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Viaje a la Albufera valenciana, la "zona cero medioambiental" de la DANA

  • RTVE.es ha recorrido este espacio natural para comprobar sobre el terreno las heridas de la riada
  • El humedal, uno de los más importantes de España, ha recibido miles de toneladas de residuos, algunos muy tóxicos

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Embarcaciones tradicionales de pesca en la Albufera valenciana.
Embarcaciones tradicionales de pesca en la Gola del Pujol, dentro de la Albufera. SAMUEL A. PILAR

Una lancha neumática de la Guardia Civil se desliza sobre la superficie del lago de la Albufera, peinando sus aguas en busca de desaparecidos. Ha pasado más de un mes desde la riada y cuatro personas aún no han sido encontradas. Mientras prosigan las labores de rastreo, todas las actividades que se desarrollaban en este espacio natural se encuentran suspendidas, una situación que afecta especialmente a la comunidad de pescadores de la zona, aunque también ha contribuido a ralentizar los trabajos de limpieza y recuperación.

La magnitud de la tragedia humana, la mayor que se recuerda en la historia reciente de España, ha dejado en segundo plano a la catástrofe medioambiental, cuya verdadera dimensión comienza ahora a descubrirse. La Albufera, un ecosistema de incalculable valor ecológico, se ha convertido también en una de las grandes víctimas de la catástrofe provocada por la DANA. RTVE.es ha recorrido este espacio natural para comprobar sobre el terreno las profundas heridas que ha dejado allí la riada del pasado 29 de octubre, y que permanecen aún muy visibles.

Nuestro viaje comienza en la que podría considerarse como la "zona cero medioambiental", el lugar que recibió de lleno el impacto de la riada. Nos desplazamos hasta el límite norte de la Albufera, un espacio ocupado mayoritariamente por arrozales, y que está delimitado por la autovía V-31, conocida como Pista de Silla, que conecta la ciudad de Valencia con la comarca de L'Horta Sud. Esta carretera marca la frontera del parque natural, y junto a ella, en la margen urbana, se levantan numerosos centros comerciales y polígonos industriales, que han escupido miles de toneladas de residuos sobre los arrozales.

Nos hemos citado frente a la Cooperativa Agrícola San Pedro de Massanassa con Javier Jiménez Romo, biólogo y vecino de la Albufera, quien será nuestro primer guía a través de este laberinto de acequias, motas y tancats, para descubrir el rastro tóxico de la barrancada. La devastación comienza en la propia cooperativa, compuesta por grandes naves donde se seca el arroz después de su recolección. La DANA coincidió con las semanas posteriores a la cosecha y en este edificio ahora se almacenan montañas de cereal putrefacto, echado a perder por la lengua de barro.

Arrozales de la zona norte de la Albufera.

Los arrozales de la zona norte de la Albufera aparecen cubiertos por todos los desperdicios imaginables. SAMUEL A. PILAR

A su alrededor, los campos no están mucho mejor, y aparecen cubiertos por todos los desperdicios imaginables. Las labores de limpieza del espacio natural comenzaron en los primeros días de noviembre, impulsadas sobre todo por acciones puntuales de voluntarios, pero el ritmo desde entonces ha sido muy lento, ya que los esfuerzos iniciales se han centrado en atender la emergencia más humana, la de las zonas urbanas arrasadas. Aunque las circunstancias parecen haber dado un ligero respiro, porque ahora un grupo de militares lleva toda la mañana retirando la basura más voluminosa de los arrozales situados entre la cooperativa y el cauce del barranco del Poyo.

Sin embargo, lo que más preocupa no son este tipo de residuos, sino aquellos que apenas se pueden ver. "Hay lubricantes, disolventes, hidrocarburos, productos de mecánica, productos de limpieza, componentes de actividades industriales que muchas veces no sabes ni qué son, pero tienen pictogramas de riesgo para el medio acuático... Y luego, sobre todo, lo que destaca muchísimo son productos farmacéuticos", enumera Jiménez Romo, quien describe cómo "el agua está negra en muchos puntos, y según va evaporándose o filtrándose al terreno, vemos que el sedimento que deja es de un color muy oscuro, por lo que cabe pensar que se trata de productos de una afección muy seria. Estamos hablando en todo caso de residuos potencialmente peligrosos".

