Dolores Redondo publica 'Las que no duermen. NASH': "La novela aboga por la sororidad verdadera"
- Las que no duermen. NASH es el segundo volumen de la serie Los Valles Tranquilos
- La protagonista es una psicóloga forense, pero reaparece la inspectora Amaia Salazar
El cadáver de una joven encontrado en una sima de los Valles Tranquilos de Navarra, una lesbiana encarcelada por un crimen que no cometió, una psicóloga forense y oscuros secretos de familia, son algunos de los ingredientes con los que Dolores Redondo sazona su última novela Las que no duermen NASH.
NASH son las siglas del protocolo forense sobre las causas de la muerte (Natural, Accidental, Suicidio y Homicidio). La escritora donostiarra vuelve al Batzán después de haber ambientado su anterior libro Esperando al diluvio en las inundaciones de Bilbao del año 1983. Regresa a Elbete y Elizondo en un nuevo cuarteto literario del que aún faltan otras dos entregas.
La acción se desarrolla en el mes de marzo de 2020, en una investigación contrarreloj antes de que se decrete el confinamiento. Las obras de Redondo han sido traducidas a 38 idiomas y cuentan con millones de lectores en todo el mundo, pero mantiene su residencia oficial en Cintruénigo y puntualiza que paga todos sus impuestos en Navarra.
Como buena norteña "se pirra por el sol" y le gusta escaparse a Málaga. Para escribir Las que no duermen NASH, pasó el invierno en Elizondo en una casa que ha comprado. Al calor de la chimenea, convivía con su marido, sus perras y compartía su entorno cercano con sus personajes de ficción.
RTVE.es entrevista a la autora en un céntrico hotel de cinco estrellas en Madrid en el tramo final de la promoción de su última novela. No quiere adelantar nada sobre la siguiente, ni el marco temporal, ni espacial, ni la voz narrativa, quiere que sea una sorpresa a la que "hay que ir con los ojos cerrados".
Pregunta: ¿Por qué se titula Las que no duermen?
Respuesta: El título en un homenaje a la inquietud femenina, la de todas las mujeres que a lo largo de la Historia no se conformaron con irse a dormir cuando se lo ordenaban. Esa inquietud que en algunos períodos estuvo penalizada. Incluso las mujeres no podían estar despiertas de madrugada. Cuando una mujer despertaba antes del amanecer, debía rezar hasta que se quedaba dormida, porque su espíritu, más débil que el de un hombre, era vulnerable a la entrada del maligno.
Y el maligno entraba en forma de ideas, de inquietudes, de pensamientos que le pedían hacer cosas, tener control sobre su propia vida. La novela va de eso, precisamente de cómo esa incomprensión del modo femenino de ser, de esa diferencia, le ha costado la vida a tantas mujeres.
P: ¿Quién es su nueva heroína?
R: Nash es una mujer que he creado con toda la intención de que venga a refrescar la investigación policial. Estamos acostumbrados a que siempre sea un policía, hombre o mujer, a veces un fiscal, o quizás un periodista, como máximo un juez. Nash es una psicóloga forense y no es el tipo de forense habitual. Los psicólogos forenses no suelen ver la escena del crimen, ni están en la mesa de autopsias. Ellos no tocan el cadáver porque su trabajo es precisamente convertirse en los psicólogos de los muertos.
En los juzgados suelen interpretar el comportamiento de una víctima que no tiene voz. A veces, los niños o ancianos que están muy limitados, pero su trabajo es realmente extraordinario. En esta historia se va a convertir en la psicóloga de la víctima, muerta hace años, después del hallazgo de su cadáver y va a ser la que la arroje luz sobre qué ocurrió. De analizar al agresor, se pone el foco en la víctima, no desde la victimología, por que la eligen una y otra vez, sino desde su punto de vista y la huella que ha dejado en su existencia la relación con los demás.
P: Se basa en un crimen real en la sima de Gaztelu, pero ese hecho casi no tiene peso en la trama.
R: No podría describir el crimen real porque nadie sabe qué pasó. Durante muchos años fue una leyenda porque era una cueva ligada a la antigua religión que se practicaba antes en Baztán y siempre se decía que se habían arrojado brujas al interior. La mayoría de esas leyendas no tienen fundamento real. Son lugares que su toponimia responde a la cultura de la zona, pero no a casos reales.
En concreto, era una bruja a la que se había arrojado a esa sima en una fecha más reciente, en los inicios de la Guerra Civil, aprovechando la confusión de los primeros días de guerra. Lo que hacía pensar que fuese falso es el hecho de que se hablaba de una mujer y seis niños pequeños.
