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Entrevista

Cristina Olea: "Lo que espanta a la mitad de la población de EE.UU. es lo que gusta a los votantes de Trump"

  • El líder republicano está a punto de tomar posesión, de nuevo, como presidente de Estados Unidos
  • La corresponsal de TVE en Washington aborda la división de la sociedad estadounidense en 'La gran fractura americana'

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El Capitolio estadounidense durante un ensayo de la toma de posesión de Trump
El Capitolio estadounidense durante un ensayo de la toma de posesión de Trump Celal Gunes/Anadolu via Getty Images

Tras una contundente victoria electoral que ya ha sido ratificada por el Congreso estadounidense, Donald Trump está a las puertas de su regreso a la Casa Blanca como el 47º presidente de los Estados Unidos. El líder republicano abandonó el Despacho Oval hace cuatro años, después de una derrota frente a Joe Biden que nunca llegó a reconocer y que llevó a sus seguidores a asaltar el Capitolio, un hecho inédito en la historia del país, a cuyos responsables ha prometido indultar en cuanto asuma el cargo.

La corresponsal de TVE en Washington, Cristina Olea, estaba allí ese día, aunque tomó, dice, "la peor decisión de su carrera" cuando esa mañana decidió volver a la redacción a enviar su crónica para el Telediario. Había tenido problemas técnicos al intentar contactar en directo y, mientras ella se alejaba, los asaltantes empezaron a avanzar hacia la sede del Parlamento. Nadie se imaginaba que algo así pudiera suceder, asegura en una entrevista a RTVE.es.

Olea comenzó su andadura en EE.UU. en2018, en el ecuador del primer mandato de Trump. Cubrió la victoria de Joe Biden entre acusaciones de "fraude electoral" por parte del entonces mandatario y un inusual traspaso de poderes que nada tiene que ver con la transición pacífica a la que asistimos ahora. Ha visto de cerca la realidad de un país "lleno de contradicciones" que han inspirado su libro 'La gran fractura americana', un recorrido por los grandes temas que dividen EE.UU. a través de las historias rescatadas de sus crónicas.

PREGUNTA: Decidiste escribir el libro el día en que la Casa Blanca celebra una cena de gala con periodistas, porque horas antes de llegar allí, habías estado en Guantánamo. ¿Supiste en ese momento que el nexo en común de todo eso que tenías por contar iba a ser la división de la sociedad y la política americana?

RESPUESTA: Siempre digo que este es un país inmenso y lleno de contradicciones y, además, en los años que me ha tocado cubrirlo, muy convulso. Como corresponsal, he pasado seis años recorriéndolo y paso mucho tiempo en la Casa Blanca, pero creo que nuestro papel debe ir más allá. Cubrir e informar sobre las promesas de los líderes de Estados Unidos y sus decisiones — que afectan también al resto del mundo —; pero también salir a la calle, pisar terreno, ver cómo muchas veces rompen esas promesas. Durante este tiempo, he tratado de hablar sobre los líderes, pero también sobre los ciudadanos del país.

El libro surge del deseo de dedicar más tiempo a todas esas historias y reportajes. En concreto, hubo un día en que pasé de una realidad a otra muy diferente la misma jornada. Empecé el día en la base militar de Guantánamo, ese agujero negro para los derechos humanos y lo acabé en una cena con el presidente en Washington, con uno más de los que prometieron cerrar ese agujero y no lo hizo. Ahí me convencí de que sí, he recorrido el país de una punta a otra y tengo bastantes historias que contar. 

La fractura en Estados Unidos no es nueva; es un país que ha vivido una guerra civil, pero es cierto que cuando yo aterricé — en mitad del primer mandato de Trump — me encontré con una sociedad muy polarizada, donde las familias cuando se sientan en torno a la mesa en Acción de Gracias evitan hablar de política, donde hay amigos que han dejado de hablarse porque unos votan a los demócratas, otros votan a Donald Trump y sienten que esa diferencia es irreconciliable. Y en el tiempo que llevo aquí, eso no ha cambiado. Esa polarización sigue ahí y es una de las grandes heridas de esta sociedad.

