Enlaces accesibilidad

Los oligarcas de Silicon Valley desembarcan en la Casa Blanca: "Al final, es solo una cuestión de interés mutuo"

  • Trump busca alinearse con los intereses de las grandes corporaciones tecnológicas, especialmente en materia de IA
  • Los especialistas destacan el enfoque marcadamente "desregulador" de la nueva Administración

Por
Elon Musk (Tesla, X y SpaceX), Sundar Pichai (Alphabet/Google), Jeff Bezos (Amazon y Blue Origin) y Meta Mark Zuckerberg (Meta).
De derecha a izquierda, Elon Musk (Tesla, X y SpaceX), Sundar Pichai (Alphabet/Google), Jeff Bezos (Amazon y Blue Origin) y Meta Mark Zuckerberg (Meta). JULIA DEMAREE N. / POOL / AFP

La toma de posesión de Donald Trump como 47º presidente de Estados Unidos sirvió también para escenificar el romance renovado entre el poder político y el económico en Estados Unidos, marcando un claro giro hacia políticas abiertamente desreguladoras. La presencia de los principales líderes de Silicon Valley fue una declaración de intenciones que simbolizó la fuerte conexión que existe entre el nuevo Gobierno y las élites económicas, con un papel muy destacado de las principales compañías tecnológicas, llamadas a ejercer un papel clave en esta legislatura.

Entre los asistentes destacaba el hombre más rico del mundo, Elon Musk, propietario de la red social X, Tesla y SpaceX, entre otras compañías. El controvertido magnate se ha convertido en miembro del círculo íntimo de Trump, dentro de cuyo equipo de gobierno se ocupará de un departamento de eficiencia administrativa.

Junto a Musk, también en primera fila entre los invitados, estaban el fundador de Amazon, Jeff Bezos; así como los directores ejecutivos de Apple, Tim Cook; de Meta, Mark Zuckerberg; y de Google, Sundar Pichai. Asimismo se pudo ver al fundador de OpenAI, Sam Altman, y al director ejecutivo de TikTok, Shou Zi Chew, invitado a última hora después de que Trump suspendiese la ley que obligaba a la plataforma china a interrumpir su actividad en el país norteamericano.

La asistencia de los grandes oligarcas de Silicon Valley a la investidura de Trump subraya el peso creciente de la tecnología en la política y en la configuración del nuevo poder estadounidense, como una señal inequívoca de que el reelegido presidente busca alinear sus políticas con los intereses de la tecnología y especialmente con la inteligencia artificial, sectores estratégicos para el futuro económico y geopolítico del país.

Enfoque "desregulador"

Pero, ¿hasta qué punto la tecnología interesa a un magnate-presidente que ha amasado su fortuna sobre el ladrillo, un concepto tan radicalmente diferente al que representa el silicio? "La tecnología no es uno de los pilares fundamentales de su política económica. Creo que Trump reconoce el poder financiero que tienen estas empresas, y quiere estar de su mano, porque entiende que el imperio digital de EE.UU. se asienta sobre ellas, pero al final es solo una cuestión de interés mutuo", apunta a RTVE.es Judith Arnal, investigadora principal del Real Instituto Elcano y del Centre for European Policy Studies (CEPS), quien destaca el enfoque marcadamente "desregulador" de la nueva Administración, aunque "no solo en el ámbito tecnológico, sino también en el financiero, en el energético, en el medioambiental… Es una filosofía desregulatoria con carácter general".  

Al margen de Elon Musk, que tiene "una afinidad total con Trump", y del director ejecutivo de Apple, Tim Cook, que también "está muy alineado" con los planteamientos del nuevo presidente; el resto de líderes de Silicon Valley "no parecen tener ninguna afinidad personal". "Es una cuestión puramente económica, de negocio y de supervivencia", explica Arnal, para recordar que "cuatro años atrás, con ocasión del intento de toma del Capitolio, Mark Zuckerberg decidió expulsar a Trump de Facebook y de Instagram, y luego le tuvo que readmitir en 2023. Ahora Zuckerberg, viendo el cambio de los tiempos, lo que está intentando es que Trump no le ponga problemas a nivel nacional, y sobre todo que defienda sus intereses a nivel internacional, algo que nos afecta mucho a los ciudadanos de la Unión Europea".

