Jean-Marie Le Pen, el patriarca de la extrema derecha francesa
- Jean-Marie Le Pen fundó el Frente Nacional en 1972 y consiguió que entrara en la Eurocámara y la Asamblea Nacional
- Le Pen pasó de fundador y patriarca a proscrito por su hija para allanar el camino al poder
Todo en él era superlativo, excesivo. Su corpulencia, sus impecables blazers cruzados, el parche en el ojo izquierdo que lució al inicio de su carrera política, su forma de gesticular, su dicción que parecía emanar de una boca inundada de saliva y, sobre todo, la vehemencia y la contundencia del discurso que salía de ella. Dos características definen la figura política de Jean-Marie le Pen: incontinencia verbal y vehemencia.
Las formas de Jean-Marie Le Pen resultaban afables sólo a sus seguidores, para el resto hasta la forma en que daba los buenos días parecían exabruptos. Pero aún más relevante que lo excesivo de sus formas son su trayectoria y su legado, Jean-Marie ha sido por encima de todo el gran patriarca de la extrema derecha francesa, el fundador de un partido que muchos aún seguimos llamando Frente Nacional, el fundador de una dinastía nacionalista, los Le Pen. Las Pen, en este caso. La hija Marine es su heredera política directa y, tal vez, un día no lejano, será presidenta de Francia, la primera mujer que lo consiga, tal vez, aunque para ello los fieles al patriarca consideren que traicionó al padre. La nieta Marion, sobrina de Marine, es quien se erige en la verdadera defensora de las esencias ideológicas del patriarca. Tres generaciones de Le Pen.
De grupúsculo a las puertas del Elíseo
Es la gran hazaña de Jean-Marie Le Pen: convertir una serie de grupúsculos ultranacionalistas de parias políticos, aún bajo el estigma del filonazismo y el terrorismo en Argelia, en un partido sólido que hoy es la primera fuerza en el Parlamento nacional, el más votado en Francia.
Jean-Marie Le Pen, nacido en 1928, formó parte de una generación prácticamente extinguida y una Francia imperialista. Le Pen se enroló como soldado en las guerras de Indochina y de Argelia y militó a la vuelta en el movimiento nacionalista populista de Pierre Poujade. En 1972 dio el paso y fundó el Front National con intención de aunar las distintas tendencias de la extrema derecha. Fue una travesía del desierto que tuvo su primer fruto en 1984, el Frente Nacional logró entrar en el Parlamento Europeo. Como ha ocurrido más recientemente con otros partidos, la institución que vilipendian con tanto ahínco los nacionalistas populistas es la primera en abrirles las puertas —gracias a la proporcionalidad del voto— y brindarles un altavoz y financiación.
Dos años después, en 1986, el Frente Nacional obtuvo representación en la Asamblea Nacional, la Cámara de diputados francesa, y la gran campanada llegó para sorpresa de propios y extraños en 2002: Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta de la elección presidencial.
El shock de 2002
No hay palabras para escribir el impacto de aquella noche electoral y las siguientes dos semanas, estupor entre los franceses e incredulidad en el extranjero: el líder nacionalista, populista, excesivo, provocador de extrema derecha, había pasado a la final para disputarse con el presidente Jacques Chirac el cargo más alto de la República, una república presidencialista donde el jefe de Estado no es una figura representativa, sino también ejecutiva.
El trauma fue mayor entre la izquierda porque ese desafío a la República fue posible, no tanto por un resultado espectacular de Le Pen, 16,86% de los votos, como por el comportamiento electoral de la izquierda, que dando por seguro que su candidato, el primer ministro Lionel Jospin, pasaría a esa final, decidieron votar a candidatos más a la izquierda porque Jospin les parecía demasiado moderado. Resultado: Jospin quedó eliminado de la competición con el 16,18% de los votos.
Cubrí aquellas elecciones y creo que desde la caída del muro (1989) no había sido testigo de una fuerza colectiva tan amplia, unida y arrolladora como la amalgama de franceses que desde el mismo momento en que se conoció el resultado se echaron a la calle cantando La Marsellesa, el himno de la república, como símbolo de la democracia francesa. Todos a una contra Le Pen y, por lo tanto, no quedaba más remedio, por Chirac, el presidente que más de medio país detestaba y que partía como perdedor al inicio de la campaña. Pocas veces en mi vida he sentido asfixia real, imposibilidad física de poder respirar, una de ellas fue asistiendo como enviada especial de TVE a la manifestación contra Le Pen que se celebró en París. Apenas había espacio respirable en el metro ni entre los manifestantes, la sensación de que ese 83% de franceses que no habían votado por Le Pen se habían echado a la calle para repudiarlo.
Resultado: Jacques Chirac, que había sido en la primera vuelta el presidente en activo menos votado, 19,8%, fue, de lejos, el más votado en la segunda vuelta: 82,2% frente al 17,8 de Le Pen.
La heredera y el 'parricidio'
Comparemos aquellos resultados con los más recientes, los de las presidenciales de 2022, exactamente 20 años después, y un mismo apellido en la segunda vuelta: Le Pen. Marine. Marine Le Pen volvió a perder hace dos años, pero el rechazo al apellido no fue, ni de lejos, tan contundente: Le Pen obtuvo un 41,4%, en su contra, Emmanuel Macron ganó con un 58,55%. Del 82% de rechazo contra su padre en 2002, al 58% en 2022.
Dos factores fundamentales explican esa progresión. Por una parte, obvio, es que los postulados nacionalistas y el discurso antiinmigración de la extrema derecha ganan votantes, el otro es la transformación del partido de los Le Pen desde que Marine Le Pen sustituyó en la presidencia en 2011. Unas reformas que pasan por repudiar al padre y echarlo del partido. Marine Le Pen quiere ser presidenta de la República y para ello necesita la mitad de los votos más uno, tiene que gustar a la mitad más uno y, tan importante como ello, dejar de asustar. En ese tipo de partido no cabía una figura como la del patriarca, que mantenía que las cámaras de gas nazis fueron "un detalle" de la Segunda Guerra Mundial, que creía en la desigualdad de las razas y defendía al mariscal Le Pen. Sigue siendo el partido de Les Français d'abord (primero, los franceses), pero ahora lo llaman "prioridad nacional".
Es evidente que Marine Le Pen, la hija traidora, ha conseguido su objetivo. El Frente Nacional, hoy rebautizado Rassemblement National (Agrupación Nacional), ya no infunde miedo. En las elecciones legislativas de hace medio año fue el partido más votado en Francia con diez millones de votos, un tercio de los votos.