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El sueño de volver de la diáspora siria: "Quien mató a mi hermano y bombardeó mi casa ya no está"

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Siria: Jóvenes sentados en un lugar con vistas a la ciudad de Alepo
Jóvenes sirios sentados en un lugar con vistas a la ciudad de Alepo AAREF WATAD / AFP

"Quien mató a mi hermano y bombardeó mi casa ya no está", celebra Hassan Mansour, refugiado sirio afincado en Sevilla. "La caída de Bachar al Asad nos parecía un sueño inalcanzable, pero ahora se ha cumplido", asegura en una entrevista tras la caída de la dinastía Al Asad, que estuvo más de 50 años en el poder. Mansour nació hace 31 años en Alepo, la segunda ciudad más importante del país y una de las más arrasadas por la guerra. En 2011, le expulsó de su país la represión del régimen para acallar la Primavera Árabe. Mansour salía a manifestarse todos los días y publicaba en las redes sociales.

Primero buscó refugio en Líbano, donde quería continuar sus estudios. Tras dos años deambulando , decidió marcharse a Turquía, pero la situación allí también le resultó insostenible y decidió entregarse al mar en un intento de alcanzar Europa. Lo logró, malvivió mientras trabajaba como voluntario en el campo de refugiado en Lesbos y en 2017 vino a España. 

"Ahora hay un cachito de luz para poder volver a nuestra tierra", dice emocionado al otro lado del teléfono. Quiere volver a su ciudad natal, reunirse con su familia, pero sobre todo podrá visitar la tumba de su hermano. "No pudieron conmigo y fueron a por él", explica. Le detuvieron, estuvo en paradero desconocido, se enteraron de que estaba en la prisión Fare Filastin (Sucursal Palestina), el segundo centro penitenciario más grande del país después de Sednaya, situada en las afueras de Damasco y que Amnistía Internacional define como "un matadero humano". En esta última estiman que 30.000 presos han sido ejecutados o muerto por torturas, hambre o falta de atención médica entre 2011 (el inicio de la guerra civil) y 2018. 

"Al cabo de unos meses nos llegó la noticia por otros presos de que mi hermano había muerto de hambre. Lo sometieron a vejaciones y tortura", relata. Por esto estos días con el móvil en la mano se emociona al ver las imágenes que llegan de las cárceles sirias, tras la fulminante ofensiva y toma del poder por parte de fuerzas opositoras. Llegan videos de euforia y confusión de los presos liberados que retratan el fin de un capítulo en la historia del país.  

Alepo es la ciudad más poblada de Siria y en 2015 fue bombardeada por aviones de guerra rusos. La convirtieron en una ciudad fantasma y la batalla finalizó con la victoria del gobierno sirio y sus aliados sobre los grupos rebeldes y las milicias afines. Mansour vio la muerte en Alepo, pero también en su periplo para llegar a Europa. "Intenté dos veces coger una barcaza de Turquía a Grecia, fracasé las dos. Me devolvían a Turquía y acababa en el calabozo", asegura. Y a la tercera, lo logró.

Más de siete millones de personas huyeron de la guerra en el país árabe. Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en torno al 94% de los sirios que llegaron a Grecia en 2018 trataban de escapar del conflicto y la violencia. Además, medio millón de personas murieron víctimas del intercambio de fuego y otras tantas vidas se han ahogado en el Mediterráneo. "Estuve solo seis horas a la deriva, pero fueron de las peores horas de mi vida", recuerda Mansour.

"Tuve que hacer al servicio militar y fue terrible"

A pesar de las celebraciones de los sirios fuero y dentro del país, muchos no pueden evitar rememorar el sufrimiento durante los 50 años del régimen de los Asad. "Hemos sufrido tanto que es difícil pensar que estamos libres", manifiesta Ayman Nachtawi, médico refugiado de 75 años. Aún se pregunta si la caída del régimen es verdad o un sueño. Lleva días sin dormir, pendiente de todas las noticias que llegan de Siria. "Soy del corazón de Damasco y he vivido allí hasta los 18 años, después de terminar el bachillerato mi familia me mandó a España a estudiar Medicina, me casé aquí y tuve a mis dos hijas", cuenta. En 1983 volvió con toda su familia a Siria: "Necesitaba volver a mi país, tenía ganas de estar con mi familia y de servir como médico a mi país, pero no tenía ni idea con lo que me iba a encontrar", añade. 

