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Entrevista

Javier Biosca, autor de 'Sentirán el aliento de Turquía en la nuca': "Erdogan quiere un Estado sirio sólido"

  • El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha liderado los esfuerzos rebeldes para el derrocamiento de Al Asad en Siria
  • El periodista señala que el objetivo de Turquía es consolidar el Estado sirio para mantener su frontera estable

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El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, habla durante una sesión plenaria en la Cumbre del Clima de la ONU
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, habla durante una sesión plenaria en la Cumbre del Clima de la ONU (12 de noviembre de 2024) RAFIQ MAQBOO

La caída del régimen de Bachar al Asad ha alterado la geopolítica de Oriente Próximo en las últimas semanas. La toma de Damasco por los rebeldes y la instauración de un Gobierno de transición ha vuelto a poner a Siria en el mapa internacional, así como al Estado promotor de la ofensiva insurgente, Turquía.

El Gobierno del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha liderado los esfuerzos para el derrocamiento de Al Asad, mientras ejercía una fuerte influencia en el noroeste sirio para mantener a raya a los kurdos. En los últimos días, las Fuerzas de Siria Democrática, una alianza armada liderada por kurdos, han advertido de la intención de Ankara de "ocupar todo el territorio sirio y anexionarlo a Turquía".

El periodista de elDiario.es y autor del libro Sentirán el aliento de Turquía en la nuca, Javier Biosca, revela la implacable lucha por el control y la influencia que ha definido la era Erdogan en las últimas dos décadas. Desde las supuestas tramas para derrocarlo, pasando por su rivalidad con el clérigo Fethullah Güllen, hasta el fallido golpe de Estado de 2016. Un poder que ha permitido al líder consolidar su deriva autoritaria y mantener su dominio sobre Turquía hasta extenderlo más allá de sus regiones limítrofes.

PREGUNTA: Existe cierta contradicción con respecto a la existencia, no-existencia de un Estado paralelo en Turquía dirigido por el clérigo Fehtullah Gülen y que buscase derrocar al régimen turco. Al menos, así lo afirmaba Erdogan. ¿Había algo de paranoia en sus afirmaciones o este entramado de acusaciones fueron en todo momento conscientes y controladas?

RESPUESTA: Erdogan empieza a hacer estas acusaciones a partir de 2011-2012, y ya abiertamente en 2013. De hecho, esa gente a la que acusaba [gulenistas] eran sus aliados, pero no es hasta la ruptura de su asociación que comienza a incriminarlos.

Respecto a si existía o no ese "Estado paralelo", hay mil teorías y argumentos para justificar una cosa u otra. Por ejemplo, hay filtraciones de Wikileaks de telegramas confidenciales de Estados Unidos en los que se decía que la policía turca estaba totalmente controlada por el movimiento Gülen, si bien no había manera de comprobarlo. Lo que parece cierto es que los miembros del movimiento pertenecían a varios estamentos públicos del Estado. Y por la tradición que existe en Turquía, parece que muchas veces cada uno de estos estamentos seguían un poco sus intereses en lugar de los del Gobierno. Es a partir de esa base donde se crea la acusación de un supuesto "Estado paralelo".

P: Sin embargo, también se habla de que podría haber existido cierto miedo por parte de los gulenistas a que Erdogan dejara de ser democrático, y que ello pudo incentivar parte de los chivatazos sobre casos de corrupción en los que estuvo envuelto el presidente. ¿Quién inició este cisma, Gülen o Erdogan?

R: Antes del fallido golpe de Estado, Erdogan venía encadenando mayorías absolutas en 2002, 2007, 2011 y 2015. Es en 2011, durante su tercera mayoría absoluta, cuando se empieza a vislumbrar una clara deriva autoritaria. Lo que sucede entonces es una lucha de poder interna en la que Erdogan ve al movimiento Gülen como una posible amenaza a su liderazgo, sobre todo porque muchos de sus miembros estaban en las filas de su Gobierno.

