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El segundo invierno bajo asedio en Gaza: "En cualquier momento puede llegar la muerte. Hoy vives y mañana no"

  • RTVE.es habla con Mahmud y Asma, que se encuentran en el norte y centro de la Franja de Gaza
  • En 14 meses de guerra la cifra de muertos supera ya los 45.220 y hay más de 107.573 heridos

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Palestinos encuentran los cadáveres de sus compañeros en Nuseirat
Palestinos lloran sobre los cuerpos de trabajadores de defensa civil víctimas de un bombardeo israelí en el campo de Nuseirat. AP Foto / Abdel Kareem Hana

"La lluvia siempre ha encarnado bendición. Nos gustaban los inviernos en Gaza, solíamos rezar a Alá para que nos mandase lluvia para el pasto y los cultivos, pero en este contexto es una maldición". Mahmud, socorrista de Defensa Civil, recuerda cómo era su vida antes del estallido de la actual guerra de Israel contra Hamás. El invierno en la Franja se ha convertido en una pesadilla. La población afronta por segundo año consecutivo la estación del frío bajo los bombardeos, malviviendo en tiendas de campaña y físicamente más derrotados tras 14 meses de conflicto. Mahmud, padre de dos niñas y dos niños, lleva más de un año recuperando cuerpos de vivos y muertos debajo de la alfombra de destrucción que dejan los ataques a su paso. 

Desde que comenzó la ofensiva israelí sobre Gaza el 7 de octubre de 2023, se calcula que al menos 11.000 personas siguen desaparecidas y enterradas bajo los escombros. Mientras, la cifra de muertos supera los 45.220 y los heridos suman más de 107.500. Tras el alto el fuego en Líbano, las Fuerzas Armadas israelíes han intensificado sus ataques sobre el enclave palestino. Los bombardeos no dan tregua a una tierra quemada y cuyos habitantes están desesperados sobreviviendo no solo al fuego, sino también al hambre y el frío. "Nos están matando en todos los sentidos", dice Mahmud desde el otro lado del teléfono. "Han asesinado a mi madre, a mi hermano, a primos y sobrinos", añade.

Él atiende la llamada de RTVE.es desde el norte de Gaza. Es un testigo atrapado del cerco que están sufriendo desde hace 70 días en esa parte de la Franja. "Estaba aquí para ayudar en los rescates, pero ya no puedo salir y mi familia huyó al sur", relata. Decidió quedarse para proteger a los civiles en el norte, donde se enfrentan a una situación en la que reina la "destrucción y la muerte". Ahora el frío se suma al hambre y a la falta de suministros básicos. Naciones Unidas ha descrito el norte como un lugar de cadáveres en la calle donde la gente está perdiendo la esperanza. La Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) ha reiterado que la realidad en esa parte del enclave es "nada menos que catastrófica". El socorrista explica que miles de desplazados duermen al raso, en refugios improvisados y rodeados de "basura y agua residuales". Y a todo ello se suma la inminente hambruna, según ha advertido en varias ocasiones la agencia de la ONU. 

"En el norte solo hay muerte"

Las localidades de Yabalia, Beit Lahia y Beit Hanoun han sido completamente borradas y arrasadas del mapa. "Estamos asistiendo a una destrucción sistemática", relata Mahmud. En el norte y centro de la Franja había extensas tierras de cultivo que han sido arruinadas. En muchos lugares, los daños corresponden a la construcción de defensas israelíes temporales, bancos de tierra para proteger vehículos blindados y la limpieza de los terrenos circundantes. Desde principios de octubre, solo en el norte han sido asesinadas más de 2.700 personas.

Mahmud lleva dos meses sin poder realizar su labor: "Tenemos absolutamente prohibido ejercer nuestras funciones", dice. El Ejército de Israel les impide socorrer a la gente después de los ataques, tampoco tienen ya "recursos ni herramientas". El cúmulo de miles de cadáveres bajo los escombros trae consigo la propagación de enfermedades y epidemias. "Sin los recursos nos hemos dejado a gente viva. He visto mucho sufrimiento de familiares separados y con la esperanza de rescatar a los suyos, pero hasta que no entren excavadoras y camiones para retirar los escombros no podremos sacar los cuerpos", concluye. En cualquier otra parte del mundo, el personal de defensa civil tiene un protocolo de trabajo especial y recursos disponibles. Sin embargo, en Gaza la situación es "completamente diferente y no hay nada parecido. Está completamente arrasado porque la ocupación ha destruido más del 85% de nuestras capacidades en todos los niveles".