Para J. Ignacio Criado, profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, hay una "coincidencia" entre los líderes tecnológicos y el presidente Trump "en aspectos clave, como una cierta aversión al papel mediador del Estado o en su relación con la sociedad". "Estos referentes de Silicon Valley suelen proponer una visión de Estado mínimo, que no tiene que entorpecer la labor de la empresa privada, especialmente la suya", destaca a RTVE.es. "Tienen una visión cercana a un liberalismo económico extremo, y por eso en algunos ámbitos se les conoce como 'tecnolibertarios'. Lógicamente el hecho de acercarse a quien está al frente de la presidencia, pues les ayudará en ese proceso", agrega.

"Luego, junto con esa aversión a la regulación del Estado, está la cuestión del solucionismo tecnológico; la idea de que a través de la tecnología vamos a ser capaces de resolver los grandes problemas del ser humano", prosigue explicando este experto, quien también dirige el Grupo de Investigación Lab Innovación, Tecnología y Gestión Pública (IT_GesPub). "Al final, la tecnología es un reflejo de poder, y el hecho de que su desarrollo entre dentro de la agenda de un país abona esta idea de que la tecnología va a resolver sus grandes problemas sociales, lo que favorece la perspectiva de que estas corporaciones tecnológicas son las que tienen que liderar ese progreso futuro, rompiendo de alguna manera el equilibrio entre Estado y mercado, que es el gran cambio que está proponiendo Trump desde posiciones ultra anarco-liberales. Creo que el debate de fondo es ese: cuánto Estado y cuánto mercado queremos", se pregunta.

Criado también expresa su recelo ante la adulteración que se produce en relación a "la propia idea de espacio público", que "de alguna manera se traslada a las plataformas tecnológicas, y si están en manos de estos oligarcas, al final nos podemos encontrar con fenómenos como el que está sucediendo con X, que es capaz de influir, no voy a decir adulterar, pero sí influir, por ejemplo, en un proceso electoral". "Entonces, hay un peligro claro para la democracia, en el sentido de cómo se redefine el espacio público y cómo el espacio público está cada vez más presente en esas grandes plataformas".

Presión a la Unión Europea

Por su parte, Javier Borràs, investigador del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), opina que la principal motivación de la cúpula de Silicon Valley es que "saben que estar cerca de Trump equivale a poder influir más en sus políticas", y que "eso les ayudará a avanzar hacia una menor regulación, y también a presionar a terceros mercados". "Recientemente, Zuckerberg acusó a la Unión Europea de recortar la libertad de expresión, de atacar e ir en contra de las empresas americanas con su regulación… Por lo tanto, creo que aliarse con Trump es un mecanismo para ayudarles a hacer presión para que la Unión Europea sea mucho más laxa a la hora de aplicar su Ley de Servicios Digitales", subraya.

"Al final, la cultura tecnológica de Estados Unidos y la de la Unión Europea es distinta. EE.UU. está mucho más centrado en el libre mercado, mientras que la UE en proteger los derechos digitales del individuo. Estas diferencias, en anteriores administraciones, se han podido negociar mediante el diálogo y la búsqueda de puntos en común, pero la postura de Trump no es la de dialogar con los aliados, sino más bien la de negociar con ellos desde una posición de fuerza, y si puede, imponer sus condiciones", considera Borràs.

