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Jimmy Carter, el cultivador de cacahuetes que sucumbió a la crisis de los rehenes en Irán

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Jimmy Carter saluda a su llegada a Oslo en 2002 para recibir el Premio Nobel de la Paz
Jimmy Carter saluda a su llegada a Oslo en 2002 para recibir el Premio Nobel de la Paz.

"Creo que podría haber sido reelegido fácilmente si hubiera podido rescatar a los rehenes de Irán". Casi 35 años después de abandonar la Casa Blanca, el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter aún seguía dando vueltas a uno de los asuntos más espinosos de su mandato y el que, probablemente, le costó el cargo.

El demócrata Jimmy Carter —que ha fallecido este domingo a los 100 años en su casa de Plains, Georgia—, fue el primer presidente que no renovó su cargo desde Herbert Hoovert (1933), después de lidiar durante su corta estancia en la Casa Blanca con un revuelto panorama internacional: la URSS daba en Afganistán las últimas muestras de su poderío antes de su desintegración, la crisis del petróleo hacía mella en la economía internacional y el estallido de la revolución iraní dibujaba un nuevo foco de conflicto para Estados Unidos.

Demasiados factores en contra para un presidente ajeno a la ‘aristocracia’ política de Washington, procedente del mundo agrícola del ‘profundo Sur’. Aún hoy no hay un perfil biográfico que no recuerde que Carter se dedicaba al cultivo de cacahuetes, como si esta circunstancia le inhabilitara para el ejercicio público.

Su obra, reducida a un solo mandato —como Bush padre y Donald Trump, en primera instancia— quedó incompleta y, seguramente, fue incomprendida. Quizá por eso la Presidencia de Carter siempre ha sido juzgada desde una perspectiva negativa, borrada en buena medida –para lo bueno y para lo malo— por el carácter de su sucesor, Ronald Reagan, que marcó con sus decisiones la década de los 80.

Juan Carlos conversa con el presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, durante su visita oficial a España en 1980.

Jimmy Carter y Juan Carlos I, durante la visita oficial del presidente de EE.UU. a España en 1980. EFE

La muerte de su padre truncó su carrera en la Marina

James Earl Carter nació el 1 de octubre de 1924 en Plains, en el estado de Georgia, en el seno de una familia dedicada a la agricultura, muy religiosa pero de carácter liberal. Jimmy, como se le conocía familiarmente, estudió en el Instituto Tecnológico de Georgia y en 1943 ingresó en la Academia Naval de Estados Unidos de Annapolis, donde alcanzó en 1948 el grado de teniente. Tras pasar por las fuerzas submarinas, en 1952 solicitó su traslado al programa de submarinos nucleares, donde cursó estudios especiales de tecnología de reactores y física nuclear.

Pero su carrera militar se vio truncada con la muerte de su padre en 1953. Carter, el primogénito de la familia, decidió abandonar la Marina y dedicarse al negocio familiar del cacahuete, modernizando la plantación con nuevas técnicas de cultivo. Su regreso a casa motivó su interés por los problemas de la comunidad en la que vivía, lo que en cierto modo fue su primer paso hacia la política.

En 1962 presentó su candidatura como senador por Georgia, escaño que logró tras denunciar fraude en la votación. En 1966 optó al cargo de gobernador por el mismo estado: fracasó, pero en 1970 se presentó de nuevo y, esta vez sí, logró el respaldo necesario. En su toma de posesión, Jimmy Carter aseguró que el tiempo de la discriminación racial había terminado y colocó en su despacho una imagen de Martin Luther King. Decisiones que, dado el pasado esclavista del Estado de Georgia, suponían un importante salto adelante y una forma de plantar cara a los sectores más tradicionalistas.

Antes de concluir su mandato como gobernador de Georgia, Carter anunció su intención de presentarse como candidato a las Presidenciales por el Partido Demócrata. Tras ganar las primarias de su partido, Jimmy Carter se midió en las elecciones al republicano Gerald Ford, que había asumido la Presidencia de EE.UU. tras la dimisión de Richard Nixon.

Aunque la imagen de los republicanos estaba por los suelos a causa de la guerra de Vietnam y el escándalo Watergate, la victoria de Carter fue mucho más estrecha de lo previsto. Sus rivales —fuera y también dentro de su partido— criticaban el hecho de que Carter fuera un desconocido en política, llamándole despectivamente ‘Jimmy Who?’ (¿‘Jimmy Quién’?).

El 20 de enero de 1977, Carter —con el diminutivo familiar de Jimmy— juraba su cargo como el presidente número 39 de los Estados Unidos de América.

Foto de archivo del presidente cubano, Fidel Castro, junto al expresidente estadounidense Jimmy Carter, durante una visita que este último realizó a La Habana, Cuba, en 2002.

