Luis Durán: "¡Qué mejor metáfora de la vida que un centro psiquiátrico!"
- El dibujante publica su nueva novela gráfica: Los pájaros que al surcar el alba
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Luis Durán (Oñate, Guipúzcoa, 1967) es uno de los más originales narradores y dibujantes del cómic español. Y después de pasar casi diez años trabajando en la que quizá sea su obra maestra, la serie de novelas gráficas Orlando y el juego (Diábolo ediciones), y de una pausa de cuatro años, ahora vuelve a maravillarnos con Los pájaros que al surcar el alba (Dolmen), una serie de historias cruzadas en las noches del Madrid de los años 60.
“Mis tebeos siempre surgen por una necesidad creativa, a secas, de satisfacer mi necesidad de narrar, de contar historias y de dibujarlas -nos cuenta el dibujante-. Los pájaros que al surcar el alba es un libro que ha ido fructificando o madurando a partir de esa arrebatadora necesidad. Y para ello, he contado la historia de Abril Vega, una ambiciosa escritora y periodista que, con el fin de recopilar testimonios de primera mano para su nuevo libro, se hace ingresar en una institución mental para mujeres con la ayuda de uno de los psiquiatras del centro, el doctor Eleuterio”.
“Abril -añade el dibujante-, ya se había hecho recluir anteriormente en un centro penitenciario para mujeres para escribir su anterior libro que, por cierto, fue un best seller. Pero esta vez la idea de hacerse ingresar en una institución mental le va a reventar en la cara. Y ya no cuento más... lo demás, tendréis que leerlo”.
La línea que separa lo que vemos de lo que intuimos
En realidad, Abril es solo uno de los personajes cuyo destino se entrecruza en estas páginas, destacando uno de los últimos serenos de Madrid y su esposa, un relojero o una enfermera que enseguida desconfiará de Abril. Pero… ¿Son ellos los pájaros del título? “El título de Los pájaros que al surcar el alba, en realidad, no hace referencia a los personajes del libro, sino al abismo en el que se miran y se buscan esos personajes”, nos explica Luis.
“El título -continúa- el dibujante-, es una referencia a esa la línea imaginaria y simbólica que dibujan esos pájaros que surcan el alba, a esa rasgadura que provocan entre la luz del día y la oscuridad de la noche y que separa lo que vemos de lo que intuimos, la realidad y el anima mundi que reconecta a todos los personajes del libro. Es un poco como abrir la puerta de la psique de esos personajes y también del lector para dejar paso a la imaginación y que esta campe a sus anchas”.
Pero… ¿qué papel juegan el azar y el destino en la vida de estos personajes? “Casi he contestado a esta última cuestión cuando hacía mención al anima mundi como puente conector entre los personajes del libro, al igual que ocurre en la vida real con las personas o personajes reales”.
“No creo que el azar ni el destino jueguen un papel importante en la historia -nos explica Luis-. Los personajes toman sus propias decisiones, más o menos acertadas, con todo lo que ello implica. Sí, tal vez, Abril podría achacar lo que le sucede al azar, pero también puede justificarlo por haberse fijado una intención o propósito o por haber tomado una decisión, sin darse cuenta que no elegía libremente, sino limitada por su ambición”.
¿El último sereno de Madrid?
Uno de nuestros personajes favoritos es el de ese sereno, uno de los últimos de Madrid, que se toma su trabajo muy en serio. “Paseando cerca de Ventas -nos comenta Luis-, vi una placa dedicada al último sereno de Madrid y ahí, se me pasó por la cabeza el hacer una historia sobre serenos y hablar sobre las experiencias que podrían vivir cada noche hasta la llegada del alba”.
“La historia que yo he dibujado -continúa-, trascurre en 1962, cuando ya los propios serenos ven peligrar el futuro de su profesión por los nuevos avances tecnológicos (como los porteros automáticos) en un Madrid en continua transformación. Ese tono crepuscular es premeditado, ya que en realidad describo a un grupo de personajes que ven, perplejos, como el mundo en el que han crecido y han vivido hasta ese momento se transmuta y que, de la noche a la mañana viven en otro mundo al cual ellos ya no pertenecen”.
“Oficialmente, el último sereno permaneció en activo hasta el año 86, pero en realidad, la profesión desapareció bastante antes. Primero, se les fue destinando a la vigilancia de instalaciones municipales, centros culturales, sanitarios, deportivos... y enseguida terminaron diluyéndose dentro la plantilla de la Policía Municipal”, concluye Luis.
¿Un homenaje a ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’?
En cuanto a usar un manicomio como escenario, Luis nos detalla: “Porque ambientar la historia en un manicomio me pareció la mímesis más cercana a la realidad en la que vivimos. ¡Qué mejor metáfora de la vida misma que un centro psiquiátrico!”
Al leer el cómic resulta imposible no pensar en Alguien voló sobre el nido del cuco, por el escenario, el personaje de la enfermera e incluso el título del cómic. “Ja, ja, ja. Sí, claro, es lógico -confiesa Luis-. Alguien voló sobre el nido del cuco es el mayor referente cinematográfico sobre manicomios y además, es una gran película, es redonda. Y el libro lo leí hace ya bastantes años y estaba escrito de maravilla”.
