Rosa Montero cierra con 'Animales difíciles' la serie de la detective Husky: "Bruna es mi 'alter ego' total"
- La replicante de combate ahora es un androide de cálculo en su caso más complicado
- Es el cuarto libro de Bruna Husky, tras Lágrimas en la lluvia, El peso del corazón y Los tiempos del odio
Rosa Montero (Madrid, 1951) tiene una relación "muy especial" con el personaje de Bruna Husky, llevan juntas 17 años desde que empezó a plasmarla en el papel, desde entonces la criatura y su creadora han sufrido varios traumas y han tenido que reinventarse. La replicante ha perdido su espectacular cuerpo de combate y han implantado su memoria en un débil androide de cálculo, mientras que la escritora perdió a su pareja y canalizó el duelo en La ridícula idea de no volver a verte.
En Animales difíciles, la detective investiga un extraño atentado terrorista en las instalaciones de Eternal, una gran empresa tecnológica. Las pistas la llevan hasta un periodista, pero cuando los implicados empiezan a desaparecer el rastro se pierde en un Madrid de 2111, que la escritora se resiste a considerar "distópico". Eso sí, confiesa a TVE que ahora Bruna es ella: "Ya la he convertido en mi misma, es mi alter ego total", incluso escribe un diario y hay capítulos en primera persona.
La tecnohumana y el inspector Lizard de la Brigada Judicial, se verán atrapados en una trampa diseñada por una poderosa mente criminal que elimina cualquier cabo suelto. La protagonista está llena de furia contra el mundo y, sobre todo, contra sí misma, porque ahora es una "mini Husky", una rep de cálculo, cuya nueva estatura 1,60 metros, coincide con la de la novelista. Y con esa fragilidad debe afrontar el caso.
"Quizá la naturaleza esencial de los seres vivos consistiera en eso: en tener siempre miedo. A excepción de los tecnos de combate."
Rosa Montero cierra con Animales difíciles la serie de Bruna Husky, formada por Lágrimas en la lluvia, El peso del corazón y Los tiempos del odio. El último caso de la detective tecnohumana es una reflexión sobre el poder, la manipulación y el peligro de una inteligencia artificial demasiado desarrollada que ponga en peligro la supervivencia de la especie homo sapiens.
En la presentación de la novela en la biblioteca del Retiro, Montero incide en que los seres humanos llevamos 300.000 años en la Tierra y en los últimos 70 años, nos hemos puesto tres veces en riesgo de extinción, por la energía nuclear, el calentamiento global y la IA, amenazas que siguen latentes y podrían destruir la humanidad
"Puede que la vida solo sea una anomalía de la materia. Y la vida inteligente, una anomalía de la anomalía. De modo que, ante la pregunta de ¿dónde están todos?, la respuesta sea: extinguidos".
Hormigas frente a la IA
La novela plantea a menos de cien años vista, las consecuencias del crecimiento exponencial de una tecnología que se extiende sin control. A la tradicional rebelión de las máquinas, tema recurrente de la ciencia ficción, se suman los avances en la IA, una superinteligencia sin frenos morales que puede devenir en un poder absoluto y un arma de destrucción masiva.
Montero compara a los humanos con hormigas impotentes, frente a ese desarrollo de la IA autogenerativa que sea capaz de aprender por sí misma, y que puede aniquilarnos porque decide usar "nuestros átomos de carbono de otra manera". Y cita al filósofo danés, Nick Bostrom, experto en IA: "Crear algo más inteligente que tú es un error evolutivo básico".
La autora madrileña, periodista y psicóloga, dibuja una replicante muy humana que añora su cuerpo anterior, con una mente prodigiosa llena de datos cuya utilidad no percibe. Esta transformación le sirve para atribuirle comentarios propios de cualquier bípedo implume que camine hacia la vejez, además de la insistencia en la cuenta atrás del tiempo de vida hasta la desconexión de Bruna.
"Ocho días. Más un mes. Más nueve años. Odio las medianoches. Ya sé que es una línea temporal convencional, tan arbitraria, de hecho, que va cambiando con los husos horarios. Pero su verdad última es indudable e implacable. Es la huella del tiempo que nos deshace. El ritmo al que la muerte se aproxima."
Pluma, cuadernos y cartulinas
Afronta el proceso de creación mediante un meticuloso trabajo de escritura a mano con pluma, que le puede llevar dos años, en numerosos cuadernos. Luego en cartulinas de colores reordena los capítulos o detalla los calendarios de Bruna, los días de vida que le quedan, según la fecha de la novela, también dibuja a mano el logo de Robotine, una empresa de robótica doméstica cuyas lujosas instalaciones resultan sospechosas.
Montero apunta que su protagonista tiene innumerables seguidores y que incluso algunos han puesto de nombre Bruna a sus hijas. Asegura que esta es la última de sus novelas pero, para los que ya la echen de menos, no descarta recuperar el personaje en unos Cuentos del mundo de Bruna.
El próximo proyecto de la novelista es una saga fantástica con tres libros, aunque la acción continuaría de un volumen a otro por lo que se plantea escribir primero las tres novelas y luego publicar una cada año. Matiza que la fantasía estaría anclada en este mundo: "No hay dragones", explica.
La escritora indica que la inmensa mayoría de los seres humanos viven como si fueran inmortales "salvo Woody Allen, yo, y un puñado de neuróticos". Subraya que la vida es ser consciente de que la muerte está ahí: "Bruna y yo pagamos el precio de la angustia", resume, pero le da un final luminoso. La androide no muere todavía.
Rosa Montero y Bruna Husky comparten el gusto por los tatuajes, la tecnohumana una elegante línea negra que recorre todo su cuerpo desde el cráneo y la escritora atesora más inscripciones en tinta en su piel, entre las más visibles, llaman la atención dos declaraciones de fe en la humanidad. La fórmula de la teoría de la relatividad de Einstein, E=mc2, y el adagio latino Sapere aude, atrévete a saber o atrévete a pensar.