Además de estos vertidos más o menos líquidos, hay miles de pequeñas dosis de medicamentos que han quedado esparcidas a lo largo de kilómetros, y que se han integrado en el terreno. Su retirada se antoja ya prácticamente imposible, si no es con una limpieza profunda que requeriría de un ingente esfuerzo material y económico.

Residuos en la Albufera valenciana.

En la Albufera hay miles de toneladas de productos químicos. SAMUEL A. PILAR

"Esto no es un trabajo de gestión de un espacio natural como el que teníamos antes de la DANA. Esto ha sido una catástrofe medioambiental cuyo alcance no debe ser minimizado, y lo primero que requiere es juntarse todos porque es algo que se nos escapa si lo afrontamos por separado", opina este biólogo, quien cree que "las tres administraciones -Ayuntamiento de Valencia, Generalitat y Gobierno central- se tienen que coordinar con universidades y colectivos como agricultores, pescadores y ambientalistas para consensuar unas medidas cautelares y de urgencia".

Después, en una segunda fase, considera que es necesario emitir "un diagnóstico único que nos diga dónde estamos y cómo proceder, con actuaciones a corto, medio y largo plazo". Además, tomando como base ese diagnóstico, aboga por "crear una ventanilla única y un único cuerpo de crisis que esté a la altura de la de la catástrofe", para abordar un plan de actuaciones "que puede durar años".

La otra opción, recalca, es "hacer las cosas deprisa y corriendo, intentar quitar solo lo gordo, y asumir que la Albufera va a ser un parque basural en las próximas décadas donde vayan saliendo en el marjal norte de vez en cuando residuos o haya zonas donde no se pueda cultivar el arroz porque no sabemos qué cayó ahí".

Residuos farmacéuticos en la Albufera.

Miles de pequeños 'pellets' de polipropileno han quedado esparcidos a lo largo de kilómetros. SAMUEL A. PILAR

Situación crónica de debilidad

La Albufera valenciana está considerada como uno de los tres grandes humedales de España, junto con Doñana y el Delta del Ebro; y abarca una superficie de aproximadamente 21.000 hectáreas, de las que la mayor parte —unas 15.000— están ocupadas por campos de arroz. Durante las últimas décadas, este espacio natural se ha enfrentado a una intensa presión humana debido a la urbanización, el turismo y la expansión agrícola e industrial en sus alrededores, lo que ha provocado una contaminación del agua, además de la degradación de sus ecosistemas, entre otros efectos negativos. La DANA del pasado 29 de octubre puede suponer el golpe de gracia ante esta situación crónica de debilidad.

Sin embargo, hay un factor importante que puede ayudar en el proceso de reparación: los humedales se caracterizan por su gran capacidad de resiliencia, lo que les permite amortiguar las presiones medioambientales que se ejercen sobre ellos, además de recuperarse con mayor rapidez. Pero todo tiene un límite y "esa recuperación no va a suceder sin un trabajo muy duro por parte de las administraciones, de la gente que vive allí, de las empresas y de todo el mundo", en palabras del ambientólogo valenciano Andreu Escrivà. "Yo creo que la Albufera como humedal es capaz de rebotar, porque los humedales son ecosistemas muy agradecidos, pero necesita que la ayudemos", asegura a RTVE.es.

Arrozales junto a la Pista de Silla, en Valencia.

Estado de los arrozales situados junto a la Pista de Silla. EP

"Lo que ha pasado no es simplemente una riada, porque ha tenido una fuerza extraordinaria de remoción de sedimentos, y ha cambiado la piel de la Albufera, por decirlo así, removiéndolo todo tanto en la tierra como en el agua", prosigue. "La albufera es un lago que ya estaba contaminado, incluso por metales pesados de las industrias cercanas. Entonces, cualquier movimiento como el de la DANA, vuelve a poner de forma disponible esos residuos que estaban muy quietos en el fondo", describe este divulgador ambiental.

"Además, a eso se le suma toda la contaminación que ha podido llegar no solo de los coches, que es la más escandalosa, sino de todo tipo de sustancias industriales, de las propias baterías de los coches, líquido de frenos… Y, después, todos los productos químicos que había en las empresas...", recalca.

Millones de metros cúbicos de basura en las playas

El barranco del Poyo no desemboca en el mar, sino que lo hace en el lago de la Albufera. Los residuos de la DANA más voluminosos han quedado diseminados en el cauce de esta rambla y en las proximidades de su desembocadura, especialmente en la zona de Catarroja y Massanassa. Aunque en menor medida, los restos arrastrados por la riada también han llegado a la laguna, pero la capacidad natural de laminación de este humedal ha amortiguado su impacto.