 Guillem Ferrerons

P: Uno de los grandes debates de la sociedad estadounidense es el que gira en torno a las armas. ¿Veremos algún día al Parlamento ponerse de acuerdo para legislar en este sentido con leyes que de verdad sirvan para frenar este problema?

R: Desde los años 90, desde Columbine, desde Bill Clinton, hemos visto una y otra vez tiroteos en escuelas que han conmocionado al país y a presidentes conmocionados por tantas vidas de tantos menores muertos y, sin embargo, las leyes no han cambiado. En los años 90, el Congreso acordó prohibir la venta al público de fusiles de asalto, pero cuando esa ley expiró a los diez años, no volvieron a ponerse de acuerdo para nada parecido.

Hace poco, en la campaña electoral de 2024, estuve en Uvalde, ese pequeño pueblo de Texas donde tuvo lugar la mayor masacre en una escuela de primaria de los últimos tiempos. En 2022 murieron 19 niños y dos profesoras cuando un chico — que acababa de cumplir 18 años — fue a una tienda de armas, compró un fusil de asalto, entró en la escuela y los mató a tiros. Aquello conmocionó al país, al mundo y también a esa ciudad, que es muy pequeña, donde prácticamente todo el mundo se conoce.

Hablé con la madre de una de esas niñas muertas, con una profesora que resultó herida en el tiroteo... y hay una cosa que me parece muy significativa: la profunda división que hay en ese pueblo en torno a las las armas. Después de la tragedia, algunos de los padres se unieron para pedir medidas de control de armas a las autoridades, muy simples y bastante limitadas, como aumentar la edad mínima para comprar un fusil de asalto.

Ahora mismo en Texas cualquier persona con 18 años puede entrar a una tienda de armas y hacerse con uno. Estos padres pedían que esa edad se elevase hasta los 21, porque es verdad que muchos de los asaltantes que cometen este tipo de tiroteos son muy jóvenes. Sin embargo, a más de la mitad del pueblo esta medida le parecía muy radical. Una tragedia tan grande no bastó para convencer a ese pueblo de que son necesarias medidas de control. El derecho a llevar armas es algo que llevan en su ADN y cualquier norma que intente limitar eso a muchos les parece demasiado radical.

Diario de campaña en EE.UU., día 7: el control de las armas

P: Estamos a punto de presenciar el regreso a la Casa Blanca de Trump. En el libro hablas de su relación con la prensa, de sus ataques constantes… pero mencionas también el acceso insólito que concede a sus pensamientos. No tiene reparos en pararse a hablar con los periodistas, sin embargo, no suele conceder entrevistas. ¿A qué dirías que se debe esta estrategia?

La relación de Donald Trump con la prensa es muy compleja porque, efectivamente, por un lado es muy hostil — durante su primer mandato insultaba a los periodistas de medios tradicionales y los llamaba fake news a la cara —, por poner un ejemplo, en todos sus mítines siempre hay un momento en el que él señala la tarima de prensa y nos insulta y, entonces, el público se gira hacia nosotros y nos empieza a abuchear. Pero, por otro lado, concede un acceso insólito a los periodistas y a los ciudadanos; siempre sabemos qué es lo que se está pasando por su mente, porque lo dice abiertamente, lo tuitea. Quiere ser su propio portavoz y hace llegar sus mensajes a cualquier hora.

Esta exposición constante de sus pensamientos, de sus amenazas, hace que los medios estén siempre pendientes de sus declaraciones y que él sea el gran protagonista de la política estadounidense, y yo diría que mundial, en la última década. Está constantemente en los titulares y, además, ofrece un espectáculo continuo a los medios de comunicación. Con esto ha conseguido que la gente esté constantemente hablando sobre él y sobre los mensajes que quiere colocar. Probablemente, su relación con los medios de comunicación, hostil y contradictoria, ha tenido mucho que ver con su llegada a la Casa Blanca, primero en 2017, y con su regreso al poder.

P: A lo largo de los capítulos mencionas rituales, gestos, costumbres de Donald Trump. Sus seguidores compran su merchandising, repiten sus lemas, reproducen los motes que se inventa y le siguen como si de una estrella del rock se tratara. ¿Qué tiene Trump que no tenían otros líderes estadounidenses antes que él?

