La búsqueda de Dalia entre las ruinas de Gaza: "Identificaron los restos de mi marido por los hierros de su espalda"
- La entrada en vigor del alto el fuego en Gaza permite a la protección civil rescatar los cuerpos bajo los escombros
- RTVE.es entrevista a Dalia quien, el primer día de la tregua, encontró a su marido: "Tenía esperanza de que estuviera vivo"
Unas zapatillas abatidas, huesos desnudos y otros atornillados y ropa que podría confundirse con piel quemada posan sobre montañas de escombros. "Domingo 19/01/2025. Sultán (Ráfah) / Detrás de la escuela Riyad. Restos identificados... en descomposición... platino en la espalda. Mohamed Nagi Suwailem", revela un roturador azul sobre una hoja en blanco. Un blanco que destaca sobre un mar gris compuesto por 42 millones de toneladas de despojos de 15 meses de guerra.
Este domingo se cumple una semana de alto el fuego en Gaza. El 19 de enero, el primer día de su entrada en vigor, puso fin a la angustiosa búsqueda de Dalia sobre el paradero desconocido de su marido Mohamed. Desde el pasado 8 de agosto no volvió a verlo. "Tenía la esperanza de que estuviese detenido o herido en algún lugar", dice a RTVE.es con una voz dulce, pero impregnada de tristeza, al otro lado del teléfono. "Cuando me confirmaron que lo encontraron, me quería morir de dolor", asegura. Jamás quiso creer que estuviera muerto. Tiene paciencia, responde despacio a cada pregunta y se detiene en las fechas para reconstruir lo vivido. "No me lo creo aún", añade. "Prefería vivir engañada, creyendo que en cualquier momento podría reaparecer", concluye.
Dalia y Mohamed vivían en Ráfah, la localidad ubicada en el extremo sur del enclave palestino que hace frontera con Egipto. Una familia humilde y que siempre han tenido muchas necesidades. "Hemos sido pobres y hemos vivido de la ayuda humanitaria", explica. "Mi marido trabajaba cuando podía, pero nunca tuvimos suerte", explica. La Franja ha sido sometida a un férreo bloqueo terrestre, aéreo y marítimo desde 2007. Tuvieron cuatro hijos que ahora tienen diez, nueve y siete años y una bebé de ocho meses. El pasado 7 de mayo, cuando el Ejército de Israel se hizo con el control del puesto fronterizo de Ráfah e inició su incursión terrestre, estos padres huyeron de su casa. En aquel momento, la ciudad fronteriza se había convertido en el último resguardo para el millón y medio de palestinos que habían huido de los bombardeos.
"Los hierros decían claramente que era mi marido"
Dalia, ese mismo día, se puso de parto y decidieron marcharse a una zona señalada como "humanitaria y segura". "El 8 de agosto nos dijeron que el Ejército se había retirado y mi marido quería volver a nuestra casa y traernos comida, pero nunca más lo vi", explica. Dejó pasar unos días y se puso en contacto con el Servicio de Emergencia de Protección Civil, el esposo de su tía era el director de la entidad en su ciudad y entonces le hicieron muchas preguntas. "Me preguntaron por su ropa, por su aspecto físico y también les dije que se había sometido a una operación en la columna vertebral y que tenía tornillos de platino en la espalda", relata. De hecho, a Mohamed le hicieron una artrodesis desde la tercera hasta la duodécima vértebra. Se acuerda que apuntaron este dato y le dijeron que podía ser clave para la identificación del cuerpo en caso de que estuviera bajo los escombros.
La situación en la ciudad fronteriza fue empeorando, tampoco recibía señales de vida del marido y se vio obligada a desplazarse a la zona del Al Mawasi en Jan Yunis. "Estuve casi seis meses buscándole. Preguntaba por él y estaba atenta a la liberación de presos. Pero, hace una semana, encontraron el cuerpo porque tenía hierros en la espalda. Fueron donde nuestra casa y encontraron los huesos con los tornillos". Dalia recibió una llamada a las 12:00 h y le comunicaron el traslado del cuerpo al hospital de Jan Yunis. Lo identificó, irreconocible, pero tenía los tornillos que lo confirmaban. "Vieron los restos de mi marido por los hierros de su espalda", asegura. Hasta entonces, Dalia "mantenía mucha esperanza de que estuviese vivo, pero "los hierros decían claramente que era mi marido", insiste.
