Hungría cierra su polémica presidencia del Consejo de la UE y da el testigo a una Polonia "centrada en Ucrania"
- Las visitas de Víktor Orbán a Rusia y China y su discurso contra la inmigración han incomodado a sectores de la UE
- España ha pedido a Polonia que impulse las lenguas cooficiales en su mandato
Diciembre cierra un año agridulce para el Consejo de la Unión Europea (UE). Su última presidencia de turno, que ha recaído desde julio en Hungría, ha traído a la institución la ya casi tradicional nube de polémica que sigue a su líder, Víktor Orbán.
Pese a lo simbólico del cargo, el fuerte discurso contra la inmigración del político ultraderechista, sus visitas a Rusia y China y los nuevos desaires a la UE han generado cierta incomodidad en otras instituciones de Bruselas. Según los expertos consultados por RTVE.es, la UE "respira" ahora algo más tranquila con la llegada a la presidencia en enero de la Polonia de Donald Tusk, "centrada en la defensa de Ucrania" en la guerra y el papel de Estados Unidos.
"Orbán ha sido, una vez más, la voz disidente de la UE a favor de Rusia y sus aliados. El problema es que, con ello, ha empañado el trabajo significativo de los técnicos húngaros, que podrían haber dado lugar a un balance más positivo de cara a una parte de la opinión pública europea", considera el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia, Frédéric Mertens de Wilmars, sobre los avances en la ampliación de la UE hacia los Balcanes Occidentales o la extensión del espacio Schengen de Rumanía y Bulgaria conseguidos en este periodo.
A la controvertida presidencia se ha unido también un contexto algo convulso. En julio se conformaba el Parlamento Europeo, después de las elecciones del pasado 9 de junio, con un giro hacia fuerzas conservadoras y ultraderechistas. En los meses siguientes, se constituía la Comisión Europea, órgano Ejecutivo de la UE, con gran dificultad ante la falta de acuerdo entre los grupos, pero en el que Hungría conseguía finalmente incluir un comisario de su país en representación del partido Patriotas por Europa, formado también por Vox o Hermanos de Italia, grupo político de Giorgia Meloni.
Lejos de quedar opacada, la presidencia húngara —la segunda en sus 20 años como miembro—, ha reforzado "el vuelco hacia la derecha en las fuerzas políticas europeas y ha remarcado la diferencia entre los socios, a pesar de sus intentos por buscar una voz única", señala el investigador del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Libre de Bruselas, Álvaro Oleart.
Polémicas visitas, tensión y acuerdos: el balance húngaro
Tras el relevo español en diciembre y el belga en junio, Hungría comenzó su turno con una firme declaración de intenciones. El lema elegido fue 'Make Europe Great Again' (Hacer Europa grande otra vez) en un guiño a las políticas 'trumpistas', de tintes conservadores. También fijó como parte de sus prioridades "contener la migración ilegal", "una ampliación de la UE coherente", "promover una política agrícola orientada a los agricultores" y un nuevo acuerdo europeo de competitividad, en medio de las hostilidades entre la UE y China por los impuestos a los coches eléctricos y la carne.
En este sentido, durante este semestre, los Veintisiete han aprobado el Nuevo Pacto Europeo por la Competitividad, atendiendo al diagnóstico económico del expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, aunque sin acuerdo para emitir deuda conjunta, uno de los grandes escollos. Entre otros, también resuena aún el pacto de la Comisión con los países de MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), que ha provocado la protesta de los agricultores, especialmente, en Francia. Sobre esto, destaca Mertens de Wilmars, la Presidencia del Consejo de la UE "tiene la capacidad de reunir a los ministros de los Estados para adoptar leyes y coordinar políticas", pero no deja de ser más testimonial que otros puestos de la UE, ya que muchos de los pactos "se fraguan durante meses, incluso años" y la presidencia solo facilita o impulsa en las negociaciones.
A ello se ha unido el comentado discurso antiinmigración de Orbán ante el Parlamento Europeo, que provocó la protesta de los bloques progresistas, cantando incluso la canción 'Bella Ciao' en la Cámara; y las acusaciones de la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Layen, al presidente húngaro de "arbitrariedad". Han generado revuelo, asimismo, las visitas de Orbán a Georgia —a la que aconsejó "no hacer mucho caso a Bruselas" en medio de las protestas y sanciones — a China, y a Rusia, de la que es aliado pese a la guerra en Ucrania y al aislamiento del resto de la UE ejerce en favor de Ucrania. Esto provocó incluso que la Comisión Europea decidiera boicotear una reunión de ministros de Asuntos Exteriores en Budapest en julio.
También sus lazos con el recién elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien podría recortar el apoyo militar del país a Ucrania; o con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al que invitó a visitar su país al conocerse la orden de la Corte Penal Internacional en su contra por la guerra en Gaza. El líder húngaro, sin embargo, se ha defendido atacando: asegura que sus visitas y contactos las ha hecho a nivel nacional, ya que con la UE "no hay margen de maniobra", ante la falta de "consenso" en sus instituciones. "Orbán ha jugado esta carta de manera muy estratégica. Aprovecha el altavoz europeo, pero al mismo tiempo dice no estar representando a la UE, entonces hace difícil decir determinar cuándo ha sobrepasado los límites", apunta Oleart.