Llegaron un año después de la matanza de Hama (1982), un capítulo oscuro en que la familia de Al Asad mató a más de 20.000 personas en una ciudad de 100.000 habitantes para asegurarse el poder. "Tuve que hacer al servicio militar obligatorio y fue terrible", explica Nachtawi. Durante esta etapa conoció de cerca la mano dura de la dictadura, vivió con miedo y vio a compañeros desaparecer hasta hoy en día. "Nos obligaban a votar a favor del régimen e incluso dos veces porque nos decían: 'Nuestro líder y presidente merece que lo votes dos veces'", concluye.

Pese a la falta de libertades, intentó aguantar en Damasco. Abrió una consulta privada y trabajaba también como médico en una empresa de construcción. Pero con el paso del tiempo la vida se volvió cada vez más cara, los servicios básicos escaseaban, le costaba encontrar leche infantil. Aunque lo más difícil seguía siendo la represión y la falta de libertades. "Te subías a un taxi, el conductor intentaba provocarte para que criticaras la situación y llevarte así al mujabarat (servicios secretos)", dice con la voz entrecortada. Tras cuatro años se vio obligado a abandonar de nuevo Siria. Reconoce que le cuesta explicar las dimensiones de todo lo que han vivido bajo el régimen, él había perdido la esperanza de volver a su país.

El comienzo de la Primavera Árabe en Túnez le fascinó y no se imaginaba que la ola de indignación salpicaría Siria. "Las manifestaciones eran masivas y pacificas. Somos gente muy civilizada y pedíamos cambios y reformas, pero Al Asad no tuvo piedad", recuerda. Su régimen detuvo a gente, persiguió a los críticos y dio paso a una guerra civil que ha durado 13 años.

Once días sin dormir

"Cuando tomaron el control de Deraa, mi ciudad natal, vi la luz y supe que Al Asad caería", dice emocionado Ayham al Sati, periodista, cofundador y editor en la revista de Baynana.es que vive en Madrid desde 2019. Junto a sus paisanos, celebra la caída de la dinastía Al Asad, pero recuerda cómo asfixiaron las protestas en su ciudad natal, Deraa, donde nación la revolución siria. "He vivido la revolución en mi propia piel, he perdido a muchos amigos en la guerra y en el mar", denuncia. 

Él tampoco durmió durante los 11 días que duró la ofensiva relámpago lanzada por los rebeldes. Incapaz de despegarse del móvil, informaba y ayudaba a sus compañeros de profesión a hacerlo. "Lo más doloroso es que nos decían "los terroristas están avanzando", cuando Siria la han liberado sus propios hijos. Mis amigos, mis primos y mis hermanos", aclara. Recuerda que además de las facciones islamistas como Tahrir al Sham también está el Ejército Libre de Siria, que "son los hijos del pueblo".

Al Sati llegó a España huyó de Deraa en 2018, víctima de la persecución por informar. En febrero de 2019 cruzó a Turquía con su mujer y sus dos hijos y después se instalaron en España gracias a la ayuda de la Federación Internacional de Periodistas. En estos cinco años ha puesto a cero el contador de su vida, con "cosas bonitas y malas, pero al menos he podido salir de una guerra y poner a salvo a mis hijas. Aquí conseguí un techo, una escuela para mis niñas y servicios de salud. Aunque también he vivido racismo a la hora de alquilar una casa", denuncia.

Pero todo ha cambiado: "Tengo un país al que volver. Ver a mis padres y a mis hermanas era imposible y creía que lo habíamos perdido todo", dice emocionado. Volverá en cuanto abran el aeropuerto de Damasco.

"Si nos dejan en paz podremos volver"

Ninguno de los tres está preocupado por el futuro. Los sirios, recuerdan, son la cuna de la cultura árabe. Es un pueblo culto que estaría dispuesto a reconstruir su país. "Si nos dejan en paz, podremos volver y reconstruir, devolver Siria a lo que era", asegura Nachawati. Está convencido de que verá elecciones libres y que la caída de Al Asad es un buen comienzo en esta nueva etapa. "Una vez en una entrevista dije 'no volveremos a Siria hasta que no caiga el régimen'. Ahora ha caído y podremos volver", dice con nostálgica. 

Mansour dice que en estos años fuera ha aprendido mucho sobre la vida y ha crecido, pero también quiere volver "a reconstruir la tierra en la que nací con paz y amor". Se necesitan todas las manos y "nadie quiere seguir siendo refugiado en este país".  De hecho, estos días también miles de personas cruzan la frontera del Líbano y Turquía para volver a sus casas. "Nos espera el mejor futuro en Siria si sabemos aprovechar este momento", coincide el periodista. Hacen bandera de la unidad del pueblo y, esperanzados, miran al futuro. "Tendremos que darnos una nueva oportunidad", concluye.