La larga búsqueda de la normalidad un año después de la DANA de Madrid: "Tu vida ya no es como la de los demás"
- RTVE.es regresa a la zona devastada por la riada un año después, donde algunas familias siguen sin puerta en casa
- Los vecinos lamentan el abandono de las instituciones y la falta de ayudas tras revivir su infierno con la DANA de Valencia
El barro llega en cuestión de minutos, pero tarda meses en desaparecer. Gran parte de lo que están viviendo ahora los miles de afectados por la DANA de Valencia lo sufrieron, hace algo más de un año, Patricia, Roberto y su niña Matilde en Villamanta, un pequeño pueblo al sur de Madrid que se convirtió en el epicentro de la riada de septiembre de 2023.
En Villamanta los niños juegan en el colegio, afectado por la inundación, a "que viene el río". Matilde, que ahora tiene cuatro años, dos y medio en el momento del desastre, se pone cascos de cancelación de ruido para no escuchar los truenos cuando llegan las tormentas, a las que ha aprendido a temer, y Patricia no duerme y hace las maletas cada vez que llueve con fuerza. "Tu vida ya no es igual que la de los demás", reconoce.
"Con lo de Valencia lo hemos revivido todo y pensamos: esta gente no sabe lo que le espera", cuenta Roberto, de 39 años, mientras muestra la situación de su casa, una de las más afectadas por el desbordamiento del Arroyo Grande aquella fatídica noche del 3 de septiembre, en la que murieron cinco personas entre Madrid y Toledo. Aquel día fue, por cierto, el primero en nuestro país en el que se envió la alerta masiva de Protección Civil a los móviles, cuya tardanza ahora ha centrado la polémica en la Comunidad Valenciana.
De la alegría por la solidaridad vecinal a la frustración
RTVE.es visitó un día después esta casa, conocida con el trágicamente irónico nombre de Agua Mansa, y otras del pueblo. El shock y la emoción por la lucha conjunta contra el barro de entonces han dejado paso al hartazgo y la frustración con unas administraciones que, salvo el ayuntamiento, les han brindado "cero" ayuda, así como con los seguros que les han dejado de pagar 40.000 euros, denuncian.
Todo ello ha provocado que su vuelta a la normalidad sea lenta y llena de obstáculos. 15 meses después, han conseguido reconstruir su hogar, aunque muchos detalles revelan que aún falta para recuperar algo parecido a su vida de antes.
Endeudados, tienen que mirar en qué gastan cada céntimo. No disponen, por ejemplo, de puertas en su finca, lo que suplen con unas improvisadas vallas para evitar robos. "La semana pasada nos robaron la última bici que nos quedaba", cuentan. El barro impregnaba el jardín hasta hace solo unas semanas, y Patricia relata que ella no se sintió capaz de volver a pisar el exterior de la casa hasta este verano, por la avalancha de recuerdos.
Una noche de angustia
Roberto recuerda vívidamente la noche de la inundación. Había llovido durante todo el día y la familia se había acercado con curiosidad a ver el arroyo que pasa a apenas unos metros de la casa y que, por una vez, bajaba con fuerza y llevaba más de un hilo de agua.
Poco antes de las 23:00 horas, se fue la luz, y él decidió salir al jardín. Allí comprobó que el agua ya cubría unos palmos, y su reacción fue rápida e instintiva. "Coge a la niña que nos vamos", le dijo a Patricia. Cuando salieron, el muro que rodeaba la casa se vino abajo con una "ola de más de dos metros".
“Mi sensación es que nos vamos a morir“
"Mi sensación es que nos vamos a morir", rememora Roberto. "Era una ratonera", añade Patricia, de 34 años. A oscuras, y rodeados por la corriente por todos los lados, les salvó la llegada de un vecino con una linterna frontal. Con el agua por la cintura, y con la niña en brazos, consiguieron refugiarse en una zona más alta del pueblo. Para entonces, el río ya pasaba con toda su fuerza a través de su casa.
"Esto no es como una mudanza, esto es empezar de cero"
Tras un evento traumático como este hay varias fases, explican, en un mensaje que quieren hacer llegar también a los supervivientes de Valencia. La primera, el shock, que "se pasa rápido". "Después estás muy contento de haber sobrevivido. Qué voy a pedir, si estoy vivo. Pero claro, luego tienes que empezar a vivir", reconoce Roberto.
La alegría por ver a vecinos y familiares implicados en la limpieza de la casa - "aquí había un batallón", recuerdan- deja paso, cuando estos se van marchando, a la preocupación del día a día.
“Después estás muy contento de haber sobrevivido. Pero claro, luego tienes que empezar a vivir“
"Piensas, por ejemplo, 'no tengo calcetines'", apunta Patricia. "Esto no es como una mudanza, para la que te preparas. Esto es de un día para otro y empezar de cero, o ni siquiera de cero, porque tienes una niña de dos años, tienes una empresa", relata Roberto.
La pareja ya había tenido que comenzar una nueva etapa al mudarse a Villamanta desde el centro de Madrid justo al inicio de la pandemia. Durante tres años se volcaron en convertir aquella antigua casa en su hogar, al tiempo que sacaban adelante su negocio, una editorial, con dificultades. Ya habían logrado una cierta estabilidad cuando el agua se lo llevó todo por delante. "Estábamos contentos porque acabábamos de poner la secadora", comenta Patricia.
