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Entrevista

Luz Gómez, catedrática de Estudios Árabes: "Hace dos semanas nadie hubiese apostado porque Al Asad iba a caer"

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Cae el régimen de Al Asad: Golani, el nuevo hombre fuerte en Siria

Un día después de la caída del régimen de Bachar Al Asad en Siria y la toma de Damasco por parte de los rebeldes, el futuro que se abre ante el país es incierto. RTVE analiza con la catedrática de Estudios Árabes de la Universidad Autónoma de Madrid, Luz Gómez, la transición política y el futuro político en el país.

PREGUNTA: ¿Ve posible la formación de un Gobierno de unidad nacional y una transición pacífica más o menos ordenada en Siria?

RESPUESTA: Los diferentes actores y protagonistas de la caída de Al Asad han manifestado su intención de que se produzca una transición pacífica con un periodo de un gobierno de coalición de las diferentes fuerzas, tanto de la oposición rebelde islamista como también de las fuerzas del Ejército Sirio Libre y del noreste del país. Es de esperar que con eso, el primer ministro esté dispuesto a facilitar también un traspaso de poderes y pueda haber una transición en la que las instituciones no queden vacías y se pueda gobernar el futuro más inmediato de los sirios.

P: ¿Ve razones para que este proceso termine bien?

R: Hay que ser optimista. Creo que al menos las manifestaciones de los dos últimos días así nos permiten verlo. Es muy importante que se haya reconocido también que es necesario respetar lo que la Resolución de Naciones Unidas de 2015 puso como condición: la unidad territorial del país y el respeto a la diversidad étnica, confesional y regional que tiene Siria. Creo que hay que ser optimistas. Hace dos semanas nadie hubiésemos creído que Al Asad iba a caer y que el régimen se vendría abajo y, sin embargo, ha caído y además sin derramamiento de sangre y sin apenas fuerzas militares que hayan destrozado el terreno más de lo que ya estaba. Así que es un momento para ser optimista.

P: Estamos viendo cómo el principal grupo yihadista se presenta con un lavado de cara y se muestra pragmático, dispuesto a negociar con otras partes, incluso a respetar otras confesiones religiosas. ¿Considera que es de fiar?

R: Aunque recientemente hayamos asistido a manifestaciones más extremas como el Estado Islámico, la historia del islamismo en general y del yihadismo durante un siglo es muy diferente. Es como una suerte de hidra mutante que continuamente se está adaptando a las circunstancias y al cambio de contextos en la política, la sociedad, los momentos de geoestrategia de cada espacio.

También estamos viendo cómo esos yihadistas que militaban en la órbita de Al-Qaeda han ido progresivamente convirtiéndose en una suerte de lo que algunos llamamos o llaman salafistas. Son tecnócratas que lo que priman es cómo se va a gestionar la nueva realidad de una Siria que está fracturada, pero en la que es necesario pensar cómo van a volver los cinco millones y medio de refugiados. ¿Cómo se van a redistribuir por el país también los 7 millones de desplazados? Prácticamente, el 60% de la población está fuera de sus hogares y las manifestaciones que hemos oído en los últimos días a los líderes de Catar, y en concreto a Muhammad Ali Boland, van en este sentido. Es difícil saber si se van a materializar, pero es un primer paso.

P: ¿Cree que el futuro de Siria lo van a escribir los propios sirios o sus pasos van a estar determinados por las potencias que han participado en esta guerra civil?

R: Negar las implicaciones de las distintas potencias regionales en Siria es ingenuo y totalmente incorrecto, pero darles a ellas todo el protagonismo de lo que ha sucedido en estas últimas dos semanas también lo es. Hay que reconocer al pueblo sirio en su diversidad, en la lucha que viene manteniendo contra el régimen desde 2011, pero también con anterioridad. Creo que ellos son los protagonistas de este momento y hay que confiar en que sepan maniobrar para que las presiones exteriores no acaben por impedir el progreso hacia la democracia, la pluralidad, la diversidad, que es lo que en este momento la gente en la calle está reclamando.

Cuando uno grita que el pueblo sirio es uno y recuerda las revoluciones de 2011 y cómo empezó todo lo recuerda como un movimiento popular civil pacífico que abogaba por la unidad de todos los sirios en una Siria libre y democrática.

P: ¿Cree que es posible un Estado democrático como al que aspiran muchos sirios junto a Israel?

R: Desde luego, si hay alguien que no está interesado en una Siria libre, democrática y plural, es Israel, porque precisamente está deslizándose peligrosamente hacia todo lo contrario, hacia no ser un Estado democrático, ni libre, ni plural, y por lo tanto sería un mal ejemplo y una fuerza de inestabilidad para el proyecto expansionista de Israel. Justo ayer lo primero que hizo fue desplegar los tanques y las tropas del Ejército israelí en la zona desmilitarizada que rodea el Golán, que es un territorio ocupado que sancionó el propio Israel en 1981. Así que será muy complicado. Tampoco los ejemplos de los países de la región, desde los del Golfo, Arabia Saudí, Irak, o incluso, en cierta medida, Turquía, ayudan a tener esperanza. Pero en algún momento la curva de inflexión de las autocracias, del autoritarismo, de la desintegración y de la dependencia del mundo árabe tiene que quebrarse. Y yo insisto en la idea de que hace dos semanas nadie hubiésemos apostado porque Al Asad iba a caer y ha pasado. Así que a veces lo imposible, como dicen, es más fácil que lo posible.

P: Vistas las experiencias de países como Libia, ¿en qué espejo se puede mirar Siria?

R: Estos días, con algunos sirios y analistas, especialistas y también algún amigo, oía la comparación con Libia y ojo, decían que hay dos elementos muy diferentes en ambas experiencias. El primero es que en Libia el alzamiento civil y popular apenas arraigó, mientras que en Siria se expandió por todo el país durante ocho meses y fue el régimen de Al Asad el que puso en marcha una guerra civil para acabar con las revoluciones. En Libia no sucedió.

Y, por otro lado, los recursos energéticos y la voracidad de Occidente, y de otros países árabes también, por sobre los recursos libios, no existen en Siria. Allí son otras las condiciones. No es tanto el uso de los recursos del petróleo como la situación estratégica que tiene en la región. Así que creo que Libia no es un buen ejemplo en el que haya que mirarse para pensar en el futuro de Siria. Quizá, puestos a tener que mirar algo, sería mejor mirar hacia Irak, que también ha sido una sociedad plural, fragmentada, desestructurada y que difícilmente se está recomponiendo de la ocupación y de los años posteriores. Pero tampoco en este caso sería muy equivalente. Así que dejemos a los sirios tener su propia historia como sociedad y como país.