Por otro lado, el cisma pudo estar incentivado porque gente del movimiento comenzó a cuestionar a Erdogan. Al margen de todo esto, el punto de inflexión que lo cambia todo —y que hace pública esa batalla y ese cisma— es cuando Erdogan decide, a finales de 2013, cerrar las escuelas preparatorias de los gulenistas para la universidad, que a su vez eran la principal fuente de financiación y de capital humano para la organización.

P: Al que Erdogan denominó como "rata de alcantarilla", Fethullah Gülen, finalmente ha muerto este año en el exilio y sin que fuera extraditado. ¿Cuánto le importaba al presidente turco tener la oportunidad de juzgarlo en Turquía?

R: Él lo intentó por activa y por pasiva, solicitando órdenes de extradición a Estados Unidos que fueron rechazadas porque no había pruebas consistentes que las justificasen. Esto fue fruto de tensiones con Washington, pues Erdogan no entendía que, después del intento de golpe de Estado [que Erdogan vinculó a Gülen], no lo enviase para ser juzgado y encarcelado.

Por otro lado, Erdogan ha solicitado centenares de peticiones de extradición contra otros miembros del movimiento Gülen [acusados de pertenecer a una organización terrorista], muchas de ellas dentro de la Unión Europea. Solo tres han sido respondidas con éxito, lo que demuestra que no estaban lo suficientemente fundamentadas para sistemas jurídicos sólidos.

P: Erdogan terminó por purgar la estructura internacional gulenista mediante los secuestros de sus altos cargos en diferentes países. Me sorprende el alcance que tenían sus servicios secretos, operando casi de forma similar a los cazanazis israelíes. ¿Hasta dónde alcanza el aliento de Turquía?

R: Como dijo el propio Erdogan y su entonces portavoz, que ahora es el jefe de la inteligencia de los servicios secretos turcos, Ibrahim Kalin: "Ningún gulenista se podrá sentir seguro en ninguna parte del mundo".

Lo cierto es que estas operaciones secretas para atrapar ilegalmente y llevar a Turquía a los gulenistas se han dado en Estados con sistemas jurídicos menos sólidos, como Kósovo, Ucrania o Kirguistán. En cambio, en la Unión Europea o Estados Unidos, eso no ha sido viable ni ha ocurrido. Más allá de que se metería en un problema diplomático importante, no olvidemos que los servicios secretos de los países o territorios que intervinieron ya colaboraban de alguna forma con los servicios secretos turcos.

P: Moviéndonos al plano de la política interna, en los pasados comicios municipales de marzo, el partido Erdogan sufrió su peor desempeño desde 2002. ¿Es probable que veamos en los próximos años la caída en desgracia de su formación? ¿Nos acercamos al fin de un ciclo político?

R: Hemos visto cómo el apoyo parlamentario al partido de Erdogan se ha ido debilitando con el paso de los años. Ha pasado de tener tres mayorías absolutas a perderla por primera vez en 2018 y 2023. Vemos cómo está perdiendo esa fortaleza parlamentaria, lo que le ha obligado a formar alianzas con la extrema derecha para gobernar.

A nivel presidencial, por primera vez en 2023 Erdogan tuvo que presentarse a una segunda vuelta porque todo el bloque de la oposición se presentó con un único candidato. Y aunque ganó, también se ha de señalar que el terreno de juego evidentemente no estaba equilibrado. No hay medios de comunicación independientes, o los han cerrado todos, y el poder judicial lo controla el Gobierno.

P: La Constitución de Turquía prohíbe que Erdogan busque la reelección en las próximas elecciones de 2028. ¿Puede el mandatario considerar que lo ha conseguido todo en política, o hay algo que se le ha quedado pendiente?

R: Es interesante porque, a nivel político, Erdogan es una bestia que no ha perdido ni una sola elección a las que se ha presentado. Durante sus mandatos, ha puesto en marcha un proyecto para revocar y dar la vuelta a los pilares básicos sobre los que se fundó el Estado moderno turco de Atatürk. Muchos analistas lo consideran un Atatürk anti-Atatürk.

Es decir, él ha impuesto su propio modelo de Estado y su concepción de identidad desde arriba, igual a lo que hizo Atatürk, pero totalmente al contrario de lo que este pretendía. A día de hoy, sí que ha cumplido sus objetivos prioritarios.