"En el norte no hay personal de defensa civil, ni hospitales, ni personal médico, ni primeros auxilios, no hay nada. En el norte solo hay muerte", denuncia Mahmud. "Nuestros trabajadores nos cuentan que están alimentándose con comida de animales porque no tienen otra cosa", denuncia la directora ejecutiva de la UNRWA en España, Raquel Martí. También coincide en que no dejan de rescatar a los cadáveres ni a los heridos. Los primeros son devorados por perros y gatos, mientras que los heridos "están desangrándose en el suelo", añade. El único hospital que queda, el Jamal Kamal Awda, está prácticamente destruido.

La población se ha estado moviendo constantemente bajo órdenes de operaciones militares, algo que para Human Rights Watch equivale a una "limpieza étnica". "El desplazamiento forzado es generalizado, sistemático e intencional, forma parte de una política de Estado y constituye un crimen contra la humanidad. Consideramos que estas acciones de las autoridades israelíes equivalen a una limpieza étnica", denunció la organización en una investigación publicada el pasado 14 de noviembre. "No me vi capaz de salir y dejar a la gente atrás. Tengo un deber moral", concluye el socorrista. 

"El invierno es doloroso y amargo"

Los desplazamientos forzosos empeoran las condiciones de quienes los sufren, especialmente en invierno. El año pasado, muchas personas vivieron los meses más fríos del año en casas de familiares en zonas como Ráfah, pero ahora la mayoría de la población se encuentra desplazada o viviendo en edificios derruidos. Es el caso de Asma, profesora de inglés de 28 años y embarazada de seis meses. "No aguantaba en la tienda y conseguí que una familia me acogiese en lo que queda de su casa", explica a este medio en una llamada desde Jan Yunis.

El invierno es "doloroso y amargo", reconoce la joven. Para calentarse, la gente enciende cartones o telas, con los consecuentes riesgos que ello implica. "Se producen muchos incendios y la gente muere asfixiada", relata. Además, recuerda que en cada ataque a los campos de refugiados, al vivir en tiendas de campaña, "el fuego se vuelve imparable". Ella se casó el pasado 14 de abril y ahora teme por su salud en este último trimestre de embarazo. Recuerda que no hay hospitales, ni suministro médico y que los precios están desorbitados. "No tengo claro si es justo traer a una criatura a este contexto, pero la vida sigue", confiesa. La gente se acaba adaptando a la guerra mientras mueren familiares y escuchan los ataques. "Intentamos sobrevivir y tenemos asumido que en cualquier momento puede llegar la muerte. Hoy vives y mañana no", añade. Pero el invierno recrudece la guerra. "No hay electricidad ni calefacción", concluye. 

Israel ha destruido casi el 90% de los edificios residenciales en la Franja, por lo que en todo el enclave la vivienda más habitual son chozas hechas con materiales precarios, telas desgastadas o plásticos viejos. Tienen goteras y cuando llueve, coinciden, el agua lo moja todo y esto repercute en la salud. "Cada vez hay más enfermedades respiratorias", asevera Raquel Martí. La agencia de Naciones Unidas calcula que hay al menos 900.000 personas en este tipo de viviendas.

Marti recuerda que también en sus escuelas que servían de refugio han sido objetivo de ataques y bombardeos. "La gente tiene que sobrellevar el invierno en edificios destruidos, sin techo o sin paredes", lamenta. Además, las personas que están en la costa y cerca de la playa se han visto forzosamente desplazadas por la alta marea. "En los campos de refugiados y cerca de la costa las familias viven hacinadas", matiza. Cada desplazamiento, cada huida, no les garantiza poder recuperar todas sus pertenencias. 

Por si fuera poco, el frío se suma al hambre que padecen los gazatíes. El 90% de la escasa ayuda humanitaria que entra a cuenta gota ha sido saqueada por pandillas criminales a plena vista del Ejército de Israel. "La ley y el orden han colapsado en la zona alrededor del cruce Kerem Shalom, que sigue siendo el principal punto de entrada de provisiones, y las pandillas están llenando el vacío de poder", denunció el subdirector de la UNRWA, Sam Rose.

De cara al inicio de la temporada de lluvias en invierno, los trabajadores humanitarios advierten de que la situación humanitaria es cada vez más crítica para responder a las enormes y profundas necesidades de los 2,3 millones de habitantes de Gaza que ahora están desplazados hacia el centro y sur del territorio.