“De todos modos -añade el autor-, aunque, en parte, Los pájaros que al surcar el alba está ambientada en un centro psiquiátrico, al igual que sucede con Alguien voló sobre el nido del cuco, veo a mi libro mucho más cercano, en cuanto a atmósferas y también por lo cotidiano de algunas de sus historias, a algunas de las películas que en los años sesenta realizara por ejemplo Fernando Fernán Gómez, como El Extraño viaje, o Calle Mayor, de Bardem”.
“Y también pienso que tiene más en común con la literatura que hacían Baroja, Pardo Bazán, Armando Palacio o Valle Inclán que con la novela de Ken Kesey. Te lo digo por lo costumbrista e incluso esperpéntico de algunos de los personajes de mis tebeos y por los contextos en los que desarrollo las distintas escenas. Gráficamente, sí que es un tebeo algo más americano, porque utilizo mucha trama manual y he intentado dotar de mucha tridimensionalidad gráfica a los personajes, algo así como hacían en los setenta Crumb y Corben. Pero a nivel de contenidos... está mucho más inspirada en la sociedad española de su tiempo. Algo que también sucede con algunos de mis anteriores tebeos como Una colmena en construcción o El mago descalzo” -concluye Luis Durán.
“El paso del tiempo es una constante en mis tebeos”
Como en Orlando y el juego, el tiempo es otro de los protagonistas de la historia. “El paso del tiempo es una constante en mis tebeos -nos confiesa Luis-. El tic-tac del reloj va muy unido, al menos emocionalmente, a los recuerdos, a la infancia, a la muerte... pero eso sí, huyo de los mecanismos de relojería a la hora de construir o de armar una historia. Un buen tebeo requiere su propio tiempo, cada uno de los personajes avanza por el libro con distintas corcheas”.
“De hecho, cuando el personaje Saturnino que, como es un sereno y sale cada noche a dar las horas por las calles de Madrid, coincide a menudo con Don Segundo (un relojero) porque el pobre tiene insomnio, y como entre ellos hay mucha química, me olvido del tiempo y les dejo hablar, no participo, todo son conversaciones entre ellos así que yo, les dejo a su bola”.
“Los personajes se me sublevan"
Hay que destacar también el personaje de la partera, que trae a la vida a nuevas criaturas a cualquier hora del día o de la noche: “La comadrona Emiliana es un personaje con mucha energía y mucha personalidad. En realidad, en este libro me han salido unos personajes de armas tomar. Entre la comadrona doña Emiliana y la enfermera jefe Angelines, me han puesto el libro patas arriba, pero yo, encantado por ello, ya que no hay nada más bonito y satisfactorio para alguien que escribe que ver como sus personajes van adquiriendo página a página carácter y personalidad y verlos crecer hacia dentro”.
“Eso es una cosa que, a menudo, encuentro a faltar no sólo en muchos de los tebeos y películas que veo, sino que, incluso en muchas de las personas con las que trato -continúa-. A mí, a veces, durante el proceso creativo de cada tebeo, los personajes se me sublevan, buscan ellos mismos sus propios diálogos y se me revelan hasta el punto de que echan a andar ellos solos por las páginas del libro”.
Vuelve al blanco y negro
Una de las razones por las que nos guata tanto Luis Durán es porque nunca deja de experimentar narrativa y estilísticamente. Y aquí vuelve al blanco y negro después de mucho tiempo. “Sí, llevaba como doce años publicando todas mis páginas a color, creo que desde 2012 o quizás, un poco antes. Una Colmena en construcción y la pentalogia de Orlando y el Juego habían salido a color. Pero, con este libro, tuve claro desde el principio que le vendría bien un blanco y negro tirando a brutal, ya que la mayor parte de las escenas transcurren de noche y retrato, por el rabillo del ojo, las miserias de la España de aquella época. Además, pensé que le iría mejor también al guion, que tiene altas dosis de misterio y tensión, unas atmósferas con más contraste, con más claroscuro”.
Una curiosidad es que Luis Durán ha moldeado las caras de los protagonistas para que le resultara más fácil dibujarlos. “Sí, me ha venido bien para el tema de iluminar y "levantar" del papel las caras porque, al fin y al cabo, una parte muy importante de dibujar y de crear la sensación de espacialidad y volumen, consiste en saber aplicar luces y sombras correctamente a tus dibujos y que tengan mayor tridimensionalidad. En general, me documento bastante a nivel gráfico para que los escenarios, los personajes y su indumentaria sean lo más verosímiles posibles”.
“En cuanto a sus proyectos, Luis nos avanza: “Ya tengo un guion muy bueno escrito para mi próximo tebeo. Pero si el mundo creativo es ya bastante complicado, hacer tebeos lo es todavía mucho más, porque, aunque narrar en viñetas y hacer tebeos es una de las mayores satisfacciones que conozco, digamos que económicamente compensar, como que compensa poco. Así que, no me queda más remedio que compaginar la aventura de hacer tebeos con otras cosas igual de aventureras, pero que me interesan menos. Así que, no sé cuándo volveré a publicar un tebeo nuevo. Échale como otros tres o cuatro años...”