A pesar de las expectativas por una mejora en las relaciones, el ambiente sigue tenso entre Orbán y los socios europeos, a excepción de Eslovaquia, con quien sí ha mostrado su sintonía en ámbitos con la migración o la relación con Rusia. Prueba de ello es que este mismo mes la Comisión ha decidido mantener congelados unos 22.000 millones de euros en fondos europeos asignados a Hungría al considerar que las medidas adoptadas por Budapest para atajar sus problemas con el Estado de Derecho no son suficientes.
¿Cómo pararle los pies a Víctor Orbán?
Es lo que muchos dirigentes europeos se preguntan ante el desafío
del líder húngaro, que está aprovechando
la presidencia semestral de la Unión para presentarse como "mediador"
en la guerra de Ucrania.
Con polémicas visitas al agresor, Putin, a Xi Jinping
y a Donald Trump.
Alemania o Francia se quejan de que no tiene autoridad
para dar la impresión de que hace esos viajes
en representación de Europa.
Pero, ¿qué mecanismos tiene la Unión para impedirlo?
Según el director del Centro de Asuntos Internacionales CIDOB,
hay varias formas de ejercer presión política sobre Orbán.
Una de ellas es boicotear los eventos que organice
la presidencia húngara, rebajando, por ejemplo,
el nivel de representación de ministros a embajadores.
Existen otras herramientas de mayor calado nunca aplicadas hasta ahora.
Retirar el derecho de voto de Hungría en el Consejo Europeo
o incluso llegar a acortar su presidencia.
Pero sería una decisión política sin precedentes.
Medidas que no se descartan si Orbán persiste en su desafío
a los intereses y las políticas comunes de la Unión.
Resistencia a "injerencias" y lenguas cooficiales: los otros retos polacos
Con el desempeño húngaro, se da por terminada la presidencia de "trío", como se conoce en el ámbito europeo al grupo de tres países que ocupan este cargo por 18 meses no simultáneos y que, en este caso, eran España-Bélgica-Hungría. Así, a partir del nuevo año, entran Polonia, Dinamarca y Chipre.
El regreso de Donald Tusk en 2023 como primer ministro a Polonia ha acercado nuevamente el país a la Unión Europea, después de que fuera durante años el "alumno rebelde". Es más, Tusk fue, entre 2014 y 2019, presidente del Consejo Europeo, que, a pesar de la similitud en el nombre, son instituciones con funciones diferentes. Mientras el Consejo de la UE forma un tándem legislativo esencial con el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo, liderado ahora por el portugués António Costa, se encarga de reunir a los jefes de Estado de los Veintisiete.
Para su presidencia de turno, Polonia ha establecido como prioridad la defensa y seguridad en la UE, así como el apoyo a Ucrania, según detalla el Gobierno del país. Polonia devuelve así el foco a la guerra en un momento clave, al cumplirse el próximo 24 de febrero tres años con la batalla estancada en el frente y el apoyo militar pendiente de un hilo. "Como Orbán se mostró más cercano a Rusia, Polonia quiere volver a tomar el testigo de defensa de Ucrania y colocar el apoyo como una prioridad, pero es difícil saber hasta qué punto va a tener mecanismos para influenciar en ello, ya que Estados Unidos y la OTAN tienen un papel clave", asegura Oleart.
Pese a no tener competencias concretas de representación exterior, ya que recaen en la Alta Representante para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, en las últimas presidencias se ha hecho un guiño al conflicto en Gaza. Tanto España como Bélgica acudieron a Ráfah para pedir un alto el fuego en la guerra entre Hamás e Israel y el presidente húngaro se inclinó hacia Israel con su invitación a Netanyahu tras la orden de la CPI. En el caso polaco, no obstante, los expertos aseguran que "no está claro" si dará pasos más allá del posicionamiento común de la UE, ya que, pese a la comunidad judía en el país, ha habido varias disputas entre Israel y Polonia.
A nivel interno, también ha fijado sus objetivos en la "resistencia" a las "interferencias extranjeras y la desinformación", desarrollando servicios de seguridad digital, y la transición energética para "retirar" totalmente las importaciones de fuentes de energía rusas, ha explicado el Gobierno polaco. Asegura, asimismo, que pondrá el foco en una agricultura europea competitiva y en los retos que la futura ampliación traerá al sector. Con esto, se apunta a la posible entrada de Ucrania, gran exportador de cereales, algo que ha generado conflicto con los agricultores polacos por el efecto que podría tener en los precios. Desde España, también se le ha pedido, además, que impulse las lenguas cooficiales en su mandato.
En esta Presidencia "se vuelven a abrir los grandes debates de la UE: la defensa comunitaria, la dependencia energética y el mercado común. No hay una doctrina clara entre los Veintisiete sobre algunos de estos temas, por lo que Polonia podría profundizar en ello", señala Mertens de Wilmars. Menos optimista se muestra Oleart: "Son temas complejos y hay pocos mecanismos desde la Presidencia del Consejo". "Pero veremos si tiene éxito", apostilla, dejando una ventana abierta al cambio progresivo del club comunitario.