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Análisis

La caída de la dinastía Al Asad en Siria reconfigura el mapa geopolítico en Oriente Próximo

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Conflicto en Siria: celebraciones en Trípoli tras la caída de Bachar al Asad
Sirios y libaneses celebran la caída del régimen de Bachar al Asad en Trípoli. AFP / FATHI AL-MASRI

Mientras todos los ojos estaban puestos en la ofensiva israelí sobre Palestina y la guerra emprendida por Israel en el sur del Líbano, los rebeldes sirios, de los que no habíamos oído desde el fin de la Primavera Árabe, reaparecen y llevan a cabo una operación relámpago que en menos de dos semanas ha acabado con el régimen de la dinastía Al Asad después de más de 50 años en el poder.

Además de las incógnitas que supone para Siria el triunfo de los islamistas, los interrogantes se suceden a lo largo de toda la región.

El 'Eje de la resistencia'

El desmantelamiento del denominado 'Eje de la resistencia', con Irán a la cabeza, trastoca de nuevo la geopolítica de Oriente Próximo. Los principales actores de este eje que se enfrentaba a la omnipresencia en la zona de Estados Unidos, principal socio de Israel, han desaparecido; la milicia chií de Hizbulá ha quedado seriamente dañada y sus principales lideres, asesinados. Los grupos chiíes de Irak no acudieron en esta ocasión contra el avance de los rebeldes y apenas queda la resistencia ofrecida por los hutíes en Yemen. Para Irán, Siria era el corredor seguro para el suministro de armas y apoyo logístico, tanto a las milicias de Hizbulá como a Hamás en Gaza.

Irán, a diferencia de otras ocasiones en las que ha exhibido un pulso fuerte contra Israel, se ha mostrado esta vez moderado en sus respuestas, incluso tras el asesinato del líder de Hamás Ismail Haniya en su territorio, o el histórico dirigente de Hizbulá Hasán Nasrala en Beirut, evitando a toda costa una guerra en la que pudiera involucrarse Estados Unidos.

Rusia también sufre la derrota estratégica al perder a su principal aliado en Oriente Próximo, al que esta vez, quizá por estar mucho más pendiente de su propia guerra en Ucrania, ha dejado desprotegido, brindándole como única ayuda el exilio para él y su familia en Moscú.

Líbano y su sistema multiconfesional

La llegada de los islamistas al poder en Siria pone en jaque también a sus vecinos, sobre todo a Líbano, un país fronterizo con Siria e Israel. Un lugar que por su posición y condición ha sido a lo largo de la historia un terreno abonado para las injerencias internacionales, el enfrentamiento siempre latente entre suníes y chiíes pasó a primer plano tras las primaveras árabes. Arabia saudí encabeza a los suníes, mientras Irán a los chiíes, utilizando la religión como un factor más de enfrentamiento entre estas potencias y a Líbano como campo de juego.

La religión también es prioridad en el sistema político libanés, regido por un sistema confesional donde el presidente siempre es cristiano maronita; el primer ministro, musulmán suní y el presidente del Parlamento, musulmán chií. Siria, que siempre ha tenido un importante papel en la política libanesa, podría, con el ascenso de los rebeldes al poder, generar mayor influencia en la comunidad suní del Líbano, cuyos principales feudos se encuentran en Sidón y Trípoli. Algunos grupos islamistas y líderes salafistas que siempre han tenido un pequeño papel en la escala nacional podrían contar ahora con un mayor protagonismo político.

Pero el mayor peligro para la población libanesa es que puedan poner en riesgo una de las principales características de su sociedad, el multiconfesionalismo. Los cristianos, que llegaron a ser mayoría en el país, han visto disminuir su población por continuos éxodos mientras la población musulmana creció, la llegada de más de un millón y medio de refugiados sirios hizo que los musulmanes suníes aumentaran considerablemente en los últimos años.

Para Hizbulá, musulmanes chiíes, vinculados estrechamente a Irán y actualmente uno de los principales partidos políticos del país, el triunfo de los rebeldes sirios supone un golpe más después de haber sufrido las consecuencias del debilitamiento iraní y los continuos ataques israelíes a su brazo armado, especialmente los ocasionados en el sur del Líbano fronterizo con Israel. Hizbulá fue un apoyo determinante para el régimen de Al Asad y contra los rebeldes durante la guerra civil siria de 2011, su triunfo ahora puede arrebatarles el papel regional de esta milicia, tanto política como militarmente, y debilitar el ascenso que habían experimentado estas últimas décadas en Líbano.

La guerra de Gaza

No parece probable que la situación en Gaza mejore con el triunfo de los islamistas en Siria. Aunque Hamás se ha apresurado a felicitar el triunfo del pueblo sirio por lograr sus aspiraciones, hay alerta ante el temor de que Israel aproveche para apoderarse de más territorio sirio. De hecho, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, ha ordenado ya a su Ejército el control de una zona más allá de los ocupados altos del Golán.

Hamás retomó las relaciones con el régimen de Al Asad en 2022. Aunque los dos formaban parte del 'Eje de resistencia', las matanzas en Siria por parte del Ejército contra la población civil y el hecho de que los grupos rebeldes fueran como ellos musulmanes suníes provocaron la ruptura diez años antes. Durante la actual contienda para derrocar el régimen, los palestinos de Hamás asumieron un papel neutral, asegurando que su batalla solo es contra el colonialismo israelí.

Roto el 'Eje de la resistencia' que se enfrentaba a Israel, Hamás se ha quedado sin aliados en medio de una situación catastrófica en la franja de Gaza, donde continúan los bombardeos y la población sigue sufriendo por las enfermedades y la hambruna.

Habrá que ver qué papel puede desempeñar en esta nueva situación Catar, que ha ejercido como mediador durante esta guerra entre Hamás e Israel. El país mantiene buena relación con los islamistas sirios por sus estrechos lazos con los hermanos musulmanes, de igual manera que Turquía, que ha mantenido siempre su relación con los hermanos musulmanes, su apoyo a los rebeldes sirios y su postura en contra de la ocupación israelí.