El retorno de Trump, el pulso de Hamás y la volatilidad regional: los porqués de la tregua tras 15 meses de guerra
Por primera vez tras 15 meses de guerra, Gaza es desde este domingo un lugar sin bombardeos gracias al acuerdo de tregua entre Israel y Hamás. De respetarse, cesarán los ataques que en este tiempo han matado a más de 46.899 palestinos y herido a 110.725 personas, según las autoridades de la Franja. La población palestina lo celebra desde hace días, aunque con cierta desconfianza. "A partir de hoy se detiene la muerte, pero la población tendrá que hacer frente a otras guerras", asegura a RTVE.es Nabel Hijoo, un fotoperiodista palestino.
La fecha de entrada en vigor del acuerdo no es baladí: ocurre solo un día antes de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y justo al final del mandato de Joe Biden. De hecho, el texto pactado no difiere del anunciado por Biden en mayo, que fue rechazado por ambas partes. Pero en esta ocasión, según señalan los analistas consultados por este medio, el factor determinante ha sido el cambio de inquilino en el Despacho Oval y la presión que ha ejercido su enviado, Steve Witkoff, que ha trabajado conjuntamente con el enviado de Biden para Oriente Medio, Brett McGurk.
"Lo que se ha firmado coincide milimétricamente con lo que se acordó en mayo", argumenta el catedrático de Estudios árabes e islámicos de la Universidad Complutense de Madrid, Ignacio Álvarez-Ossorio. "Los términos del acuerdo ya estaban aceptados parcialmente por las dos partes. Esta vez los republicanos han presionado de manera más enérgica a [el primer ministro israelí, Benjamín] Netanyahu para que deje de torpedear cualquier tipo de compromiso y cualquier tipo de acuerdo”, añade. Y así, en la víspera de su regreso al frente de la Casa Blanca, Donald Trump ya ha logrado una victoria.
"La inflexión se debe al cambio de la Presidencia de Estados Unidos y a los cálculos de Israel y Hamás sobre los pros y los contras de este cambio. La posición estadounidense de apoyo acérrimo a Israel con Trump no va a hacer sino acentuarse", señala la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter Irene Fernández Molina. El nuevo presidente de EE. UU. mantendrá la alianza con Netanyahu, quizá de forma más estrecha si se tiene en cuenta que reconoció la anexión de Jerusalén Este y los Altos del Golán en su anterior mandato.
La presión de Biden para liberar a los rehenes
Tras 15 meses de guerra, la pregunta clave es por qué ahora. En su análisis, la prensa israelí apunta al tono amenazante del equipo de Trump, muy alejado del de los representantes de Biden.
Pero los demócratas también quieren llevarse su parte de victoria. Biden, que ha armado al Ejército israelí este tiempo, también ha hecho de la liberación de rehenes su gran batalla. Los capturados, moneda de cambio desde el estallido de la guerra, recuerda en Washington a la de Irán en 1979, cuando 66 diplomáticos norteamericanos fueron secuestrados durante 44 días. Según Reuters, entre los capturados que serán librados figuran dos estadounidenses, Keith Siegel y Sagui Dekel-Chen.
"Biden no quiere ser como Jimmy Carter, que perdió ante su contrincante Ronald Reagan", explica el profesor de Relaciones Internacionales especializado en Estados Unidos, Pedro Rodríguez. "Los demócratas necesitan evitar la humillación de que los rehenes se liberen con Trump y no bajo su Presidencia", añade.
Las negociaciones se aceleraron en los últimos días ante el inminente cambio de Gobierno en Washington. "En esta recta final, en ese tiempo de descuento, en el cual los presidentes piensan en su legado y en cómo se les va a recordar, para Biden habrá sido muy importante haber logrado la tregua", señala Rodríguez. Para su rival es un problema que desaparece por ahora y "el hecho de que haya dos rehenes estadounidenses aumenta el valor este logro desde el punto de vista interno", matiza Fernández Molina.