Sus votantes se sienten parte de un movimiento que va más allá del Partido Republicano. Donald Trump ha transformado ese partido, igual que Ronald Reagan lo transformó en los años 80. Entonces, la formación pasó a ser el partido conservador, el partido de la derecha. Ahora ha pasado a ser el partido de Donald Trump. Una de las claves de su éxito en las urnas es su figura, su personalidad, el hecho de que buena parte de la sociedad se siente identificada con él, por mucho que sea un millonario que viaja en un avión privado, que vive en una mansión y que, probablemente, en su biografía comparta pocos detalles con la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, se sienten más identificados con esa persona que presume de no ser un político tradicional, que promete poner patas arriba Washington y el establishment y quemar el gobierno en nombre de los gobernados, que con políticos demócratas como Joe Biden o Kamala Harris, que son clase media. Harris es hija de inmigrantes, el padre de Biden vendía coches de segunda mano y, sin embargo, muchos estadounidenses los perciben como las élites. Ahí está una de las claves del éxito de Trump.

"Nadie podía esperar algo como el asalto al Capitolio, fue algo completamente inaudito; y sin embargo, cuando ocurrió, parecía como la crónica de una muerte anunciada"

P: Mencionas en el libro el asalto al Capitolio y cómo la decisión que tomaste de volver a la oficina para enviar la crónica del telediario se convirtió en la peor de tu carrera. ¿Qué pensaste una vez estabas de camino a la oficina y te ibas enterando de lo que ocurría en en el Capitolio? ¿Te esperabas algo de esa magnitud?

R: Creo que nadie podía esperar algo como el asalto al Capitolio, fue algo completamente inaudito; y sin embargo, cuando ocurrió, parecía como la crónica de una muerte anunciada. Había muchos elementos que podían hacer presagiar algo así, aunque era muy difícil imaginar que llegase a ocurrir. Desde que Donald Trump perdió las elecciones, convocó muchas manifestaciones contra ese 'fraude electoral' que él denunciaba sin ningún tipo de pruebas. En ellas, sus seguidores decían que les habían robado las elecciones y había una sensación de tensión. Nos preguntábamos: ¿Qué va a pasar? ¿Acabará esto con incidentes violentos? Pero al final no pasaba nada de eso.

El día del asalto al Capitolio había esa misma sensación. Dentro del Congreso, además, se estaban certificando los resultados, algo que normalmente suele ser un acto meramente protocolario en el que los congresistas reciben los resultados de cada estado y certifican al ganador. Sin embargo, Trump estaba pidiendo a los republicanos y, en concreto, a su vicepresidente, que ejercía de maestro de ceremonias, que intentasen paralizar los resultados. Había muchos ojos puestos en lo que ocurría dentro del Congreso, además de en la calle. Nosotros fuimos a la manifestación y vimos a todas esas personas que estaban muy enfadadas y que pensaban que les habían robado las elecciones, tal y como les decía Donald Trump.

Ese día mi cámara no estaba, así que me vi sola, sin reportero y me fallaba la mochila con la que normalmente conectamos en los directos. Cuando se acercaba la hora del Telediario, ya tenía testimonios de personas en las manifestaciones y no lograba conectar desde la calle. Volví a la oficina para enviar la crónica mientras los congresistas debían certificar los resultados, toda la atención estaba puesta dentro por si alguien hacía alguna maniobra para intentar bloquearlos. Pero justo a esa hora estalló en la calle algo insólito — el asalto al Capitolio — y yo acababa de alejarme de la noticia. En vez de ir hacia el Capitolio, había ido hacia la oficina, que está en la dirección opuesta y, cuando quise volver, con una ciudad ya completamente bloqueada y paralizada, tardé mucho. Fue mi peor momento como profesional, como periodista, sentir que me había equivocado y que me había alejado en el peor momento.

P: Con lo que sucedió ese día y lo que vino después. ¿Podrías imaginar que volveríamos a ver a Trump en el Despacho Oval?

