La acogida de menores migrantes por parte de familias en Canarias: "Se nos olvida que fuimos iguales no hace mucho"
- Algunas familias reclaman que se fomente la acogida en casas para aliviar los centros de migrantes
- "Yo no podía ver cómo había niños que no tenían las mismas oportunidades de las mías", argumenta una acogente
"Dibuja lo que quieras Baye". Y Baye, de diez años, pinta una barcaza en su cuaderno de matemáticas. Ocho días estuvo en una. Así llegó hace dos años desde Senegal con su padre, que está en Tenerife y no lo puede atender, y con su hermano Adama, dos años mayor. Están acogidos temporalmente en casa de Teseida y Gilberto en El Hierro, que ya tienen experiencia: catorce años acogiendo a menores.
En la pared cuelgan fotos de todos los que han pasado por su hogar. El momento más duro es cuando se van, pero han conseguido mantener el contacto con casi todos. Pronto asistirán a la comunión de una de ellas. En verano esperan recibir a casi todos en casa para las fiestas de la Bajada, tan esperadas en la isla.
"Nosotros empezamos el acogimiento porque tenemos tres hijos, una biológica y dos adoptados. Cuando conocimos el proyecto, dijimos ojalá nuestros hijos, los que adoptamos, hubiesen estado con una familia y no con un centro, por las carencias que tienen. Por muy mucha atención que tengan, no es lo mismo que con una familia. Entonces dijimos: 'Tenemos que ayudar a estos niños que están en centros'". También Gilberto y su hija Indira trabajaron en uno. En un hogar tienen “estabilidad, cariño, confianza, empatía”. También aprenden el idioma mucho antes.
A pesar de su experiencia, nunca habían acogido a niños africanos ni con una historia como la suya. Son voluntarios de Protección Civil a pie de muelle y conviven con el dolor de las llegadas a El Hierro, que son una dolorosa rutina desde hace demasiados meses.
"Llegaron el 20 de julio del año pasado. Nos avisó la Dirección General del Menor y Protección de la Familia que si estábamos interesados en acoger de nuevo porque estábamos en periodo de descanso. Cuando dijimos que sí—narran—, nos explicaron que eran dos niños de Senegal, dos hermanos que habían venido en patera, que su padre no los podía tener ahora por el momento". Sin embargo, recuerdan que tenían un poco de miedo por el idioma: "No hablaban inglés ni francés, solo wólof, la lengua de allí, porque no habían ido nunca al cole".
Pero aprendieron muy rápido y están integradísimos: “Ahora cuando se enfadan ya les sale el deje canario, como decimos nosotros”, cuenta Teseida.
En casa todos se revuelven cada vez que escuchan hablar a los políticos sobre el reparto de menores migrantes. Más de 5.000 viven en los centros de acogida, sobrepasados en Canarias. Gilberto trabajó en uno junto a su hija Indira, y conocen bien sus carencias. "Estabilidad, cariño, confianza, empatía. Es que por mucho que los cuiden bien en los centros no es lo mismo que una familia". También aprenden el idioma mucho antes, recuerda.
Proceso de acogida
En Lanzarote encontramos a Teresa. "Abusito, mira para la tele", repite. Y Abu obedece un rato. "Que no os engañe es un terremoto". Y damos fe mientras intentamos grabar la entrevista sin que aparezca en pantalla.
Ella estaba acostumbrada a dos niñas y de repente le llega un torbellino del que, dicen, están enamorados. Pasó por un proceso intenso para acoplarse, no fue sencillo. Pero ahora celebra cualquier palabra nueva en español, cualquier pasito, como que vaya solo al baño, como sus hijas biológicas.
"Estuvimos en un proceso de un año y diez meses para que nos dieran la idoneidad como familia de acogida. Conlleva cursos, entrevistas, visitas, psicólogos, educadores sociales". Casi dos años después le hicieron la llamada de que había un niño que necesitaba una familia "y estamos encantados", expone. Nunca pensó que sería un niño de patera. Cuando conoció su origen estuvo llorando toda la tarde.