"Un regalo de Netanyahu a Trump"
La ofensiva israelí en Gaza pasará a la historia de la Presidencia de Biden como una mancha en su legado. Los críticos lo seguirán recordando como "Genocide Joe" ("Joe el genocida"), tal y como han mostrado los gritos de "genocida" esta semana a su secretario de Estado, Antony Blinken. La Administración saliente será recordada por la tibia condena a los crímenes en Gaza, la férrea defensa de Israel por su "derecho a defenderse" y la demora en alcanzar la tregua que impulsó. Biden no consiguió presionar del todo a Netanyahu, tampoco han sido definitivos los esfuerzos de Blinken, que ha viajado a la región al menos 11 veces en el último año —un periodista bromeaba en su última rueda de prensa sobre su vuelta a su casa tras meses de viajes—, y que ha tenido un papel muy relevante en la elaboración del plan, especialmente con la parte israelí.
"Blinken y Biden intentarán con este gesto blanquear su imagen para que la historia no les juzgue como cómplices de la destrucción de Gaza", concluye Álvarez-Ossorio. "Ni tan siquiera se planteó congelar o condicionar esa ayuda militar a que Israel se comprometiera con un alto el fuego. Y es cierto que las bases de la tregua se acordaron en la época de Biden, pero sin ese empujón final y sin esas presiones intensas por parte del enviado de Trump, no estaríamos hablando de la de un alto el fuego", zanja.
"Desde hace meses se veía que el alto el fuego iba a ser uno de los regalos de Netanyahu a Trump antes de que tomara posesión. Es una forma de comenzar con un buen pie" , analiza el profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador asociado de CIDOB, Eduard Soler i Lecha.
El pulso de Hamás y la volatilidad regional
Hamás también ha cedido a la retórica amenazante de Trump, que advirtió de que se desataría un "infierno" en Oriente Medio si los rehenes no eran liberados antes de su toma de posesión. La organización islamista "siempre se ha mostrado contraria a una tregua por fases porque genera mucha incertidumbre y deja muchos flecos sin resolver", apunta Álvarez-Ossorio. Pero esta cesión también puede interpretarse como una derrota debido a las pérdidas manifiestas de sus aliados en la región.
El llamado 'Eje de la Resistencia', formado por Hamás, Irán, Hizbulá, los hutíes de Yemen y milicias chiíes en Irak, ha sido desgastado en esta guerra. El descabezamiento de Hizbulá durante la ofensiva israelí en Líbano y la precaución de Irán para esquivar un choque frontal con Tel Aviv también debilita a los islamistas que gobiernan la Franja. "El principal mensaje del 'Eje de la Resistencia' ha sido completamente desmantelado, el peso y la influencia regional de Irán han desaparecido por completo y Hamás tiene que ser consciente de que no va a recibir ningún tipo de apoyo”, explica Alvaréz-Ossorio. Los únicos amigos que conservan son Turquía y Catar, firmes defensores de la tregua.
Además, los expertos inciden en el hecho de que Israel ha tenido que sentarse a negociar con Hamás. "No estamos hablando de una derrota", explica Soler i Lecha. El profesor descarta que Hamás se haya debilitado, sino que ha mantenido el pulso contra la fuerza ocupante mientras reforzaba su posición a nivel interno y de cara a la opinión pública palestina en Gaza y Cisjordania. "Ha demostrado una cierta capacidad de aguante y ha marcado distancia del establishment de mantener el statu quo que se atribuye a Fatah y la Autoridad Nacional de Palestina", añade.
Irán y la sombra de la caída de Al Asad
Hacer previsiones sobre el futuro de Hamás es prematuro, pero no hay que obviar su preocupación por la debilidad de Hizbulá en Líbano. Durante décadas, la organización chií ha tenido un papel clave en la política de Beirut, sin embargo, la invasión israelí ha acabado con sus líderes. De hecho, Hizbulá no ha podido influir en la elección del presidente y del primer ministro del Líbano esta semana y se ha "visto la perdida de su capacidad disuasoria", dice Ossorio.
