Opresión y resistencia: ¿qué ha cambiado en Irán después del movimiento Mujer, vida, libertad?
- Las penas para las mujeres que no usen hiyab podrán ser de hasta 10 años de cárcel
- El régimen crea clínicas para dar tratamiento psicológico a quienes rechacen el velo
El pulso de Irán contra las reivindicaciones de libertad de las mujeres ha entrado en una nueva fase tras el movimiento Mujer, vida, libertad. El Parlamento, con el apoyo del Consejo de Guardianes, ha aprobado la Ley sobre la protección de la familia mediante la promoción de la cultura de la castidad y el hiyab, una norma que endurece las penas por infringir el estricto código de vestimenta islámico.
Ahora queda en manos del nuevo presidente, el reformista Masoud Pezeshkian, la entrada en vigor de la ley, que estaba prevista para el pasado 13 de diciembre y que ha sido paralizada por el Consejo Superior de Seguridad Nacional de Irán.
De su firma depende que las mujeres que rechazan el velo o utilizan "mala vestimenta" se enfrenten a multas económicas de más de 10.000 dólares, a la prohibición de conducir o de salir del país, o a penas de hasta 10 años de cárcel. La flagelación y la pena de muerte también se contemplan para "ofensas contra la decencia pública" y conductas de "corrupción en la tierra".
Pezeshkian ha calificado la norma de "ambigua y con necesidad de reformas". Sin embargo, su papel es limitado: el presidente carece de poder real de veto y su única baza consiste retrasar su firma. Dos años después de Mujer, vida, libertad, las iraníes vuelven a ver cómo sus derechos se ven restringidos.
Vivir bajo un velo
El pelo blanco de Zita Hobbi, recogido en una trenza, se funde con el blanco de las paredes de su casa en España, el país que la acogió hace más de tres décadas. En una habitación repleta de cajas de mudanza, recuerda el Irán en el que nació: "Yo era una mujer muy joven, de veintitantos años. Estaba acostumbrada a una vida libre, normal". Entonces llegó la Revolución Islámica de 1979. "De repente, de un día para otro, te dicen que no eres una persona completa. Tiene que mandarte un hombre: tu padre, tu hermano. Y, si no tienes a nadie, el Gobierno está ahí".
El ascenso al poder de un nuevo régimen teocrático supuso un recorte de libertades para las mujeres que ha perdurado hasta hoy: las iraníes necesitan el permiso de un hombre para viajar, casarse o trabajar. También se impuso el uso obligatorio —según unas estrictas normas— del hiyab. "Una piensa que se puede acostumbrar, pero después de dos, tres años, vi que no. No podía. Decidí salir porque no podía cambiar las cosas", recuerda Zita. Esas aspiraciones de cambio encontraron su vía de escape a finales de 2022, con las protestas multitudinarias por la muerte de Mahsa Amini bajo custodia policial por cómo llevaba el hiyab. Un movimiento que marcó un antes y un después en el país.
"Cada vez ves a más mujeres sin velo. Dicen que esa es su victoria", cuenta Silvia Guerra, enviada especial a Irán del área de Internacional de TVE. "Hay apoyo social. Incluso cuando preguntas a algunas que lo llevan, son partidarias de que cada mujer pueda elegir". Este rechazo a llevar el hiyab en público es una forma de retar a un Gobierno que ha puesto la mirada sobre las mujeres "porque nos ven como un peligro, como una amenaza para ellos", advierte Zita. "De hecho, ¿quién ganó las elecciones? El progresista Pezeshkian, que durante la campaña hizo declaraciones más a favor de la libertad de la mujer", explica Guerra. "Aunque, en última instancia, dependa del líder supremo y no se esté traduciendo en nada legislativamente", añade.
Aumenta el control y la represión
"Las mujeres en Irán sufren una discriminación y opresión sistemática gestionada por el Estado. La mujer es una ciudadana de segunda categoría y su vida está limitada por lo que opine su marido", dice la portavoz de Amnistía Internacional en España para Irán, Olatz Cacho. Y ya en 1979 se impuso la represión, cuenta la presidenta de la Asociación Iraní Pro Derechos Humanos, Fariba Ehsan: "Desde que empezó la Revolución, el Gobierno ha puesto policías de la moral en la calle para controlar a los jóvenes, a todo el mundo". El cometido de esta fuerza del Estado es asegurarse de que la población cumple el código de vestimenta, especialmente las mujeres. Ellas deben revisar cuánto pelo enseñan, la cantidad de maquillaje que llevan o la longitud y amplitud de su ropa.
Tras el movimiento Mujer, Vida, Libertad, el régimen ha ido añadiendo capas legislativas que le permiten controlar a la población, especialmente a las mujeres. En abril de este año, lanzó el Plan Noor (Plan Luz), que le permitió aumentar la vigilancia para hacer cumplir el código de vestimenta. Tras su puesta en marcha, Amnistía Internacional observó "un evidente aumento de las patrullas de seguridad a pie, en motocicleta, en automóvil y en furgones policiales en los espacios públicos para hacer cumplir la obligatoriedad del uso de velo". Según la misión independiente de la ONU en Irán, desde entonces, las fuerzas de seguridad "han intensificado aún más los patrones preexistentes de violencia física, incluyendo golpes, patadas y bofetadas a mujeres y niñas que no cumplen con las leyes y reglamentos obligatorios del hiyab".
La opresión de las iraníes subió un nuevo peldaño en noviembre con la creación de clínicas para que las mujeres que se opongan al uso del velo reciban tratamiento psicológico. "En estas clínicas enseñan moral islámica", explica Fariba. "Piensan que estas personas que no respetan el hiyab y se resisten a llevar el pañuelo tradicional tienen enfermedades mentales. Con ayuda de psicólogos islámicos, empiezan a trabajar sobre ellas, de forma muy religiosa, para educarlas". Una postura que contradice las promesas de campaña de Pezeshkian, que prometió flexibilizar las normas sobre la obligatoriedad del uso del velo.