Un grupo de recuperación de la memoria histórica con el insigne forense Paco Etxeberria bajó a esa sima y hallaron un cadáver reciente. Después, por pura corazonada, se empeña en seguir cavando. Él dice que era algo inexplicable, porque creía que estaba allí. Encontró primero los huesos de un niño, luego de otro y luego de otro. Y abajo de todo estaba la madre.
P: La novela está situada unos días antes del confinamiento, una decisión narrativa que añade tensión y juega con lo que sabe el lector.
R: Claro, es un momento histórico ya para todos. La cronología supone una cuenta atrás. Yo misma, cuando lo estaba escribiendo era muy consciente de que el tiempo se terminaba para mi protagonista, porque no es una policía, no se puede presentar en casa de la gente y exigir hablar con ellos y no los puede trasladar a una comisaría.
Nash funciona desde la empatía. Hablando con esas personas que conocieron a la víctima, estudiando a la fallecida con las huellas que dejó: su ordenador, su teléfono, su ropa, lo que compraba, la música que escuchaba. Pero, no tiene realmente las armas de un policía para imponerse y bueno, creo que funciona.
P: ¿Cuáles son sus leyendas favoritas del Valle del Baztán?
R: Todas las que están pegadas a la antigua religión. Me fascinan las leyendas que un día no lo fueron, que fueron la norma en la que creía la gente que vivía allí, porque están muy pegadas a los ciclos naturales, porque son muy respetuosas también con los ciclos de la vida, de los nacimientos, de las muertes, de los partos y de la mujer.
Es una cultura muy matriarcal y me gusta ese concepto de la Madre Tierra y del respeto a los ciclos de la vida y que uno sea consciente de que forma parte también de eso, me gusta mucho.
P: Al final de sus novelas se identifica como cronista de la diosa Mari. ¿Por qué?
R: La diosa Mari es la diosa de las tormentas y también de los ciclos de la vida. Antes de que el cristianismo la convirtiera en la reina de las brujas, era la diosa de la Madre Tierra y era una diosa genio (similar a un genius loci, espíritu protector de un lugar).
En estas mitologías no hay una divinidad omnipotente y omnipresente, sino que es una criatura que se traslada de lugares y bastante antojadiza también, a la que hay que hacerle ofrendas. Se le pide tener un buen parto para ti, para tus animales, una buena cosecha y que no se enfade para que no suelte una gran tormenta, una gran tromba.
Cuento sus crónicas porque todas mis novelas tienen que ver justo con esos elementos. Soy una gran aficionada a narrar grandes desastres naturales porque me sirven para contar la catástrofe que vive el personaje central, para fundir los dos y que esa gran explosión de la tormenta sirva también como renovación.
P: En la primera trilogía había madres terribles, en la nueva serie de Los Valles Tranquilos, parece que los padres o la paternidad cobra más protagonismo.
R: Siempre es la familia. Al final es el lugar, la familia, toda la pertenencia. También el sitio donde hemos nacido, el peso que tiene ser de un lugar concreto y no de otro. El peso que tiene la necesidad de buscar tu origen. Y bueno, va a estar siempre, porque la maternidad y la paternidad son temas absolutamente centrales en mi obra.
P: Ha sido cocinera antes que escritora. ¿Cuál es su plato favorito? El sabor que le lleva la infancia.
R: Un plato de pescado, seguro, porque soy hija de un marinero, de un pescador. Todo lo que tiene que ver con el mar. El plato que más me gusta cocinar es una sopa de pescado, de hecho.
P: ¿Y lo cocina en Navidad?
R: Esta Navidad no me va a dar tiempo porque el 20 de diciembre todavía voy a estar por ahí. Este año comeremos lo que se puede hacer en el momento y será comida de poca elaboración, porque esa sopa que yo hago me lleva tres días cocinarla.
P: En el libro se convierte en un personaje más, la Redondo, a la que se refieren las protagonistas y asegura que el crimen le compensa ¿Tiene la mirada de las mil yardas?
R: En algunos momentos la he tenido, estoy segura. Todos los que hemos experimentado cuestiones de la vida la hemos tenido. En algún momento, hemos tenido esa mirada perdida a lo lejos en la que realmente estás mirando hacia adentro, no estás mirando hacia afuera.
P: ¿Se refiere a perder a seres queridos?