Entretanto, Irán asiste al desmoronamiento del 'Eje de la Resistencia' como un castillo de naipes. "Su apuesta por exportar la revolución estaba en el ADN de la propia Revolución islámica del 79", analiza el catedrático de la UCM. Sin embargo, la ofensiva israelí de alguna manera ha cuestionado este principio de los clérigos persas. Irán ha utilizado dos de las tres armas de influencia regional: la capacidad de sus aliados, el programa de misiles y la programa nuclear. "En este momento, solo le queda la tercera pata de esta estrategia, que es el programa nuclear. Pero puede hacer que salten las alarmas y ponerlo en una situación de tensión máxima con Estados Unidos, porque ya fue objeto de atención de la anterior Administración de Trump”, afirma la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter.
Una de las grandes pérdidas para los ayatolás es la caída del régimen de Bachar al Asad en Siria. "Irán está mirando por sí mismo. No ha podido hacer nada por Al Asad. Y todo indica que uno puede lanzar grandes amenazas, pero esas amenazas tiene un especial eco en este momento de debilidad extrema para Irán y su vulnerabilidad", añade Rodríguez.
Es cierto que para Washington, Damasco no es una prioridad, pero, atendiendo a la geopolítica, no se puede obviar la estrecha relación de Trump con el presidente ruso, Vladímir Putin, como reveló el periodista del Watergate, Bob Woodward.
Moscú fue decisiva para la continuidad de los Asad y también lo ha sido para su caída. "La imagen de Rusia en Oriente Medio ha quedado bastante tocada, pero sí se había conseguido convertir en un actor como muy indispensable, tener acciones rusas era algo que subía de valor, porque mantener el apoyo ruso permitía a los regímenes mantenerse en el poder", explica el investigador del CIDOB. Y es que la fortaleza de Putin en Ucrania también ha mermado su capacidad para defender a sus amigos en la región. "Llegado el momento, 'sacrificar' a Al Asad ya no parecía algo tan costoso ni tan arriesgado para Moscú", coincide Fernández Molina.
Catar, Egipto y la victoria de Arabia Saudí
Más allá de Estados Unidos y la inestabilidad regional, el otro papel destacado en las negociaciones de la tregua lo han jugado Egipto y Catar. Egipto, país fronterizo con el enclave palestino, es un gran vencedor de este alto el fuego, ya que no le interesa "por su propia seguridad" que haya una guerra al otro lado de la frontera, subraya Álvarez-Ossorio. El país del Nilo, que siempre ha tenido un papel histórico como mediador, temía desde hace meses "la expulsión masiva de los 2,2 millones de gazatíes", recuerda.
Por su parte, Catar ha vuelto a demostrar sus habilidades negociadores en la región desde la guerra de Irak. El país, que alberga una oficina de Hamás y es refugio de sus líderes políticos, como el asesinado Ismail Haniye, "tiene la capacidad de hablar con todo el mundo", concluye Fernández Molina.
Al otro lado de la frontera catarí, Arabia Saudí se erige como la gran victoriosa en el nuevo mapa regional. Riad es la primera beneficiaria de la pérdida de influencia de Teherán. "Puede recuperar, sin duda alguna, el protagonismo regional que había perdido en las dos últimas décadas", señala Álvarez-Ossorio. Prueba de ello es el primer viaje del nuevo presidente libanés, Joseph Aoun, que ha elegido Arabia Saudí, "también por sus capacidades económicas para reconstruir las infraestructuras y para atraer inversiones", añade el experto de la UCM. No obstante, no hay que descartar el dilema al que se puede enfrentar el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salmán: que Trump le presione para normalizar sus relaciones con Israel, rotas hasta que reconozca al Estado palestino.