Las infancias arrebatadas por el holocausto: "Los menores de 15 años que fueron deportados no volvieron"
- Antes de la guerra, 742.800 judíos vivían en Hungría. Unos 400.000 fueron asesinados por el Ejército alemán
- RTVE.es habla con una superviviente húngara del holocausto nazi
Era 1944 y la guerra en Europa lo empapaba todo. Las noticias sobre los crímenes nazis se propagaban más rápido que las bombas y, en la comunidad judía húngara, el miedo se expandía como una plaga. "Aunque los adultos nos protegían de las noticias desagradables, cuando empezaron los bombardeos" el peligro era innegable, incluso para un niño. Esa sensación vive férrea en la memoria de Marion Eppinger, superviviente húngara del holocausto.
Durante los primeros años del conflicto, la mayoría de los judíos de Hungría sufrieron una discriminación legal que cada vez era más opresiva. A medida que la influencia nazi se imponía en suelo europeo, Budapest se iba plegando a las leyes antisemitas que dictaba Berlín. A finales de los años 30, Hungría ya había limitado la participación de los judíos en profesiones liberales como el derecho, la medicina, los negocios, la prensa o cualquier otra actividad relacionada con la cultura.
Marion, a pesar de que era una niña entonces, lo recuerda bien. Ella pertenecía a una familia judía no religiosa afincada en el centro de la capital húngara. En aquella época, "las leyes antijudías de Núremberg nos impedían comer los alimentos más nutritivos, como carne, dulces o manteca. Mi padre tuvo que ceder la dirección de la empresa a un testaferro, ya que los judíos no podían ejercer profesiones ni dirigir empresas. La idea de ser considerados no ciudadanos y privarnos de los derechos naturales que tienen los que sí lo son, simplemente por ser judíos, fue el primer cimbronazo que nos afectó", explica a RTVE.es.
"Ser considerados no ciudadanos"
En 1941, Hungría prohibió los matrimonios y relaciones sexuales entre judíos y no judíos, siguiendo estrictamente el modelo nazi y, ese mismo año, comenzaron las primeras deportaciones. Mucho antes, sin embargo, había llegado el odio. "Siempre se empieza por el señalamiento, por intentar expulsar a esas personas de la sociedad y, cuando eso no es viable, pues a exterminarlas directamente. Aun así, hay una serie de pasos intermedios, primero es marcar a esa sociedad y extirparles de sus funciones sociales", analiza el director de la exposición Auschwitz. No hace Mucho, Luis Ferreiro.
Ante la desconfianza de Hitler hacia sus aliados húngaros, se puso en marcha el plan de ocupación del país. La decisión de exterminar a la población judía se había tomado en 1942, pero no fue hasta la ocupación alemana en marzo de 1944 que los judíos húngaros fueron deportados en masa y exterminados en campos de concentración. En marzo de 1944, el Ejército nazi ocupó Hungría sin encontrar resistencia.
"La Segunda Guerra Mundial se confecciona de una manera distinta y se desarrolla en dos fases. En una primera fase, en un formato de guerra tradicional, es decir, donde se busca ese objetivo geopolítico, utilizando la metodología tradicional. Ejércitos profesionales luchan contra ejércitos profesionales, estados contra estados. Es a partir de 1941, cuando ya se domina el territorio, que se empiezan a utilizar técnicas que hasta ahora no habían sido puestas en marcha. Empieza el ataque en directo a la población judía, desde la difamación, descrédito y segregación, y es a partir de esas fechas cuando ya los guetos se empiezan a crear. Eran estaciones previas a las deportaciones a los campos de concentración. A partir de 1942 es cuando empiezan los exterminios ya a escala industrial", indica el presidente del Instituto Nacional Auschwitz Birkenau en España y codirector de la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad de Burgos, Enrique de Villamor.
Marion Eppinger tenía 11 años cuando el holocausto impactó súbitamente en su vida. Según la lista de Eichmann, en Hungría había unos 742.800 judíos, concentrando la mayor población judía de Europa que aún no había sido conquistada por el Führer. "Mis padres se enteraron del plan de extermino de los judíos que ya se ejecutaba en la Alemania nazi, y sin que los niños lo supiéramos, estaban planeando como sobrevivir. Conseguimos un pasaporte con identidad falsa, y cruzamos la frontera hacia Eslovaquia, donde una familia húngara nos escondió y protegió a riesgo de su vida y la de sus cinco hijos", cuenta.