El expresidente de EE.UU., Jimmy Carter, junto al líder cubano Fidel Castro durante una visita a La Habana en 2002. cropper

Aciertos y errores

Aunque de Carter siempre se suelen destacar los errores de su gestión —que los hubo—, su mandato estuvo jalonado de importantes éxitos. Quizá el más importante fueron los Acuerdos de Camp David, que resolvían el conflicto territorial existente entre Egipto e Israel y de los que Carter, junto a su secretario de Estado, Cyrus Vance, fue el principal impulsor.

Además, firmó la devolución del Canal de Panamá mediante el tratado ‘Torrijos-Carter’, embargó la venta de armas a Sudáfrica por su política de apartheid, restableció las relaciones diplomáticas con China y firmó con la Unión Soviética los tratados Salt II de reducción de armas estratégicas.

En política interior, la Administración Carter apostó por las políticas sociales y la erradicación de la corrupción, pero la situación económica dio al traste con su popularidad. Tras una primera etapa de crecimiento, desde 1979 la segunda crisis del petróleo golpeó duramente la economía estadounidense, con altos índices de paro e inflación.

La imagen de Carter, que sus enemigos asociaban a la de un hombre poco enérgico, quedó seriamente dañada por la invasión de Afganistán por la parte de la URSS y la aparente debilidad de su gabinete.

El expresidente de EE.UU. Jimmy Carter y su esposa Roselynn visitan proyectos para la erradicación de la malaria en República Dominicana y en Haití.

El expresidente de EE.UU. Jimmy Carter y su esposa Roselynn, en el barrio La Bomba de Dajabón (República Dominicana) en 2009. EFE/Orlando Barría

La crisis de los rehenes precipitó su caída

Pero la gota que colmó el vaso fue la crisis de los rehenes de Irán. En 1979 la Revolución iraní provocó el derrocamiento del sha Reza Palevi, tradicional aliado de EE.UU., al que Carter concedió permiso de entrada en el país tras su exilio.

Este hecho sirvió de excusa para que un grupo de estudiantes iraníes irrumpiera en la embajada estadounidense en Teherán, reteniendo a medio centenar de personas. Para su liberación, los secuestradores exigían, entre otras cuestiones, que Washington entregara al sah para ser juzgado.

Aunque Reza Palevi murió de cáncer a mediados de 1980, Irán mantuvo a los rehenes y los sucesivos intentos de la Administración Carter por liberarlos —incluyendo una operación militar— fueron infructuosos y acrecentaron la imagen de hombre débil de Carter. En una entrevista a la CNBC en 2014, el expresidente aseguraba que "podría haber borrado del mapa a Irán con el armamento que contábamos pero en el proceso habría matado a muchas personas inocentes; creo que tomé la decisión correcta, aunque no fue nada fácil en aquel momento".

Con la popularidad por los suelos —circunstancia a la que no fue ajena la presión de los lobbies judíos—, Carter poco pudo hacer en las elecciones de noviembre de 1980, en las que fue barrido por el candidato republicano, el actor Ronald Reagan. Incluso durante las semanas que ejerció como presidente en funciones, Carter intentó la liberación de los rehenes, que solo se logró el día de la toma de posesión de Reagan, lo que aún levanta sospechas de conspiración.

La diplomacia rehabilitó su imagen

En enero de 1981, con 56 años, Jimmy Carter dejó la Casa Blanca con más pena que gloria y regresó a Georgia para retomar su actividad agrícola. Mientras Reagan llevaba la política del liberalismo hasta sus últimas consecuencias, su antecesor se volcaba en la creación en Atlanta del Centro Carter, para promover la democracia y los derechos humanos.

Y fue la diplomacia la que permitió mejorar su denostada imagen. Durante los años 90 su figura fue rehabilitada gracias a su mediación en conflictos internacionales en Haití, Panamá o Bosnia, entre otros muchos. Y en 2002, en el momento en el que su criticado George W. Bush tenía a Irak en el punto de mira, Jimmy Carter fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, uno de los numerosos galardones que reconocen su trayectoria diplomática.

La literatura, con más de una treintena de libros publicados, fue otra de las actividades a las que dedicó su tiempo tras dejar la política.

En agosto de 2015, el expresidente anunció que se iba a someter a un tratamiento para atajar el cáncer que le había sido diagnosticado, y que se le había extendido primero al hígado y posteriormente al cerebro. Sereno y con buen humor, Carter declaró haber tenido una "vida maravillosa". Sin embargo, y contra todo pronóstico, el tratamiento funcionó y los médicos diagnosticaron que Carter había quedado libre de cáncer.

En febrero de 2023, tras una serie de ingresos hospitalarios, Jimmy Carter decidió recibir cuidados paliativos "y pasar el tiempo que le queda en casa con su familia", según indicó su ONG The Carter Center.