El fin de la guerra tradicional y el futuro de los conflictos en 2025: nuevas caras de viejas luchas
- Los conflictos no son necesariamente casuales, responden a las escaladas presentes a nivel intra e interestatal
- Incluso en un entorno internacional repleto de regiones tensionadas, la posibilidad de una guerra inesperada es remota
El año 2024 ha estado dominado de nuevo por las tensiones geopolíticas; las crisis continuadas y las surgidas. Y, por supuesto, los conflictos. Todos son herencia de años previos, en lugares como Ucrania, Gaza, Myanmar y Sudán.
Las recientes crisis intra e interestatales (Taiwán, Georgia o Somalia) han hecho temer escaladas hacia una confrontación mayor de cara a 2025. Pese a ello, las guerras verdaderamente involuntarias han sido una rara avis en este siglo.
"Puede haber algo intrínseco que lleve a los Estados a tener disputas, como una afrenta a su honor", comenta el profesor asociado de Ciencias Políticas en el Massachusetts Institute of Technology, Erik Lin-Greenberg. "Pero, al final del día, la decisión de comprometer las fuerzas militares y las vidas de ciudadanos es de los líderes, que no solo se mueven por el factor emocional, sino que piensan en los costes y beneficios; el debate entre 'armas o mantequilla'", enuncia.
Para evitar una guerra, los mandatarios buscan la contención, siempre y cuando ello no les haga perder prestigio ni mostrar debilidad. Israel e Irán son testigos de ello: han tejido represalias capaces de dejar en evidencia al contrario y de proyectar una imagen de poderío militar.
"Si observas la guerra, lo que necesitas distinguir son los fines y los medios: si tus objetivos son muy ambiciosos, eso significa que las herramientas que usarás serán más extensas", resume el profesor de Estudios de Seguridad Internacional en la Academia de Defensa de los Países Bajos, Jan Willem Honig.
"Sin embargo, hay expertos que dicen que, incluso si tus metas son codiciosas, puedes lograrlas usando armas de alcance limitado y preciso. Este fue el argumento inicial de los rusos para Ucrania, aunque descubrieron rápidamente que su objetivo de cambiar el régimen de [Volodímir] Zelenski no podía lograrse solo de forma discriminada", revela Honig.
En consecuencia, no es lo mismo pensar en guerras inesperadas como ser testigos de escaladas no calculadas, algo que ha ocurrido no solo en Ucrania, también en Siria o Líbano.
Por lo pronto, es indudable que existen multitud de regiones tensionadas en los cinco continentes, desde el Cáucaso en Eurasia hasta el Sahel en África u Oriente Próximo.
Cómo nacen y terminan las guerras
Hay muchas formas de definir el concepto de "guerra". De forma pragmática, y, según el libro Principios de la guerra de las Fuerzas de Autodefensa de Japón, se puede traducir como "un choque de voluntades opuestas, una lucha entre creencias; donde la victoria es del partido que aplasta la voluntad del enemigo y destruye sus convicciones".
"Normalmente, cuando la gente piensa en guerra se imagina a grupos de población bien definidos y organizados en alguna estructura sistemática con la que se identifican", establece el profesor emérito del Raymond F. Dickson Centennial, Thomas Palaima. "Y la guerra, per se, dejando fuera las de tipo civil [como Sudán, que enfrenta a fuerzas del Gobierno y paramilitares desde 2023, y que ha provocado millones de desplazados] son 'institucionalizadas', con varios procedimientos para declararla y librarla", aclara.
Dado que los Estados dependen de los armamentos como medio último de disuasión, ante un momento de impaciencia o error crítico, la posibilidad de un conflicto se acrecienta. Además, según sostiene el historiador británico A.J.P. Taylor en Cómo comienzan las guerras, toda gran potencia sospecha de cualquier rival probable o improbable, lo que alimenta un desenlace armado.
