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Paul McCartney en Madrid: más que un concierto, un rito sagrado del pop-rock

  • El regreso de la leyenda a España, tras ocho años, satisface a más de 16.000 personas en el Wizink Center
  • Temas principalmente de The Beatles y Wings protagonizan el primero de los dos conciertos en Madrid

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Concierto de Paul McCartney en Madrid
Paul McCartney, durante su primer concierto el en Wizink Center de Madrid Ricardo Rubio / Europa Press

Paul McCartney no bebe agua entre canción y canción. Ni mucha, ni poca: nada. Parece cosa de magia negra para alguien de 82 años que ha cantado 35 canciones, durante más de dos horas y media, frente a más de 15.000 personas en el Wizink Center de Madrid: el primero de sus dos conciertos en la ciudad y uno de los últimos de su gira Got Back Tour, que se alarga desde 2022 y finaliza el próximo 19 de diciembre en Londres.

¿Son entonces los últimos conciertos de la leyenda? Imposible responder tras verle cumplir vocalmente, ejecutar con simpatía y carisma cada tema, y brincar, literalmente, en el último saludo. A las 21.20 horas, con "Can't Buy Me Love" y la primera gran ovación, arrancaba el regreso de McCartney, un evento único por definición: han pasado ocho años de su último concierto en España (en el Vicente Calderón) y 35 desde que tocase dos veces en el entonces Palacio de los Deportes.

El público mostraba la variedad que congrega el músico británico: desde los auténticos fieles que buscaban la primera fila cinco horas antes de la apertura de puertas, hasta familias con niños de cuatro años. Predominaban el rango que va de cuarenta años para arriba, pero con bastantes jóvenes en la pista: una auténtica verbena de la música popular aderezada con algunos cazadores del postureo que apenas podían cantar dos estrofas.  

McCartney posee tantos temas perfectamente reconocibles que podría cambiar íntegramente las canciones en cada gira, pero tiene sus manías. “Let it be”, “Hey Jude”, “Get Back” o “Live and let die” son obligatorios. Y funcionan: colocados siempre en la traca final del concierto, provocan una comunión automática que se asemeja más a una misa pop que a un concierto.

Pese a lo legendario del repertorio, es erróneo creer que un concierto de McCartney no es algo nuevo. Como The Rolling Stones o Bob Dylan, McCartney forma parte de experimento en vida que solo les pertenece a ellos: ser leyendas octogenarias de la cultura popular que siguen acumulando nostalgias de varias generaciones. Nadie ha vivido antes esa exposición masiva y tampoco podrán ser igualados en el futuro.

 Ricardo Rubio / Europa Press

Son 82 años, pero más allá de lo obvio (su estampa delgada, sus conocidos cuidados de vegetariano que practica meditación y yoga) destaca también en su desafío vocal: McCartney tiene menos empuje, pero está empeñado en mantener la misma tonalidad original para interpretar sus canciones y no ha querido bajarlas ni uno ni dos tonos para acomodarse a una gravedad más asequible.

Eso juega a favor del espectáculo y esquiva cualquier añoranza: no es una versión rebajada. Baste como ejemplo que “Helter Skelter”, su icónico tema 'protoheavy' del Álbum Blanco, no está situado en el inicio, sino que forma parte de los bises y McCartney, arropado con coros, se desgañita gritando agudos.

Entre The Beatles y Wings

Lo saben bien los fans y lo aprenden los neófitos durante el recital: McCartney reparte principalmente entre temas de The Beatles y Wings y orilla a su producción solista de los años 80, la gran damnificada de sus recitales. La primera hora del concierto pertenece principalmente a Wings y a temas de los 70: “Junior’s Farm”, “Letting Go”, “Let Me roll it” o “Let ‘Em In”.

"Esta noche voy a hablar un pelín de español", se suelta Macca, "but mostly in english". Con las pantallas del escenario permanentemente evocando las imágenes de archivo de The Beatles, McCartney ha buscado directamente la arqueología interpretando “In Spite of All the Danger”, el primer tema que grabó (compuesto junto a George Harrison) cuando todavía se llamaban The Quarrymen y eran menores de edad.

A continuación, la que fue primera grabación de Los Beatles, “Love me do”, y una primera batería de sus temas con los ‘Fab Four’: “Blackbird”, “Now and then” o “Lady Madonna”.  El McCartney de los últimos años se reduce a temas como “Como On to Me”, de 2018, en un gesto de autoafirmación y orgullo.

Paul canta con John a través de la pantalla gigante

Entre las novedades de esta gira —y quizá el momento más emocionante para quien considere que los himnos puedan estar ya algo gastados—, la interpretación de “I’ve got a feeling” a dueto con la imagen John Lennon, desde la pantalla gigante, en el famoso concierto de la azotea de Apple Corps. Una posibilidad brindada por la tecnología utilizada por Peter Jackson en su documental. A Lennon también le ha cantado “Here Today”, el tema que escribió en 1982 a su excompañero de banda asesinado en 1980.

 Ricardo Rubio / Europa Press

En el otro homenaje, el de su “hermano” George Harrison, Paul apareció con un ukelele para interpretar “Something”. También ha cantado para su “amada esposa” Nancy Shevell, presente en la grada, el íntimo “My valentine”, de 2012.

McCartney será recordado por sus viejas compañías, pero la verdadera estabilidad la ha encontrado en este siglo: desde 2002 le acompaña Paul "Wix" Wickens al teclado, Rusty Anderson y Brian Ray, a la guitarra eléctrica y acústica, y Abe Laboriel Jr. a la batería, a los que se suman el coro y en ocasiones el trío de viento Hot City Hors. Pero los ojos rara vez se apartan del bajo y el piano, los dos instrumentos de sir Paul.

Y, aunque el objetivo es el gran público, ha diseminado alguna rareza para sus fieles, como “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, uno de los temas menos populares del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, que ha interpretado en los bises.

Al regresar al escenario para los bises, McCartney y sus músicos portaban la bandera española, la Union Jack británica y la bandera arcoíris, única nota que puede considerarse política dentro de un show básicamente alegre, ágil y nostálgico en el mejor sentido.

Para entonces, los asistentes ya se sentían más que afortunado de haber encadenado tanta historia acumulada. Quizá también Paul, que ha jugado a acompañar con su guitarra y piano cada 'oeoeoe' de los espectadores. Un intercambio de energías que es la base de cualquier concierto (y tal vez de la vida), como rezan los versos de "The end" con los que finaliza y abre el concierto: and in the end, the love you take, is equal to the love you make.