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Gisèle Pelicot, icono de la valentía dentro y fuera de Francia

  • El caso de abusos sexuales y sumisión química ha trascendido dentro y fuera de Francia
  • Los jueces deliberan sobre la sentencia a Dominique Pelicot, acusado de organizar las violaciones a su esposa

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Gisèle Pelicot
Gisèle Pelicot AFP / CLEMENT MAHOUDEAU

A pesar del frío y la lluvia suave, pero persistente, Claire lleva más de media hora en la calle esperando a que abran las puertas del Palacio de Justicia de Aviñón. Son las 8:00 de la mañana, y con ella aguardan la fila una treintena de personas.

Todas son parte del público que desea entrar en la sala para presenciar una de las sesiones del juicio a Dominique Pelicot y a los otros 50 acusados de violación agravada; y sobre todo, ver, aplaudir, y apoyar a Gisèle Pelicot.

Enfrente de los juzgados, en la vieja muralla de la ciudad han colgado un cartel con el lema "Una violación es una violación". Es uno de la decena de murales reivindicativos, y con frases de Gisèle Pelicot que se encuentran en las calles cercanas, como en la turística Teinturiers llena de tiendas de artesanía y bares.

Para nosotras es un símbolo, un icono necesario en estos tiempos. Admirable

Claire nos cuenta emocionada que su madre y su hermana le van a dar un ramo de flores. Quieren agradecerle su valentía durante estos tres meses y medio que ha durado el juicio, y su decisión de hacerlo abierto con el coraje de ver todos los días a su exmarido y a los otros acusados, de tenerlos cerca en la sala del juicio, de escucharles. "Para nosotras es un símbolo, un icono necesario en estos tiempos. Admirable", dice la joven.

Movilización feminista

El caso Pelicot ha trascendido dentro y fuera de Francia, pero no solo por su dimensión terrible de los hechos que reúne todo los ingredientes de una serie de guion retorcido. Un marido ejemplar y buen padre en apariencia, pero que durante una década droga a su mujer, hasta dejarla inconsciente, para que otros hombres abusen sexualmente de ella en su mismo dormitorio en una casa apartada del tranquilo y pequeño pueblo de Mazan, a 40 kilómetros de Aviñón. Dominique Pelicot no pedía nada a cambio, solo que ellos se dejasen grabar.

El caso Pelicot ha tenido eco, sobre todo, por la víctima, que, con independencia de las sentencias y las penas de prisión que el tribunal dicte para cada uno, ha ganado este juicio porque ha conseguido su objetivo: que la vergüenza cambie de bando.

Durante todo el proceso hemos visto el contraste entre Gisèle Pelicot, digna, cabeza alta, rostro sereno y tranquilo, sin gafas de sol, y los acusados, con el rostro tapado completamente.

"Giséle ha sobrevivido a lo impensable y se ha convertido en una especie de icono para Francia", dice Juliette Campion, periodista del medio público Franceinfo, aunque cree que es demasiado pronto para medir el impacto real de este caso en la sociedad francesa. "Lo que podemos decir es que la gente habla mucho de ello, se sigue muy de cerca. Lo veo por mis artículos, tan pronto como se publican pasan a ser de los más leídos. Sentimos un entusiasmo muy fuerte, así que solo por esto creemos que al menos habrá creado un debate social, pero no tengo muy claro si este caso cambiará la mentalidad masculina y la sociedad patriarcal", añade.

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La violación y la sumisión química, a debate en Francia

En París, la activista feminista Valerie Rey-Robert, autora del libro, Une Culture du viol à la française (Una cultura de la violación a la francesa) cree que el caso Pelicot ha demostrado que la cultura de la violación está más arraigada y asumida de lo que se cree. "La cultura de la violación es la impunidad con la que se movían los acusados, ninguno reaccionó, ninguno denunció lo que vieron en esa casa. Son las defensas que han hecho muchas mujeres de sus parejas o padres acusados, como hombres maravillosos; y por último, los argumentos que han empleado algunos abogados para justificar que sus clientes, por ejemplo, no cometieron violación porque el señor Pelicot les dio permiso para practicar sexo con su mujer".

Para el abogado de Gisèle Pelicot, Stéphane Babonneau, se ha roto con la imagen normalizada del violador como el agresor que utiliza la violencia física, o alguien que está apartado socialmente y no tiene una vida aparentemente normal.