"Generalmente, tiene que haber una causa para una guerra, pero esta puede ser lo que llamamos una espuria, algo inventado por el país que quiere usar la fuerza como justificación, como ocurrió con la intervención estadounidense en Irak tras alegar que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva", incide Palaima.
Incluso si así sucede, en última instancia será un ser humano, quizá más, los que tendrán que decidir si alzarse en armas. Y, para llegar a ello, los filtros y los pasos previos son tan amplios que resulta difícil afirmar que la guerra inesperada será el resultado común. "En el caso de Irak, sin embargo, no hizo falta que la guerra fuera vendida porque el público ya estaba en un estado de shock tras el 11-S y solo quería venganza contra cualquiera".
El fin de las guerras es cada vez más difuso, con conflictos congelados o que dan paso a otros de menor intensidad. "No hay duda de que, para que haya una paz real, el enemigo debe ser derrotado, ya que la mayoría no se rendirá incluso cuando se enfrenten a una fuerza abrumadora. Mira a los nazis, que siguieron resistiendo a pesar de que su maquinaria se desmoronaba y tenía a niños luchando en el campo de batalla", ilustra Palaima.
"La razón por la que las guerras nunca terminarán es que nadie quiere mirar atrás para ver los errores —y los costes— de la última al decidir sobre la próxima", sentencia.
La guerra inesperada
En las islas Senkaku, zona de disputa entre Japón y China, Pekín emplea la denominada Milicia Marítima de las Fuerzas Armadas Populares. Esta consiste en buques pesqueros con tripulantes armados que acosan a los barcos nipones que fondean en el archipiélago, una táctica que se ha replicado este año en otras regiones como Filipinas y Vietnam.
Las acciones chinas, aunque imprudentes y ubicadas en una zona gris, no buscan una guerra inesperada. De hecho, es común que los países rivales recurran a tácticas arriesgadas durante las crisis. A través de las provocaciones, los líderes muestran su voluntad de actuar mientras sugieren que se tomarán medidas adicionales si no se acceden a sus demandas.
"La crisis es un evento que se encuentra entre un tiempo de paz estándar y un tiempo de guerra y que, a veces, puede escalar muy rápidamente", expone Lin-Greenberg. "Aunque los líderes pueden gestionarlas, y para ello necesitan comprender a su adversario y escoger en el menú de opciones disponibles aquellas que puedan aumentarlas o limitarlas".
Los Estados utilizan medios coercitivos que son más fáciles de negar o menos visibles para el público. El caso de las Senkaku es paradigmático. Aunque la mayoría de las veces, dichas herramientas son tangibles y de tipo diplomático o financiero.
"A menudo vemos acciones económicas, como las sanciones, que van desde cuestiones concretas [como los aranceles estadounidenses a los coches eléctricos chinos], hasta bloqueos marítimos [caso cubano], y cada una puede llevarte más arriba o abajo en la escalada", define Lin-Greenberg.
Pero esto también puede desencadenar un dilema de seguridad cuando un Estado se protege con acciones consideradas como una amenaza por otros países.
"Al final del día, ya hemos visto lo que parecían accidentes o cosas inesperadas que sucedieron y que, aun así, los Estados pudieron poner límites", determina. "La primavera pasada, los israelíes atacaron el consulado iraní en Damasco creyendo que no habría una represalia a gran escala, y, aunque Teherán finalmente respondió, fue lo suficientemente contenida como para evitar un conflicto", añade.
La guerra total
En 1943, el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, pronunció un discurso en el Sportpalast de Berlín en el que utilizó el término "guerra total". No fue el primero, pero este nació de la convicción de que solo una radicalización del enfrentamiento, así como una movilización integral de recursos humanos y materiales, serían capaces de superar las dificultades existentes en el frente.
Actualmente, "no diría que estamos en un contexto de 'guerra total'; no obstante, sí vemos guerras totales en el sentido de conflictos que se luchan indiscriminadamente y donde no se distinguen entre objetivos civiles y militares", declara Honig. Guerras totales como la de Gaza, donde las bombas israelíes siguen matando a civiles de forma indiscriminada.