"Aquí no vino nadie. Aquí fueron las señoras mayores"
Tras huir con lo puesto, la familia sobrevivió dos semanas viviendo en su oficina, "durmiendo los tres en un sofá". Después, lograron que el ayuntamiento les dejara un local en el que pasaron seis meses, "sin calefacción y durmiendo con un colchón en el suelo". No fue hasta mediados de este 2024 cuando pudieron regresar a su hogar.
Entonces y ahora han echado de menos el apoyo público. "El grado de implicación de las instituciones depende del vínculo que tengas", lamenta Roberto. El ayuntamiento les ayudó, puesto que conocía sus necesidades, pero en niveles más superiores "ya entra la política" y ese compromiso con los afectados desaparece.
“El grado de implicación de las instituciones depende del vínculo que tengas“
"Aquí no vino nadie", critica Patricia. Ni Ejército, ni bomberos. "Aquí fueron las señoras mayores las que organizaron las cosas, y Protección Civil. Porque la gente del pueblo tuvo a bien ayudar, si no, otra historia sería", señala. Vecinas que cocinaron para los afectados comida caliente durante los primeros meses.
También queda mucho por reconstruir en el pueblo. Las aceras siguen destrozadas frente a su casa, no se han reconstruido el polideportivo ni los parques infantiles que se llevó por delante la riada. Con ironía, también, el colegio ha rebautizado la zona de juegos que perdió sus toboganes y columpios como "el patio del relax", ya que estos tampoco han sido repuestos y no hay allí nada más.
La "otra guerra" con los seguros
A la lucha diaria por la supervivencia y la reconstrucción del hogar se sumaba la pelea cotidiana con el Consorcio de Seguros, la entidad encargada de pagar en catástrofes como esta, y que, tras su peritaje, decidieron que les pagarían solo 60.000 euros de los 100.000 por los que tenían asegurada la casa, cifra que calculan además que les costó la reforma. El resto, dicen, se lo deben a sus familiares.
Por el coche solo recibieron unos 800 euros y en cuanto a su negocio, no han tenido ninguna ayuda. Por ello y otras razones han terminado vendiendo la empresa, en la que siguen trabajando pero no ya como propietarios.
Para evitar que los afectados por la DANA en Valencia pasen por el calvario de llamadas y reclamaciones con el seguro, Patricia grabó un vídeo que se hizo viral en redes y ha estado aconsejando desde entonces a muchas de estas víctimas: "Saca fotos, guarda presupuestos, etc." Cosas que han aprendido a la fuerza, ya que después de la catástrofe, cuenta, empieza "otra guerra": "La de intentar que te paguen lo máximo posible para intentar reconstruir dentro de lo posible tu vida anterior, que no vas a tenerla".
"Hemos recuperado cosas prescindibles por volver a lo que teníamos"
A pesar de todas las dificultades, "la vida sigue", recuerdan. Decidieron mantener los planes de tener otro niño, Bran, que nació apenas unos días después del primer aniversario de la DANA y, a pesar de las dudas, están determinados a seguir viviendo aquí. "Nos podríamos haber ido, pero, ¿qué mensaje le estás dando a Matilde, que si te ha pasado algo te vas? Ella lo tiene integrado: si algo se rompe, se puede arreglar", señala Roberto.
“Nos podríamos haber ido, pero, ¿qué mensaje le estás dando a Matilde, que si te ha pasado algo te vas?“
Recuperar la normalidad pasa también por pequeños detalles. "Nosotros hemos recuperado cosas que son totalmente prescindibles, pero por esa sensación de volver a tener lo que teníamos antes", dice Roberto.
Patricia pone el ejemplo: "Una de las primeras cosas que hicimos fue irnos a comprar un conjunto de ropa cada uno". Ambos llevaban meses vistiéndose con la ropa donada por sus vecinos, lo que agradecen enormemente. Pero, al llevar los atuendos de otros, "no eres tú" explica.
Reponer puertas o el árbol de Navidad: pasos para recuperar la vida anterior
Recuperar la normalidad es recuperar la identidad, pero también la intimidad. Sin muros en la finca, destrozados por la inundación, su casa fue durante meses un continuo trajín de vecinos, curiosos y trabajadores en la reconstrucción del cercano puente. Por ello, el día que vuelvan a tener puertas, será la culminación de todo este proceso, confía Roberto.
“Poner el árbol es una tontería, pero mucha gente en Valencia este año no va a tener Navidad“
Y volver a algo parecido a la vida anterior es también poner el árbol en diciembre, algo que ni siquiera se plantearon el año pasado. "Poner el árbol es una tontería, pero mucha gente en Valencia este año no va a tener Navidad", expone Patricia.
Villamanta y Valencia han estado unidos por la desgracia, pero esta familia quiere que el nexo no se quede ahí. Que su ejemplo, con todas sus luchas y aprendizajes, sirva para miles de otras familias que ahora siguen su camino, el largo camino de volver a la normalidad.