado el Ministerio de Exteriores ruso.

El oftalmólogo que se aferró al poder

Durante más de dos décadas, Bachar Al Asad gobernó el país tras heredar la Presidencia después de la muerte de su padre, conocido como 'el líder eterno' que se hizo con el poder en el golpe de Estado de 1971.

Pero el hasta ahora presidente sirio que se aferró al poder durante 24 años no siempre tuvo aspiraciones políticas, de hecho no era el elegido para suceder a su padre. Nacido en 1965 en Damasco, Bachar al Asad estudió Medicina en la capital, donde se especializó en oftalmología como médico militar. Posteriormente se trasladó a Londres, donde continuó su formación profesional.

En 1994, la inesperada muerte de su hermano mayor, Basel, le convirtió en el heredero de Hafez, que lo llamó de nuevo a Siria para su formación como dirigente. Durante sus cinco años de formación fue ganando experiencia en las filas castrenses y peso en la vida pública hasta que en el año 2000 asumió el liderazgo del partido Baaz y llegó al poder.

Bachar Al Asad tenía entonces 34 años, lejos de la edad de 40 requerida para gobernar. Con una enmienda de la Constitución el Parlamento rápidamente cambió este requisito, que fue posteriormente respaldado mediante un referéndum que obtuvo el apoyo del 97% de la población.

Mano de hierro contra la población siria

Al Asad llegó al poder con ideas reformistas y un gran compromiso con la recuperación económica y la apertura a Occidente, pero preservó el férreo gobierno de su familia e impuso el dominio alauita en el país de mayoría musulmana suní.

Su matrimonio con la banquera británica Asma Akhras, con quien tuvo tres hijos, proyectó una imagen de cercanía a Occidente, la esperanza de un camino reformista para el país. A su llegada al poder, Al Asad liberó a cientos de presos políticos y abrió la economía siria a empresas privadas.

Pero una década después, en 2011, el deterioro de la situación económica, especialmente dura con las poblaciones rurales, y la represión política en el mundo árabe que motivó la Primavera Árabe alcanzó Siria.

El presidente resistió a las presión en las calles y sofocó las protestas con extrema dureza: la población fue gaseada y bombardeada con una respuesta de "política estatal de exterminio", según la calificó Naciones Unidas, que acusó al dirigente del uso de armas químicas. Precisamente, el presunto uso de este tipo de armamento, negado por Al Asad, supuso el principio de su aislamiento internacional, una "línea roja" según el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama; un "animal" en palabras de Donald Trump.

Miles de personas fueron víctimas de la represión del régimen, asesinadas —más de 600.000—, torturadas o encarceladas. Fue, de hecho, uno de los pocos líderes que se impuso a la democracia y se aferró al poder mientras las protestas tumbaban los gobiernos de países de Oriente Medio y el norte de África.

Las revueltas desataron la guerra civil entre el Gobierno y los grupos rebeldes islamistas. Un escenario inestable que propició que el grupo terrorista Daesh, el autodenominado Estado Islámico, se hiciera con parte del territorio.

En 2015 llegó la asistencia del presidente de Rusia, Vladímir Putin, que contribuyó a devolver el control político y militar a Bachar al Asad. También las milicias chiíes iraníes le permitieron recuperar territorio de los insurgentes, pero a costa de la devastación de los territorios que se habían rebelado e incontables violaciones de derechos humanos contra el pueblo sirio.

Pese a los miles de muertos y millones de desplazados que provocó la guerra, en 2021 Al Asad fue reelegido presidente por siete años más con el 95% de los votos en unas elecciones sin rivales y con la oposición en el exilio. Pero más allá de las cifras oficiales, la grave crisis económica y la consecuente escasez de productos básicos impulsó el descontento popular de una población víctima de la inseguridad alimentaria que terminó viviendo por debajo del umbral de la pobreza.

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Del apoyo de Rusia e Irán a la pérdida de influencia

Todo mientras el régimen quedaba cada vez más aislado en Occidente, que optó por asfixiar al país con sanciones frente al férreo apoyo de Rusia e Irán. Y no solo allí, la Liga Árabe también suspendió la participación del país por la represión de las protestas durante 12 años. En 2023, la coalición árabe terminó reconciliándose con el dirigente sirio, que volvió a la Liga Árabe gracias al impulso de Arabia Saudí.

Pero en los últimos años, el régimen de Al Asad se fue debilitando también dentro de Siria y fracasó en su intento de revivir el Estado sirio, como muestra la fugaz ofensiva que ha acabado él. "Ya no se ve a Al Asad como esa gran figura que era imprescindible para mantener la unidad del país o la única contención frente al yihadismo", subraya el director de Descifrando la guerra, Alejandro López, en una entrevista en el Canal 24 Horas.

Y el pasado 27 de noviembre la guerra, que parecía dormida, despertó, mientras Rusia miraba a Ucrania y la comunidad internacional se centraba en el conflicto entre Israel y Hamás en Gaza e Hizbulá en Líbano. La coalición insurgente inició la ofensiva contra su Gobierno y en pocos días se hizo con el poder de importantes bastiones como Idlib, Alepo, Hama o Homs este mismo sábado, hasta llegar a la capital ya la madrugada del domingo.