Residuos, mayormente ramas y madera, ensucian una playa en un área de nidificación de aves.

Las playas de la Albufera están cubiertas por millones de metros cúbicos de basura. SAMUEL A. PILAR

Además, hay otro nivel de contaminación, que son todos los residuos que han alcanzado el Mediterráneo por el cauce nuevo del Turia. Los de mayor peso han quedado en el cauce y en la desembocadura de este río, mientras que los elementos flotantes salieron a mar abierto, aunque las corrientes después los devolvieron a la costa. Las playas aparecen ahora cubiertas por millones de metros cúbicos de basura, especialmente residuos vegetales, a lo largo de unos 30 kilómetros, desde el sur de la ciudad de Valencia hasta Cullera, e incluso más allá.

La siguiente parada dentro de nuestro recorrido por la Albufera nos lleva a la Playa de la Garrofera, situada entre la del Saler y la de la Devesa. Allí nos encontramos con Pablo Vera, un biólogo que también desarrolla su trabajo en el parque natural.

Las playas de la Albufera son hábitats esenciales para los sistemas de dunas que actúan como barreras naturales frente a la erosión costera. Estas formaciones de arena también proporcionan refugio para especies de flora y fauna autóctonas. "Todo este sistema dunar está protegido, primero porque son hábitats representativos de alto valor de conservación, y segundo porque dan refugio a especies amenazadas, como el chorlitejo patinegro. Además, puntualmente, son lugares de nidificación de tortuga marina", explica Vera.

Este biólogo reconoce que "la cantidad de residuos plásticos que han llegado a la playa es mucho menor que en otros sitios", y que, al tratarse sobre todo de residuos vegetales, "no se ha producido un gran daño sobre esos ecosistemas de alto valor".

Sobre el efecto global de la DANA en la Albufera, opina que "ha causado un impacto tremendo a nivel de residuos y de contaminación; aunque aparentemente no va a haber un gran problema en ese sentido, porque el agua ha fluido mucho... Ha entrado mucho contaminante pero muy disuelto".

Playa de la Garrofera, en la Albufera valenciana.

El biólogo Pablo Vera posa en la Playa de la Garrofera. SAMUEL A. PILAR

Pablo Vera destaca el "servicio ecosistémico que prestan los humedales", ya que "nos aportan seguridad y reducen los daños de las catástrofes". "Cuando la riada llega a la Albufera, de repente se encuentra con miles de hectáreas sobre las que extender el agua, lo que reduce mucho la velocidad y también alivia el caudal circulante aguas arriba", puntualiza, y pone como ejemplo los pueblos del sur del parque, como El Saler, Pinedo o El Palmar, que "prácticamente ni se han enterado".

Más de un mes sin poder pescar

En uno de estos pueblos, El Palmar, se encuentra una de las cofradías de pescadores más antiguas de España, cuya fundación se remonta al siglo XIII. La pesca que practican es una actividad considerada como artesanal, y está integrada plenamente en el parque natural. Hasta allí nos lleva la siguiente parada dentro de nuestro recorrido.

Los pescadores de El Palmar, especializados en la captura de especies como la anguila, el mújol o el cangrejo azul, llevan ya más de un mes sin poder desarrollar su actividad profesional, aunque en este caso el parón no se debe directamente al impacto medioambiental de la DANA, sino a las labores de búsqueda de desaparecidos que se están llevando a cabo en el lago.

"Hasta que no paren de buscar, no nos dejan navegar. Estamos en una situación bastante delicada, yo me atrevo a decir que la peor de nuestra historia, y tenemos 775 años", expresa Amparo Aleixandre, secretaria de la Comunidad de Pescadores de esta localidad, quien cuenta cómo, desde el 29 de octubre, "no hemos facturado absolutamente nada".

La temporada de la anguila, una de las más esperadas del año, arrancaba el pasado el día 1 de noviembre, después del levantamiento de la veda, pero ellos aún no han podido comenzar a pescar este pez, por lo que de momento se han quedado sin una de sus principales fuentes de ingresos. "Como no estamos yendo nosotros, han aparecido furtivos, que acuden a los mornells -las nasas tradicionales que se utilizan en la Albufera para atrapar anguilas-. Los furtivos son habituales, y en momentos como este aún salen más", se lamenta Aleixandre.