P: Vamos, que si se retira puede hacerlo tranquilo y sabiendo que ha creado escuela.

R: Totalmente, yo diría que sí [ríe]. Otra cosa es que se quiera retirar. Eso será lo que determine el futuro de Turquía porque, según la Constitución, en 2028 se le acaba el límite de mandatos. Será entonces donde veremos realmente lo que ocurrirá con su legado y su partido; si tiene a alguien que lo sustituya o si por el contrario se vuelve a presentar. Algo que de cierta manera ha dejado caer que sería posible, pues hay un vacío legal que dice que, si se convocan elecciones anticipadas, podría presentarse.

P: Moviéndonos a Siria, ¿preveía Erdogan que la ofensiva de los rebeldes sobre Alepo acabaría desembocando en la caída del régimen de Al Asad? Es más, ¿era este el interés último de su apoyo a los insurgentes?

R: Sí que hay analistas que, como tú dices, señalan que Turquía no se esperaba ese nivel de éxito, o que el régimen colapsara tan rápido. De hecho, poco antes de la caída de Bachar al Asad, Erdogan había intentado normalizar las relaciones con Siria, entre otras cosas devolver a los millones de refugiados sirios que están en su país.

Las Mañanas de RNE - Javier Biosca, autor de "Sentirán el aliento de Turquía en la nuca": "Refleja bastante bien su mandato" - Escuchar ahora

Ese intento de negociaciones fueron rechazadas por Al Asad, que dijo que no negociaría hasta que las fuerzas proturcas evacuasen su país. Lo que ocurrió es que, después de rechazar esas negociaciones, casualmente los rebeldes lanzaron una ofensiva que acabó con su Gobierno. No sé si se lo esperaban o no, pero la única potencia extranjera que salió ganando fue Turquía, que además tendrá un papel fundamental en la transición tras haber sido la única potencia extranjera que mantuvo su apoyo a las fuerzas rebeldes durante todo el conflicto.

P: Turquía es un país que se niega a conceder a su propia población kurda derechos básicos y es poco probable que busque condiciones generosas para los kurdos de Siria. En cambio, el Gobierno de transición sirio se ha mostrado dispuesto a una integración de las minorías en su proyecto de país. ¿Llegará el aliento turco hasta Damasco para desestabilizar cualquier posibilidad de una región autónoma kurda en el norte de Siria?

R: Lo último que quiere ver Turquía es, efectivamente, una región autónoma kurda en su frontera, como ya pasó con el Gobierno regional del Kurdistán iraquí. Lo que sí puede hacer en este sentido es incentivar unas negociaciones serias entre el Ejército Nacional Sirio [proturcos], y Hayat Tariq al-Assam (HTS). Si esas negociaciones ayudan a crear un Estado un poco sólido y capaz de someter a los kurdos, sería una posibilidad.

Pero, por otro lado, se puede dar que las milicias prokurdas y las fuerzas democráticas de Siria inicien negociaciones serias con HTS. Y eso sí que iría un poco más en contra de los intereses de Turquía, que, por el momento, va a aprovechar al máximo posible la situación para reducir la influencia y poder de las milicias prokurdas. Al menos, hasta que Donald Trump tome posesión y vea cuál va a ser la próxima política estadounidense en la región.

P: Recientemente, las Fuerzas de Siria Democrática avisaron de la intención de Ankara de "ocupar todo el territorio sirio y anexionarlo a Turquía", una advertencia que llega después de que facciones proturcas hayan tomado localidades al norte del país. ¿Es realista esta suposición?

R: A ver, se podría dar una intervención, pero no es realista pensar que Turquía se va a anexionar parte del territorio. Lo primero que quiere ver Erdogan es un Estado sólido y fuerte en Siria para mantener una frontera estable, aunque eso pase por debilitar un poco la influencia de las fuerzas democráticas del país. Una anexión implicaría una serie de problemas que no le interesan; no es cuestión de buscarse enemigos ahora que todo parece ir tan bien.