La conexión con sus familias
Abubakar, de tres años, nació en Guinea-Conakri. Vino en patera en 2023 solo con una prima de 12 o 13 años. Todas las semanas hablan con sus padres en Marruecos, uno de los requisitos. También Adama y Baye van una vez al mes a visitar a su padre y diariamente saludan a su familia y a buena parte del barrio por videollamada.
"Yo no podía ver cómo había niños que no tenían las mismas oportunidades de las mías y me mataba", argumenta Teresa. También su marido tiene una gran conciencia social, explica, y por eso decidieron darle a alguien las mismas oportunidades. Ya no quieren ver la tele, no soportan más llegadas. Querrían ayudar a todos.
Para lograr la idoneidad se analizan todos los perfiles de los miembros de la familia que acoge. Pero el requisito básico es informar a las familias biológicas. "Muchas veces, ya sea por tema cultural o por tema de barrera idiomática, no entienden lo que significa el acogimiento, lo confunden con adopción y no tiene nada que ver". Solo con la autorización familiar la acogida puede ser posible. "Es un proceso de acompañamiento en el que no pierden el vínculo con la familia biológica".
El objetivo es que vuelvan con ella, explica Antolina Sosa. Es pedagoga y coordinadora provincial de la Asociación Sumas en Fuerteventura y Lanzarote. Esa entidad y Aldeas infantiles gestionan la mayoría de los acogimientos temporales en las islas. A veces son un primer paso hasta que se convierte en una acogida permanente.
Teresa piensa acompañar a Abu hasta que vaya a la universidad, o hasta que se haga futbolista, bromea. Sus padres no tienen otra forma de llegar que subirse a una patera con el riesgo que conlleva.
Aldeas infantiles o la Asociación Sumas gestionan la mayoría de acogimientos en las islas. Las vivencias generan traumas en los niños difíciles de gestionar, explica Sosa. En el centro tienen ese acompañamiento y sus necesidades están cubiertas, cuenta Antolina, pero en una familia se trabaja el apego, la vinculación emocional. También hay muchas familias acogiendo fuera del sistema. O cuando cumplen 18 años y se quedan en la calle porque también están desbordados los recursos de emancipación.
De los más de 5.000 menores que han subido a cayucos solos hasta Canarias, unos 40 están acogidos de forma temporal en familias. Los cuidan y los integran en sus propias casas durante un tiempo, mientras fomentan que mantengan el contacto con sus familiares en África. El acogimiento en hogares ayuda a curar mejor las heridas que deja la experiencia de migrar solos siendo tan pequeños.
Las familias acogentes piden que se fomente esta fórmula, poco conocida, que puede aliviar la situación de los centros, sobrepasados desde hace meses. Están convencidos de que, si se da a conocer esta opción, si se sensibiliza, más familias estarían dispuestas a abrirles sus hogares y se aliviaría mucho daño que han vivido tan pequeños. Y hacen un llamamiento a que las comunidades tomen nota para promover alguna iniciativa a nivel nacional y encontrar nuevas familias acogedoras.
Gilberto, desde la casa que comparte con Teseida y con dos menores acogidos, reflexiona sobre su propia historia: "Somos una tierra de migrantes. Emigramos a Cuba, Venezuela y Argentina, mis padres, mis abuelos, mis suegros... Hay alguno que todavía se olvida de que nosotros fuimos iguales, idénticos a lo que está ocurriendo ahora con esta ruta. Nosotros tuvimos nuestra propia ruta y no fue hace mucho. Porque yo fui descendiente de una de esas rutas. Nací en Venezuela y regresé a España con mis padres con siete años. Entonces esto nos sensibiliza y nos aporta fuerza, valor y empatía para echar una mano a esta gente".