Pese a que la idea de guerra total fue redefinida a comienzos de esta década, la realidad es que esta se sigue contemplando en función de cada bando. "Por ejemplo, los rusos tienen la idea de que están llevando a cabo lo que es una guerra contenida contra sus oponentes, por lo que al final depende de dónde estés sentado para creer que existe una guerra total en curso", admite.
No es menos cierto, por otro lado, que en las guerras de la era posterior al 11-S proliferan los participantes dentro y fuera del campo de batalla, y las partes combatientes y no combatientes colaboran cada vez más. Sin embargo, tomando a Rusia y Ucrania como casos arquetípicos de conflicto contemporáneo, "ninguna de las dos sociedades está dispuesta a movilizar a la sociedad ni a convertirlo en una guerra total, al menos, no en términos de usar en conjunto sus recursos disponibles".
Lo que resulta indudable es que las acciones y actividades en el campo de batalla ya son multidominio. Europa habla de Rusia en clave de guerra híbrida, un tipo de conflicto en el que el protagonista es el uso de tácticas irregulares difícilmente atribuibles y donde la sorpresa prima sobre la letalidad.
El entorno de seguridad global actual es el más complejo desde el fin de la Guerra Fría. El mariscal francés durante la Primera Guerra Mundial, Ferdinand Foch, ya advirtió que entender las guerras que otros libran puede ser difícil, pero "siempre será mejor que aprender esas lecciones directamente". Con un mundo que se prepara para el retorno de Donald Trump y sus promesas de poner fin a las guerras en Ucrania y Oriente Próximo, cómo se gestionará esa paz y si limitará —o allanará— el camino para un conflicto futuro sigue siendo una incógnita.
"En definitiva, hay que equilibrar entre juzgar lo que quieres lograr políticamente y con qué medios puedes lograrlo. Y si aplicamos las enseñanzas de conflictos como Ucrania hacia otras áreas tensionadas, como Taiwán, una de las cosas que debe esperar China es que intentar tomar la isla por la fuerza, así como Rusia lo intentó con Kiev, de manera barata y fácil, no será realista", concluye Honig.
Claves de la guerra híbrida
El primero en emplear el término "guerra híbrida" en Occidente fue el coronel estadounidense William Nemeth en 2002 en su ensayo Future war and Chechnya: a case for hybrid warfare (La guerra del futuro y Chechenia: un caso de guerra híbrida).
La denominada "guerra híbrida" es una conjunción de varios conceptos bélicos que suma capacidades regulares e irregulares. Su fin es que los ejércitos se adapten lo máximo posible a amenazas de diverso calado.
Esta premisa reivindica la diversificación del teatro de la guerra, que incluye desde tierra, mar y aire hasta el ciberespacio y los medios de comunicación. Se desarrolla en aquellos lugares donde haya concentrada más masa de población, sin distinción entre civiles y combatientes.
"La guerra híbrida es un concepto interesante, porque Occidente piensa que es algo que los rusos inventaron, mientras que los rusos dicen que es una táctica occidental de hacer la guerra", diferencia Honig.
"Los rusos dicen que Occidente utiliza a su prensa para socavar la legitimidad del régimen ruso, y que usan a los ucranianos como medio para debilitar a Moscú. Y Occidente afirma que los rusos, por un lado, combaten físicamente en Ucrania y, por otro, psicológicamente en Europa y Estados Unidos", concreta.
En una guerra híbrida no hay una victoria decisiva, sino la diversificación de conflictos constantes que buscan evadir el cuerpo a cuerpo y priorizar la sorpresa. Por ende, las tácticas de terrorismo y crimen son comunes en este contexto, así como la ausencia directa de un Estado en su ejecución. Por supuesto, precisa de una alta presencia de lo tecnológico para que tenga efecto.