Justo después del asalto al Capitolio, sí que pareció que había un punto de inflexión, un antes y un después con respecto a Donald Trump. Congresistas republicanos empezaron a cuestionar su papel, el Congreso puso en marcha un impeachment (un juicio político) contra él y muchos congresistas de su propio partido empezaron a plantearse si votarían en su contra. Los grandes donantes empezaron a retirar sus donaciones a aquellos políticos que le daban la razón en que le habían robado las elecciones. Twitter, que era su gran megáfono, le cerró la cuenta.

Durante unos días parecía que se estaba hundiendo, pero no duró. Trump tiene un enorme tirón entre sus votantes y eso no desapareció; y los congresistas republicanos, que viven en una campaña electoral permanente — porque cada dos años renuevan sus escaños — al final le apoyaron porque sabían que ir en su contra podía pasarles factura en las urnas. Donald Trump enseguida se repuso y, de hecho, ahora llega a la Casa Blanca con la promesa de indultar a los que asaltaron el Capitolio.

P: Trump se convirtió en el primer expresidente imputado, le perseguían cuatro causas penales que parecían hacer peligrar su carrera política y amenazaban incluso con penas de prisión. Ahora que sabemos que los procesos judiciales no le impidieron regresar a la Casa Blanca, ¿podríamos decir que ha sabido sacar rédito de ellos?

Trump siempre ha dicho que era una persecución política, una caza de brujas de sus enemigos políticos, y entre sus seguidores ha calado mucho ese argumento. La mayoría de sus votantes siguen pensando que le robaron las elecciones y que sus rivales demócratas han sido los que le han perseguido para tratar de meterlo entre rejas.

Lo que ocurre con Donald Trump es que lo que espanta y asusta a una parte de la población estadounidense es lo que gusta a la otra mitad, que es la que se ha impuesto en las urnas. Las personas que están preocupadas por la independencia del sistema judicial, por el sistema democrático, por el derecho al asilo, por el derecho al aborto o por los derechos de la comunidad trans están muy preocupadas por su regreso. Sin embargo, lo que espanta a esta mitad de la población es lo que gusta a los votantes de Donald Trump, que está pidiendo mano dura en la frontera y que le compran su discurso. Cuando dice que va a poner el sistema patas arriba y que va a desmontar Hacienda porque les cobra impuestos; o cuando menciona que va a desmontar el FBI, la CIA, o al Departamento de Justicia, que ha encausado a los que asaltaron el Capitolio y a él mismo, a sus votantes les suena bien.

P: Por último, ¿Qué esperas de la nueva era Trump? ¿Cómo remontarán los demócratas?

A Donald Trump lo ha elegido una sociedad partida por la mitad, dividida, asustada por cómo se ha encarecido la vida e involucrada en dos grandes guerras en el extranjero, en Europa y en Oriente Medio. Lo que él les ha prometido es más proteccionismo, "América primero", más aislacionismo, desconfianza hacia las instituciones multilaterales. Les ha prometido bajarles los impuestos, deportaciones masivas, indultar a aquellos que asaltaron el Capitolio y poner patas arriba el establishment. Si queremos anticipar lo que puede ser este segundo mandato, podemos fijarnos en esas promesas o en las primeras decisiones que está tomando con respecto a su equipo de gobierno; y lo primero que destaca es que ha hecho muchas elecciones polémicas de figuras controvertidas, salpicadas de escándalos y con poca experiencia en el campo para el que él los ha designado. Nos ha dejado claro que no tiene miedo de tomar decisiones polémicas ni de poner a prueba a sus senadores, que son los que votan esos nombramientos.

Los demócratas acaban de sufrir una derrota dolorosísima. El gran mérito de Biden siempre se ha dicho que ha sido sacar a Trump de la Casa Blanca. Y, sin embargo, ahora que se va, Donald Trump regresa. Después de haberle pintado como un peligro para la democracia, para el sistema judicial, para los pilares más básicos de Estados Unidos, perder frente a él en las urnas es un golpe enorme y ahora se abrirá un proceso para plantearse qué rumbo quieren tomar. Aquí los partidos no tienen la estructura que tienen en España, así que todo se dirimirá en las primarias, cuando elijan al nuevo líder del partido.