En este sentido, Judith Arnal, del Real Instituto Elcano, cree que "a las 'big techs' -los gigantes tecnológicos- les interesa mucho que Donald Trump les proteja contra la Unión Europea". "Creo que este va a ser el gran tema, y vamos a ver cómo reacciona Henna Maria Virkkunen, la nueva vicepresidenta ejecutiva encargada de temas tecnológicos, y también Teresa Ribera, que lleva la cartera de Competencia", agrega, para señalar que, "en estos momentos, la UE tiene varios procesos abiertos contra Google, Apple y Meta. Al final, hay un marco regulatorio que hay que cumplir, pero hay que contar con que esto a su vez va a producir represalias por parte de Estados Unidos". Represalias en forma de aumento de aranceles, que es la amenaza repetida a diestro y siniestro por Donald Trump durante sus primeros días como mandatario, lo mismo para reclamar la soberanía de Groenlandia, que para exigir una mayor aportación al gasto militar de la OTAN.

El desarrollo de la inteligencia artificial

Esta pugna por el control tecnológico de los próximos años tiene su epicentro en la herramienta más disruptiva y con mayor potencial de todas cuantas se están desarrollando en la actualidad: la inteligencia artificial (IA). Algo a lo que el Ejecutivo de Trump no es ajeno. Dentro de la batería de primeras grandes medidas anunciadas, está la de inyectar hasta 500.000 millones de dólares a una alianza privada que impulsará el desarrollo de la IA en el país. Las compañías OpenAI, SoftBank y Oracle planean crear un proyecto conjunto llamado "Stargate", que comenzará con la creación de un gran centro de datos en Texas y más tarde se expandirá a otros estados.

Tan solo unas horas antes, el reelegido mandatario se encargó de revocar una orden ejecutiva de 2023 firmada por su predecesor, Joe Biden, que establecía directrices de seguridad para la inteligencia artificial. Esta orden exigía a los desarrolladores de IA compartir con el Gobierno los resultados de las pruebas de seguridad de sistemas que pudieran representar riesgos significativos antes de su lanzamiento. Además, instruía a crear estándares para estas pruebas y encargaba a las agencias federales evaluar los posibles riesgos asociados.

"Estamos en esa carrera sobre cómo se desarrolla la inteligencia artificial, en la que hay dos grandes modelos: el de Estados Unidos y el de China. Estados Unidos, ahora con una libertad prácticamente absoluta para las empresas; mientras que el Gobierno chino, con un control sobre los datos y el desarrollo de los sistemas. La Unión Europea está tratando de generar un modelo intermedio, basado en poner a los ciudadanos en el centro, tratando de regular la utilización y el desarrollo de la inteligencia artificial, porque de lo contrario, corremos el riesgo de que se nos vaya de las manos en el futuro", apunta J. Ignacio Criado, de la Universidad Autónoma de Madrid, apuntando a que la regulación de esta tecnología podría derivar en nuevos desacuerdos entre Washington y Bruselas.

Aunque tampoco se trata de una apuesta nueva para el Gobierno estadounidense. Javier Borràs, del CIDOB, recuerda que "la inteligencia artificial ya ha tenido una importancia clave para la Administración Biden", hasta el punto de que "el eje central de su nueva estrategia contra China ha estado centrado en ella". "Las medidas más importantes que ha realizado Biden contra China han sido evitar que EE.UU. exporte los chips, los semiconductores más avanzados con los que se entrena la IA. Al final, la mentalidad es que si China se alza como la potencia hegemónica en este ámbito, eso puede derivar a que el gigante asiático se alce también como la potencia hegemónica en general, superando a Estados Unidos".

En su último discurso al país, el presidente saliente Joe Biden advirtió sobre "una oligarquía que está tomando forma en América" y que "amenaza concretamente a toda la democracia, sus derechos y libertades fundamentales". En el fondo de sus palabras subyace la idea de que las todopoderosas corporaciones, especialmente las tecnológicas, van a ejercer una influencia directa sobre las decisiones políticas del nuevo Gobierno de Trump.

"Al final, Trump estará al frente de la democracia más poderosa del mundo durante los próximos años, y si no establece unos controles, unos contrapesos a las grandes corporaciones, y al mismo tiempo estas están susurrándole constantemente al oído, el riesgo no será pequeño, y eso es algo que nos tiene que preocupar", reflexiona J. Ignacio Criado.