Mohamed tenía 39 años. Su mujer en esta semana de tregua no ha celebrado el cese de los bombardeos, solo ha tenido tiempo para afrontar la realidad. Ha estado consolando a sus hijos y, mientras, se pregunta sobre cómo será su porvenir. La noticia de su muerte ha sido un shock. "Seré madre soltera de cuatro hijos y tendré que salir adelante sola en medio de tanta miseria", se lamenta. Han parado los hostigamientos, pero el sol ha arrojado luz sobre una tierra calcinada, una población harta y una realidad estremecedora. "Hay muchísima destrucción", denuncia.
En 470 días de guerra, más de 46.700 palestinos han perdido la vida bajo fuego israelí y otros 110.000 han resultado heridos. Los ataques israelíes habrían dañado a 287.699 edificaciones, casi el 60% del total, según el cálculo de los investigadores Corey Scher y Jamon van den Hoek a partir de observaciones satelitales. Naciones Unidas calcula que más de 160.000 viviendas han sido destruidas, y otras 276.000 han sido dañadas (92% de las casas), provocando que haya 1,9 millones de personas desplazadas fuera de su hogar. A finales de noviembre, el Ministerio de Sanidad gazatí, del Gobierno de Hamás, denunció que los ataques israelíes habían exterminado a más de 1.400 familias gazatíes tras la muerte de unas 5.400 personas identificadas en el registro civil.
Rescatista: "Hay muchos huesos sueltos"
Durante esta semana de tregua en Gaza, los equipos de socorro gazatíes han rescatado más de 200 cuerpos. Muchos, reducidos solo a huesos, que sus familiares intentan identificar. La falta de maquinaria pesada para despejar los escombros dificulta los rescates y la identificación de los restos tras tantos meses de guerra es prácticamente imposible. "Nos encontramos con los cadáveres muy descompuestos. La humedad y el calor no han ayudado", explica a RTVE.es Ahmed Raduwan, de 44 años. Desde que ha comenzado la guerra se dedica en cuerpo y alma a la búsqueda de los restos de las más de 10.000 personas que se estima que permanecen bajo los escombros.
Además, los animales han desplazado los cuerpos de un lugar a otro. "Puede que una parte del cuerpo esté en una zona y otras articulaciones en otras. Los perros hambrientos han devorado a las personas fallecidas", señala Raduwan. "Hay muchos huesos sueltos", añade. Recuerda que no tienen capacidad para hacer pruebas de ADN para verificar la identidad de estos restos. Los laboratorios para la identificación han sido arrasados y los hospitales que permanecen en pie priorizan atender a los vivos.
Es cierto que cada día de tregua se encuentran más cadáveres a medida que la gente va retornando a sus lugares de residencia. Son muchos los que "vuelven no por la casa, sino por si hay algún ser querido", matiza. "Nosotros intentamos hacer fotos del lugar donde lo encontramos y con todos los objetos que permanecen. Puede que por la ropa o el sitio alguien reconozca que los restos pertenecen a familiares. Lo más fácil es el que se ha sometido a una operación, como el caso de Mohamed", explica. Está convencido de que si no llega a ser por estos tornillos jamás podrían haber dado con él. "Todos los huesos se parecen y son muchos cuerpos", lamenta.
No hay recursos suficientes, tampoco herramientas o tecnología avanzada para poder confirmar la identidad. "Tenemos instrumentos muy primitivos", confiesa. El olor es la brújula para localizar restos y luego cavan con las manos. Además, apuntan el día y el lugar donde los han encontrado. "Siento mucha impotencia, porque los familiares de un desaparecido no pierden nunca la esperanza de que podría estar vivo", concluye.