Dani Rovira: "Cuando la vida te castiga con tres o cuatro hostias se te caen todas las máscaras"
- El cómico estrena en Madrid Vale la pena, un monólogo sobre su experiencia acudiendo a terapia
- "La sociedad nos obliga a interpretar personajes que no somos para encajar y ser aceptados", define
Dani Rovira lo llama “una legislatura”: el período de cuatro años, con pandemia mediante, en el que atravesó una depresión, la superación de varios duelos y un linfoma de Hodgkin. “Cuando la vida te castiga con tres o cuatro hostias se te caen todas las máscaras”, explica el humorista desde el Teatro La Latina de Madrid, que acoge el monólogo Vale la Pena, en el que transmuta ese dolor en comedia. “Me parece coherente contar lo que te pasa en la vida encima de un escenario. Y lo que no es vivencia, es observación, pero todo es real”, define.
Rovira, se percibe, consiguió salir más fuerte. No solo con los traumas, sino con su aceptación como persona de gran fama. “El ego lo tengo muy trabajado”. La terapia cambió su vida y exponer ese proceso de manera hilarante es el núcleo del espectáculo. “Recuerdo que cuando empecé a ir no quería ni que me viese el portero, pero tiene que ser como ir al dentista o al fisio. Lamentablemente no todo el mundo puede permitírselo y es algo que hay que pedirles a los políticos”.
El espectáculo ya ha girado por España, pero Rovira agradece que ahora se celebre a quince minutos de casa. “Me quedo con todo el feedback de espectadores que lo agradecen. Vivimos en una sociedad todavía muy castrada”.
PREGUNTA.: ¿Y tú tienes algo que agradecerte a ti mismo?
RESPUESTA.: Si hace cuatro años me hubiese visto ahora por una ventanita, me hubiera dado las gracias y hubiese estado orgulloso de mi mismo. “Como dice Meryl Streep, hay que coger la pena, la tristeza y toda la mierda que se acumula en tu vida y hacer con eso arte, algo que valga la pena contar. Es guay crear algo que me ha servido de terapia y que al mismo tiempo le sirve a la gente, y que es, modestamente, una manifestación artística.
P.: ¿La terapia te ha llevado también a aceptarte a ti mismo?
R.: Sí, lo que me ha costado es aprender quién cojones soy. En el espectáculo lo hablo: cómo esta sociedad está creada de manera que estamos obligados a ponernos máscaras y a interpretar personajes para ser aceptados y encajar. Pero desde niños: los roles con mamá, con papá, o en una familia desestructurada, las redes sociales. En mi caso, ser un personaje conocido. Con los años te vas creando un personaje sin saberlo, creando máscaras para encajar y que te quieran. Y llega un momento en el que te has olvidado de quien eres tú porque haces cosa que no tienen que ver con tu esencia. Y cuando llega la crisis por los golpes de la vida entras en terapia y dices ‘¿quién cojones soy’.
P.: ¿Y quién cojones eres?
R.: Pues mira, autodefinirse es lo peor que puede hacer nadie. Pero sí te digo que después de este proceso no sé si soy peor o mejor persona, pero sí soy bastante más auténtico. Y esa ayuda es un proceso en el que uno se prioriza. Todos tenemos margen de mejora y cambio, por supuesto, pero hay una parte esencial a la que no hay que renunciar. La bueno y la mala. Jung lo llama la sombra. En el momento que abrazas a tu sombra, la admites, la quieres y la incorporas a tu vida, forma también parte de ti. Se te alinean muchas cosas, la sensación es muy liberadora.
P.: Sobre las máscaras, Augusto Monterroso decía que el humor es una y la timidez otra, y no recomendaba quitarse las dos al mismo tiempo. ¿El humor ha sido una máscara para ti también?
R.: Qué grande la frase. Es verdad que hay mucha gente que se dedica al humor que dice que lo hace para combatir la timidez y la soledad. Pero yo no puedo decir que lo hiciese desde pequeño por eso. No: el humor me hacía mucha gracia. Y vivir la vida desde el humor. Podría renunciar a una oportunidad de trabajo por hacer un chiste. Los que me conocen lo saben: si eres mi colega, no voy a renunciar a un chiste, aunque te enfades. Si hay una pelota botando, tengo que chutar. No sé si es una máscara o no, pero forma mi parte de mi esencia.
P.: Respecto a esa capacidad de transgresión del humor: ¿crees que el avance reaccionario dificulta el humor desde la izquierda?
R.: Sí parece que se han tornado la cosa. Y la derecha es más punki y subversiva y la izquierda absolutamente políticamente correcta, de moral intachable, hace que mucha gente diga que a lo mejor hay que relajar un poco. Pero ya te digo que con este show no tengo intención de espantar a nadie. Mi humor es un humor blanco roto, no es blanco ni negro.
P.: Como defensor del valor terapéutico del humor, ¿tienes algún contenido fetiche al que siempre acudas para arreglarte el día?
R.: Sí, por suerte hay mucho podcast que me vuelve loco. Podría nombrar muchos, como La ruina, o Andreu y Berto. Cuando llega la noche y la cabeza necesita evadirse me encanta irme a dormir escuchando pamplinas. Tengo muchos referentes: vídeos de Faemino y Cansado, Raúl Cimas, algo de Ignatius. Vivimos en un país con un nivel de cómicos brutal. Una noche de estas lisérgicas, me pongo un vídeo de Miguel Noguera y me quedo más a gusto que dios.