El mayor símbolo del holocausto
La mayoría de los integrantes de su comunidad no corrieron la misma suerte. Primero fueron excluidos de la sociedad, después recluidos en los guetos y por último, entre el 15 de mayo y el 9 de junio, las autoridades húngaras deportaron a unos 400.000 judíos a los campos de concentración y exterminio. La mayoría fueron a parar a Auschwitz-Birkenau. Uno de cada tres judíos asesinados en este campo eran ciudadanos húngaros. Sin embargo, la maquinaria nazi asesinó allí a gitanos, polacos cristianos, políticos, testigos de Jehová, prisioneros de guerra soviéticos, homosexuales, prostitutas y cualquier persona que se distanciase del ideal del Tercer Reich.
Auschwitz se convirtió en el símbolo más conocido de la Shoah y donde culminan las políticas antisemitas de Adolf Hitler. "En el año 42, en la Conferencia de Wannsee, se decide la solución final, es decir, el exterminio masivo de judíos, y es justamente en Auschwitz donde se pone en práctica el primer el modelo de exterminio a gran nivel. Es lo que se conoce como la fábrica de la muerte a una escala industrial", expone De Villamor.
Los trabajos forzosos eran la única forma de posponer, solo momentáneamente, una muerte segura. La imagen es la tantas veces repetida: hombres y mujeres famélicos, rapados, ataviados con el uniforme y la estrella de David que indicaba su origen, la marca de un número tatuado en su piel para que fueran plenamente conscientes de que, desde ese momento, su vida no valía nada. "Unas 200,000 personas sobrevivieron a Auschwitz porque pasaron por un proceso de selección que determinó que eran aptas para el trabajo. Eran útiles para la maquinaria bélica alemana", detalla Ferreiro.
Al resto los asesinaban en el mismo momento. En este campo de concentración y exterminio, las cámaras de gas y los hornos crematorios llegaron a matar hasta 5.000 personas por día, la mayoría niños y ancianos. "Los menores de 15 años que fueron deportados lamentablemente no volvieron. Su destino fue sellado de inmediato", detalla Eppinger, mientras recuerda a todos aquellos amigos que nunca volvió a ver.
El eco del horror
Marion recuerda el frío de las noches de invierno en ese lejano 1945. El hambre se cebaba con quienes trataban de escapar. A pesar de la existencia de redes de ayuda clandestinas, el riesgo era permanente para la superviviente y el resto de judíos que todavía no habían caído en manos de los nazis. "Un Comando del ejército alemán expropió la planta baja de la casa y se alojó allí. Nosotros tuvimos que escapar en una noche helada de noviembre, para refugiarnos en una choza de campesinos en la montaña. Luego, otra noche, volvimos sigilosamente a la casa de los Mariassy que nos volvieron a esconder mientras abajo vivían los nazis, así hasta el final de la guerra", explica la mujer, ochenta años después de su doloroso periplo.
El mismo frío se vivió en la noche del 27 de enero de 1945. En Berlín, el Ejército alemán estaba a punto de caer a manos del Ejército rojo, mientras varios combatientes rusos se adentraban en las entrañas del infierno levantado por el Tercer Reich. Ante ellos se abría Auschwitz, el mayor campo de exterminio. La fecha ha quedado inmortalizada a nivel mundial como un recordatorio de lo que sucedió en aquella guerra y como prólogo de la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, apenas tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial.
Recordar Auschwitz, sus horrores y el sufrimiento de sus víctimas, no solo mantiene vivo el recuerdo, sino que advierte sobre el peligro del fascismo y todas aquellas decisiones políticas que permitieron el horror. "Como ciudadanos del siglo XXI, tenemos que comprender que Auschwitz, de alguna manera, es un grito silencioso que surge de las entrañas de la tierra y que nos advierte de hacia dónde nos pueden llevar determinadas políticas o determinadas ideologías, basadas en el antisemitismo, el racismo, la xenofobia o el odio al diferente", expresa el comisario de la exposición sobre este campo, ya que para él, "Auschwitz también es importante porque nos deja sin excusa. No podemos decir que desconocemos lo que ocurre" cuando se promueven políticas racistas y los Estados giran sus políticas hacia acciones que atentan contra los derechos de las minorías.
Precisamente sobre esto reflexiona Marion Eppinger, condenando las guerras que fueron, las que son y serán. "Todos los judíos que se salvaron en el holocausto, en alguna oportunidad, han tenido una mano tendida para sobrevivir. Es importante que no perdamos la esperanza de que algún día la humanidad recapacite y se organice para poder aceptar el hecho de que somos una gran familia y nos tenemos que cuidar, no destruir", sentencia esta superviviente del holocausto.