R: Sí, al duelo. a cualquier clase de duelo. Al final, no tiene tanto que ver con qué es lo que has perdido, sino cómo te afecta. Hay personas que se han suicidado tras perder su puesto de trabajo o por otras cuestiones.
Creo que es importantísimo gestionar bien el duelo y que si lo haces correctamente, pues al final lo llevas como un mérito, como una medalla, que dices "mira, aquí está mi dolor y te lo cuelgas como una medalla y tiras para adelante". Te sirve para lo que viene después y para aprovechar la vida.
P: ¿Algún crimen real o imaginario no le ha dejado dormir? ¿Tiene pesadillas con frecuencia?
R: A menudo, este crimen de la sima de Legarrea, porque ahí había seis niños y la mujer, más el cadáver reciente y sobre ninguno ha habido justicia. Mientras escribía la novela llegué a tener pesadillas con esa sima. La he visitado y lo que se siente es que estás en la escena de un crimen. Si sabes lo que pasó y eres capaz de imaginar.
En la presentación de San Sebastián, Paco Etxeberria narraba que estuvo a punto de morir en el interior porque es muy peligrosa. Es como el hueco de un ascensor, pero todo lleno de escollos por dentro y bajar ahí o imaginar la caída de un cuerpo de alguien estando vivo es terrible.
P: En sus libros describe con detalle los cementerios, ¿le gusta visitarlos?
R: No especialmente. Son un lugar para dejar a los que tienen que estar allí. Prefiero el mundo de los vivos, los bares, los restaurantes, la calle, los jardines, los parques públicos donde hay niños. Así de claro, me gusta la vida.
Puedo admirar la arquitectura de algunos cementerios y entender que haya un momento en el que el cuerpo te pide ir allí cuando tienes que hacer tus duelos o tus despedidas. Y también entiendo a los que no se lo pide para nada, creo que son maneras diferentes de hacerlo. Igual que no debería haber en ningún lugar muertos por las calles, no debe haber vivos en los cementerios más que para lo justo.
P: ¿Ha pensado en su entierro?
R: Sí, lo tengo pensado porque tengo la muerte muy presente desde mi infancia.
P: ¿Cómo le gustaría que fuera su epitafio?
R: Mi epitafio me gustaría que fuera: "¿Ya?", con interrogantes. Es que me gusta mucho vivir precisamente porque la muerte me ha tocado de cerca muchas veces y cada vez que me ronda lo vuelvo a pensar. Lo más importante de todo es vivir y y aprovechar la vida.
P: ¿Tiene algún vínculo familiar o sentimental con el Valle del Baztán?
R: Ahora lo tengo todo. Tengo casa en el lugar que me sigue dando muchísima inspiración porque sigue lleno de misticismo real, de una religión previa al cristianismo. El Baztán tiene esas esencias, es maravilloso, la gente es increíble y luego me permite conocerlos más e ir poniendo cada vez más pinceladas de realidad.
Por ejemplo, las Mari Champaña son un grupo de mujeres de Elizondo que se juntan desde adolescentes a beber botellas de champán robado en el frontón y este sábado se reúnen para hacer la comida de Navidad. Una de ellas, contenta por salir en la novela, se lo cuenta a su madre de 80 años, que le echa la bronca y le dice: "pero yo esto no lo sabía, no lo vayas contando, que ahora se va a enterar todo el mundo".
Las descripciones de los camareros, de los bares, de los lugares donde desayunan es que son así. Bebo de allí y me da una realidad con una frescura y una forma de ser que me encanta. No sabes cuántas mujeres me dicen "nosotras también tenemos un aquelarre, nuestro grupo de chicas que nos reunimos desde que éramos pequeñas".
“Me da igual qué vida llevas, dónde vives, las veces que te has casado y divorciado, si te has cambiado de sexo, si ahora vives con una mujer, me da igual. Eres mi amiga, te quiero, te respeto y cuido de ti.“
Y claro, la novela aboga por esa sororidad verdadera, por esa de "me da igual qué vida llevas, dónde vives, las veces que te has casado y divorciado, si te has cambiado de sexo, si ahora vives con una mujer, me da igual. Eres mi amiga, te quiero, te respeto y cuido de ti". Y eso me parece maravilloso.
P: Ha acuñado un nuevo género literario, el mystic noir ¿Cómo lo diría en castellano?
R: La novela negra mística es la novela criminal, pero que tiene que ver con lo místico. No solamente porque el crimen esté lleno de misticismo, esté relacionado con las religiones, las sectas, la tradición oral, también con lo que hemos aprendido.