Sobre el impacto medioambiental que ha podido sufrir el lago y la fauna acuática, la secretaria de los pescadores de El Palmar asegura que "no tenemos aún información de nada", aunque expone que "nosotros por nuestra cuenta sí que hemos hecho analíticas, y salen dentro de los parámetros aceptables para el consumo humano".

Pero la riada también ha tenido un impacto directo en las instalaciones y estructuras destinadas a la pesca en el lago. "Las golas y las acequias, que es donde más corriente había, son las que han quedado más dañadas, y tenemos que ir allí a reparar nuestros puestos de pesca, pero no podemos", manifiesta Juanjo Guerola, uno de estos pescadores. "Aún no hemos podido empezar con la pesca de la anguila, y además, cuando nos dejen volver a navegar, todavía hay que hacer mucho trabajo previo, preparando las redes y los puestos", agrega.

Comunidad de Pescadores de El Palmar.

Los pescadores de El Palmar Pepe Caballer, a la izquierda, y Juanjo Guerola, a la derecha. SAMUEL A. PILAR

Junto a él está Pepe Caballer, el presidente de la Comunidad de Pescadores. "La Albufera no se puede tratar como un vertedero más. Es un lago de máxima protección internacional, y antes de la riada ya estaba sufriendo con los vertidos, pero ahora esta situación se ha puesto imposible, sobre todo en la zona donde desemboca el barranco del Poyo", afirma.

"Todo el lodo que ha bajado por el barranco se va a asentar en la Albufera, ya no se va a ir, y hay que limpiarlo", asevera Caballer, quien en este sentido reconoce que "hay voces que apoyan el dragado del lago y voces que se oponen, pero nosotros entendemos que sí. Es nuestra opinión como pescadores".

Arrozales amenazados también en el sur

Aún nos queda una última parada en este recorrido por la Albufera valenciana. Nos desplazamos muy cerca de El Palmar, hasta la localidad de Sollana, situada también en la parte sur del parque natural. Hemos quedado allí con José Castelló, un agricultor que ha visto cómo la DANA ha puesto en peligro sus cultivos de arroz.

Las plantaciones de este cereal más afectadas son las que se encuentran en la zona norte de la Albufera, y a ellas son las que se va a destinar una parte de los recursos para responder a la emergencia. En principio, las grandes extensiones que se encuentran al sur apenas se han visto afectadas, aunque hay una excepción: los arrozales más próximos al lago, como los del Tancat de Rochet, donde se encuentra el de José Castelló.

Arrozales de la Albufera valenciana.

José Castelló, en la mota de su arrozal. SAMUEL A. PILAR

La crecida de las aguas originada por la riada, unida al temporal de viento que asoló la zona durante el fenómeno meteorológico, dañó gravemente las motas, que son las masas de tierra que en este caso separan el lago de los campos de cultivo, actuando como barrera protectora. En algunos tramos, las motas del arrozal de José Castelló han pasado de aproximadamente cuatro metros de ancho, a apenas 70 u 80 centímetros. "La DANA se ha comido la mota, nunca he visto nada igual", revela este agricultor.

A finales de octubre, después de la cosecha, los agricultores inundan sus campos de arroz de agua , y permanecen así hasta que esta se desembalsa para volver a plantar el cereal, en febrero o marzo. Ahora, el agua del arrozal, cuyo nivel es muy superior al habitual debido a la DANA, contrarresta la presión ejercida por el lago, pero Castelló teme que, una vez que seque su arrozal, el debilitado muro protector acabe cediendo, arruinando su cultivo.

"Todas las motas de la parte sur del lago están igual de afectadas o más que las del norte, pero no nos van a dar ayudas para reforzarlas, y nosotros tampoco podemos hacerlo porque supone un gasto muy importante que no podemos asumir", denuncia, para recordar que, en el intrincado laberinto de competencias de la Albufera, el dueño del lago es el Ayuntamiento de Valencia, y es en esta institución en quien recae el mantenimiento de las motas erosionadas por el propio lago.

"Si esto no se arregla, yo el año que viene no me arriesgo a cultivar arroz", asegura Castelló, quien recalca que "la Albufera, sin arroz, no podría ser Albufera, porque es una parte imprescindible de ella".