"El violador, en algunos casos, puede ser un buen padre, un buen compañero de trabajo, un buen vecino. Es importante que en el debate que existe en la sociedad sobre la violación se aparte de una vez por todas la idea de que al violador se le ve venir, que es un hombre malo por naturaleza. Durante mucho tiempo, este tipo de concepción del violador hizo que muchas violaciones no pudieran ser reveladas. Las víctimas pensaban que era imposible que se les creyera cuando denunciaban algo en contra de una persona que tenía una buena acogida social. Esto para mí es otro aspecto importante de este juicio".

Otro de los focos del proceso es la sumisión química. Gisèle Pelicot se llegó a hacer pruebas médicas neurológicas porque notaba grandes pérdidas de memoria y ausencias por los efectos de los somníferos que le suministraba de manera continuada su exmarido.

En Francia se estima que el 70% de las agresiones sexuales denunciadas se han cometido bajo sumisión química. El dato lo recoge Caroline Darian, presidenta de la asociación #MendorsPas: Stop à la soumission chimique, en el prólogo de su libro Et j,ai cessé de t’appeler papa (Y ya he dejado de llamarte papá). La hija del matrimonio Pelicot, sigue teniendo la sospecha de que su padre le hizo lo mismo que a su madre, después de que la policía le mostrase dos fotografías de ella dormida y en bragas. Los investigadores las encontraron en el ordenador de Dominique Pélicot, aunque durante el juicio ha repetido incesantemente que no recuerda si las hizo y que nunca ha tocado a sus hijos y nietos.

Tampoco hay pruebas de esas presuntas agresiones a su hija como los terribles vídeos de las violaciones a Gisèle Pelicot que, por primera vez en la historia judicial francesa, se han proyectado en la sala y los han visto, con toda su crudeza y violencia soterrada, periodistas y público.

También Dominique Pelicot y el resto de los 50 acusados que se enfrentaron así a sus actos, aunque ni Pelicot ni la mayoría de los del banquillo los miraban. La abogada de Pelicot, Béatrice Zavarro, le preguntó en una de las sesiones por ello, y él dijo que no los miraba porque le daba vergüenza.

Los videos son la prueba fundamental para ver que hubo violación en todos los casos, a excepción de uno de los acusados que solo tocó a Gisèle Pelicot.

Los cambios pendientes en la legislación

En Francia el delito de violación está tipificado en el código penal como cualquier acto de penetración cometido con violencia, coacción, amenaza o sorpresa. A diferencia, por ejemplo, de la actual legislación española, en el país vecino la figura del consentimiento está más desdibujada. La posibilidad de un cambio en la ley francesa para introducir el 'solo sí es sí' divide a juristas, magistrados y asociaciones feministas.

Catherine Le Magueresse es una de las juristas e investigadoras de la Sorbona que lleva años pidiendo este cambio legal. Para ella, la ley debe reflejar explícitamente la voluntad de toda mujer a parar una relación sexual si no se está de acuerdo.

"Queremos entablar una relación humana en la que, cuando hayamos alcanzado la intimidad de otra persona, construyamos esa relación. Una relación en la que se pregunte '¿estás de acuerdo de manera continua?' Así estaremos en una sexualidad recíproca, y si no estás de acuerdo me detendré, porque solo así no pasaremos al lado de la violencia sexual", señala.

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Los abogados de Gisèle Pelicot afirman que el debate abierto en Francia sobre el consentimiento no les afecta para su caso. "Está claro que esas penetraciones fueron cometidas bajo la sorpresa, puesto que había sido drogada. No sabía lo que se le había estado haciendo y nunca dio su consentimiento", explica Stéphane Babonneau a TVE.

La fundadora de la asociación feminista Las Amazonas de Aviñon, Blandine Develanges, considera que no hay que cambiar la definición de violación, sino la aplicación de la justicia. "Que la violación se trate realmente como un delito que deshumaniza a las víctimas, y que les afecta para el resto de sus vidas, a ellas y a su familia", asegura.

"La mentalidad de los que aplican la justicia es lo que debe cambiar profundamente. Si quieres de colega a colega, te dejo leer algunas sentencias un poco particulares. Bueno, podríamos hablar de ello durante horas", dice la periodista Juliette Campion al acabar su entrevista para este reportaje.

El proceso llega a su final. Los jueces del tribunal deberán debatir durante un periodo máximo de cuatro días antes de dar a conocer la sentencia. Gisèle Pelicot confía en ser un viento de cola para que todas víctimas de violencia sexual no tengan ni miedo, ni vergüenza a denunciar y a contarlo, y que san los culpables los únicos que, avergonzados, se tengan que esconder.