Desde cosas de las que hay que protegerse o maneras de protegerse, que son tradicionales en algunas familias, ritos o rituales que se llevan a cabo en la mesa de Navidad, en el día de no sé qué, en el día de difuntos. Algo en lo que no te planteas si crees o no, lo haces y punto, porque forma parte de esa herencia que has recibido y que no te molesta conservar.
P: Su primera novela estaba situada en su localidad natal, en Pasajes. ¿Piensa localizar alguno de sus próximos libros en San Sebastián?
R: De hecho, Nash he querido que fuera donostiarra como yo y parte de la novela ocurre en San Sebastián. Es verdad, que el grueso de la acción se produce en los Valles tranquilos, pero sí, cuando voy a referencias de la infancia o recuerdos de vida siempre está Donosti y está Pasaia.
P: ¿Su tramo favorito del Paseo de la Concha es el que está cerca del Ayuntamiento?
R: Es el tramo favorito para mirar al mar, desde la misma bahía, es el que queda más abierto hacia el mar. Y además, cuando la marea está baja, queda un arenal enorme y la gente suele hacer mandalas, poner mensajes de amor en la arena, es muy bonito. Cuando sube la marea es una zona peligrosa, porque hace un semicírculo, el agua gira en la bahía, pero es muy bonito verla desde arriba, ver como las olas giran ahí.
P: ¿Esto lo comparte con Nash, su personaje?
R: Sí. Quizá de toda la bahía mi lugar favorito sea el peine de los vientos, con las esculturas de Chillida. Hasta mis fotos de boda están hechas ahí y me encanta cuando hace mal tiempo. Pero, también me gusta muchísimo el paseo nuevo y ver las olas desde Urgull.
“Te entra la ñoñería esa por la que a los donostiarras nos llaman ñoñostiarras.“
Pero el de Nash es el tramo favorito para pensar, ver lo bonita que es la bahía y y donde se siente ese orgullo de propietario. Cuando te paras ahí dices: "Soy de aquí y esto es mío también. Es mi ciudad. ¡Qué bonita es!". Te entra la ñoñería esa por la que a los donostiarras nos llaman ñoñostiarras.
P: ¿Cómo se despertó su vocación literaria? ¿Influyó ser la hija mayor?
R: Sí, por supuesto. Me contaban muchos cuentos cuando era pequeña y me leían. De hecho, mi prisa por aprender a leer tuvo que ver con eso. Mi madre me convenció, me dijo: "Si aprendes a leer, te los podrás leer tú sola y no necesitarás que alguien te esté leyendo todo el tiempo". Y eso me animó muchísimo. Vengo de esa tradición oral y soy hija de un marino y todos los hombres de mi zona, mis tíos, mi abuelo, todos habían navegado.
“Le debo una novela a mi padre sobre su vida en el mar“
De pequeña oí contar muchas historias sobre la vida en el mar. De hecho, le debo una novela a mi padre sobre sobre algunas de las aventuras que corrió en toda su vida navegando. De niña me gustaba mucho todo lo que tenía que ver con el mar: un libro con un barco hundiéndose en la portada, islas, tesoros, piratas, corsarios y navegar nuevos mundos.
P: ¿Cuáles son sus escritoras preferidas?
R: Mi referente máximo y absoluto es Ana María Matute. La exposición de homenaje por su centenario está en el Cervantes y me voy a acercar a verla.
Ana María es importante por las lecturas, por la herencia que nos ha dejado a tantos escritores. Porque ella me hizo comprender, con Pequeño teatro, cuya acción ocurre en un pueblo ficcionado de la costa del País Vasco, que el lugar donde yo había nacido también se merecía un libro.
Leer mucho, en algunos momentos, me llevó a pensar que los escenarios de mi vida no eran tan glamurosos para una novela. Y Ana me enseñó que las personas con vidas aparentemente vulgares, podían esconder dentro historias maravillosas.
Tuve la inmensa suerte de llegar a conocerla personalmente. Mi decisión de publicar en Destino, en un momento en el que recibí tres ofertas fue porque era su editorial. Y ha sido para mí un auténtico honor compartir editor con ella. Es un referente total.
P: Por último, en Esperando al diluvio dice que la vida se trata de amor y miedo.
R: Creo que son las dos cosas de las que vale la pena escribir. Y creo que, en el fondo, subyace siempre. Escribas lo que escribas, estás escribiendo de la búsqueda constante del amor, del amor necesario, y del miedo, del miedo que incluye la muerte.